Petronila, mujer ejemplar, por Rafael A. Sanabria M.
Por una serie de casualidades, el día 17 de febrero de 1928 comenzó para la joven Petronila una epopeya de amor y entrega a sus semejantes a la que debió poner término el 20 de agosto de 1969. En aquel viernes de 1928, Petronila estaba sola en el campo con su hermana Juana, horas a pié del poblado más cercano, cuando repentinamente su hermana presentó dolores de parto. Ella, una joven de 23 años, no tenía la menor experiencia en eso, pero allí debió aprender. Así, ese día nació su sobrino Julio Martínez y nació ella al milagro diario del nacimiento de un ser, se inició como partera, de cuerpo y alma. Entregada, ésa es la palabra que describe bien su actitud, entregada a tales menesteres por más de 40 años. Servicio que no fue interrumpido ni siquiera cuando debido a enfermedad le amputaron una pierna. Entonces, caminando con muletas, era aún muy solicitada por tantas parturientas que conocían de su amor y eficiencia.
Petronila Martínez Durán nació en El Consejo el 29 de junio de 1904, hija de Jacinto Martínez Campos y Natividad Durán Blanco. Formó parte de una parentela numerosa, cuadro familiar de 11 hermanos: Juana, Altagracia, Ana Luisa, Ana Jacinta, Juana Francisca, Carlos, Jacinto Roque, Teodosia, Antonia y Pastora Martínez Durán. La tía Petronila era hermana de mi abuela Juana Francisca Pancha, tía de mi madre, quien al referirse a ella en aquellas tertulias de tardes decía que había sido una mujer buena, altruista, generosa y de alma cándida y blanca como la nieve, de ahí la referencia que tuve desde niño para conocer a la tía Petra.
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Fue Petronila Martínez Durán la madre de muchos consejeños en aquella comarca de agua y maravilla. Sus manos fueron cuna de las primeras lágrimas de muchos niños del terruño consejeño. Sus huellas impresas las seguía el silencio nocturno, suspendido sobre el recogimiento de la tarde, huérfano de la prolongación de sus caminos. Cada vez que asistía un parto se alejaba rápidamente por los taciturnos caminos del pueblo, de frente hacia el ocaso, como el viento, la mujer que vino por una nueva luz para El Consejo.
De lejos nos venía la belleza ignorada por la mujer bendita por Dios, que acudía sin pago alguno y con la humildad de su rostro, cada vez que un alumbramiento se anunciaba en la comarca consejeña. Su figura nunca faltó en los partos del pueblo y sus manos trémulas de amor envolvían cual manta de pureza infinita la inocencia de un pueblo que hoy le recuerda como la madre sin mancha, mujer que acunaba tiernas formas tejidas con ensueños
Petronila, que casó con Avelino Ramos el 29 de abril de 1922, por lo que era conocida por muchos simplemente como Petra Ramos. De su unión matrimonial nacieron: Nicolás, Bernarda Nana, Germana, Eduardo El Negro, Amador y Rita Ramos Martínez, con una hija de crianza Carmen Elena Tovar, a quien le inculcó amor y buenos valores, al igual que a sus hijos de consanguinidad. Petronila Martínez, hizo familia que hoy por hoy hace vida en suelo consejeño.
Petra Ramos, una comadrona ejemplar, ofrecía sus servicios al pueblo de El Consejo de forma gratuita, sólo con la recompensa de saberse útil a su pueblo y ganarse de su terruño el titulo de madre ejemplar. Ese fervor le acompañó hasta su muerte el 17 de octubre de 1969, según acta N° 29 del Registro Civil del municipio Revenga a las 2:00 de la tarde, fecha en la que el pueblo consejeño tuvo que decirle adiós a la mujer sencilla, benefactora, y con un don de gente tan singular, como su oficio tan valioso de partera. Al costado de la santa iglesia se sintió el silencio, se marchó la madre de un sector que recibió el cariño de Petra, tan limpio como su alma bonachona.
El dulce acento de los consejeños, sus hijos, la armonía del suave concento de la mar y del viento, repiten como ayer en el eco de la brisa gratitud a la noble Petra, partera del pueblo de El Consejo.