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Plagas bíblicas, por Marco Negrón



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Plagas bíblicas
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Marco Negrón | @marconegron | mayo 12, 2020

@marconegron


Si uno se atiene a los siempre sospechosos informes oficiales, Venezuela estaría superando la pandemia del Coronavirus con daños más bien limitados si se mide por el número de infectados y fallecidos que se reportan. Sin embargo, ello no bastaría para echar campanas al vuelo; antes por el contrario, puede estar contribuyendo a perder de vista la necesidad de actuaciones que ya estaban presentes antes de la pandemia y otras que nacen de esta, independientemente de la intensidad con que haya castigado a cada región en particular.

En materia de políticas urbanas, dos consensos fundamentales se manejaban en todo el mundo de cara al combate contra el calentamiento global antes de que estallara la peste: favorecer el desarrollo de ciudades compactas, es decir, densas y con mezcla de usos, y desestimular el uso del auto privado potenciando en cambio el transporte público y los desplazamientos peatonales y en bicicleta.

Mientras no se desarrolle una vacuna que permita prevenir la infección, la alternativa que se ha encontrado es la clásica: el distanciamiento social, que, en principio, entra en contradicción con aquellos dos consensos porque ambos implican congestión, proximidad, contacto entre las personas. Aunque es imposible saber con certeza qué pasará después, la mayoría parece coincidir en que un cierto distanciamiento deberá ser mantenido, que las aglomeraciones excesivas deberán evitarse y que es probable que ello exija innovaciones importantes en el diseño de las ciudades, por lo que empiezan a esbozarse algunas ideas.

*Lea también: Quien mucho abarca…, por Américo Martín

Milán, por ejemplo, se propone reducir los viajes diarios en metro de los 1,4 millones antes de la pandemia a 400 mil, reservando a la vez 35 kilómetros adicionales de calles para uso preferente de peatones y ciclistas; aun cuando se proponen otras medidas complementarias, parece improbable que sean suficientes para atender la demanda del millón de viajeros dejados cada día en los andenes a causa del descongestionamiento del transporte masivo.

Todos los países se verán duramente afectados en sus economías, por lo que se plantea que esas políticas, al igual que las específicamente orientadas a la recuperación económica, sean respaldadas por financiamiento del estado nacional y de los organismos multilaterales; en el caso de América Latina, cuyas economías ya venían muy deterioradas, se anticipa la recesión más aguda y prolongada de la historia moderna, colocando a la vez al Estado en una posición de privilegio porque, en la emergencia, parece el único actor con credibilidad y capacidad para tomar decisiones en las principales áreas en las que se debe actuar para superar la crisis.

El caso venezolano resulta especialmente dramático porque el estallido de la pandemia nos sorprende sumergidos en una crisis sistémica que nunca habríamos imaginado, en la que sobresalen un éxodo sin precedentes que ha despojado al país de gran parte de sus mejores talentos, una institucionalidad hecha trizas y un Estado desmantelado y sin músculo financiero, con cada vez menos control sobre el territorio pero secuestrado por una pequeña oligarquía que se mantiene sobre la base de una política represiva brutal e indiscriminada y a la cual, por lo demás, la pandemia le ha venido como anillo al dedo para justificar esta suerte de arresto domiciliario colectivo al que nos ha sometido. Y encima, ahora deberemos competir con muchos para tener acceso a los recursos de los que carecemos para superarla.

Los antiguos egipcios debieron soportar diez plagas hasta que el Faraón decidió aceptar las exigencias de Yahvé; los venezolanos de este siglo ya hemos perdido la cuenta.

Mediando la década de 1980 Juan Nuño alertaba sobre los “codos de la historia”, esas encrucijadas en las cuales las sociedades se atascan y pueden retroceder. Es evidente que Venezuela tiene unos 30 años metida en uno de esos “codos” y que, para superarlo, harán falta muchas cualidades éticas e intelectuales que hoy no parecen abundar.

Es hora de empezar una discusión en serio y no sobre generalidades y lugares comunes: en un país con un alto índice de urbanización, la del rescate de la ciudad parece ser un terreno favorable para ello.

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