Plan calvario, por Teodoro Petkoff
Ese ridículo desplante de convocar la Asamblea Nacional para El Calvario revela que para el Gobierno se está acercando la hora de la verdad. La de gobernar sin mayoría parlamentaria.
La Asamblea Nacional ha venido reflejando casi sismográficamente las modificaciones que ha ido experimentando la opinión pública respecto del gobierno de Hugo Chávez. Al compás de la progresiva caída de la aprobación del Gobierno en el ánimo popular, ha ido modificándose la correlación de fuerzas en el parlamento.
De dos a uno a favor del Gobierno a un virtual empate. Primero fue el MAS, partido de la alianza chavista, que se separó de ella; luego lo hicieron cuatro diputados del MVR, que crearon “Solidaridad” ; también se alejaron los parlamentarios afines al gobernador Manuel Rosales; después fueron tomando distancia los diputados del grupo larense que dirige Orlando Fernández Medina (OFM) y posteriormente se ha venido produciendo un deslinde en el sector del MAS que había permanecido en el bloque oficialista, dividido ahora en “Podemos” y “Vamos”.
Ha sido un proceso lento y contradictorio, poco comprensible para quienes no conocen de cerca el complejo tejido político y la intrincada red de intereses –legítimos unos, discutibles otros– que lo conforman.
Pero lo decisivo está por venir. El calor de la calle está calentando las curules de varios diputados del propio MVR. Este partido aluvional, producto de una coyuntura, carente de un cuerpo de ideas que proporcionara un cemento común a las distintas corrientes (militares, civiles, derechistas e izquierdistas) que confluyeron en su seno, está cimbrado hoy por las contradicciones ahondadas en la sociedad por el verbo, el estilo y los confusos propósitos de Hugo Chávez. En su interior soplan vientos de Fronda porque quienes tienen ideas e intereses propios resienten el predicamento autoritario que pretende mantener la cohesión mediante el chantaje, la intimidación y la falsificación de la disciplina en un partido sin democracia interna, donde no es posible ventilar las diferencias mediante el debate.
La sesión de El Calvario, si va más allá de un aguaje populachero y pretende tomar decisiones sobre el Reglamento de la cámara, además de provocar una crisis institucional de consecuencias no fáciles de predecir, puede producir un temblor en el MVR, donde hay gente que preferiría un estilo de apertura y diálogo antes que el predicamento pendenciero y matachín de quienes no están acostumbrados a que se les contradiga. Algún diario cita a Juan Barreto afirmando que si pierden la mayoría “se entraría en otra etapa del proceso”.
¿Qué significa esto, más allá de la descripción de lo obvio (un gobierno sin mayoría parlamentaria sin duda que entra en otra etapa) ? ¿Una amenaza? En 1961 el gobierno de Rómulo Betancourt perdió la mayoría en la Cámara de Diputados ante una alianza opositora que tenía un pie en la insurrección y otro en la legalidad y, sin embargo, se la caló. Monagas, en 1848, ante una situación similar, asaltó el Congreso.
Es el dilema de Chávez.