Poca leche, muuucha caña; por Teodoro Petkoff
Otro espacio geográfico y económico donde es muy visible el fracaso de la administración chavista es el de la agricultura. Después de cinco años y medio, el balance es más bien mediocre, sobre todo si se le coloca contra el telón de fondo de las expectativas que el propio Presidente creó con un discurso –lleno de alusiones a sus propias raíces en el campo barinés– de reivindicación campesina y crecimiento de la producción agropecuaria.
Al comienzo fueron los «rubros bandera». Así como ahora a cada rato a Chávez se le cae la boca el tópico del «crecimiento endógeno» en su primer año la pepera era con los «rubros bandera». Ya se ha perdido la cuenta de ministros de Agricultura que se ha tragado esa campaña de los rubros bandera. Íbamos a producir más arroz que China y más palma aceitera que Malasia y nos autoabasteceríamos en carne y leche. En 1998 exportó el país 100 mil toneladas de arroz; en 2003 importó 150 mil toneladas. Este año parece que el cultivo de arroz va a mejorar un poco, sobre todo por algo que es justo reconocer, como ha sido el rescate de parte del sistema de riego de la represa del Guárico, que viene, por lo demás, del capítulo perezjimenista de la Cuarta República. En materia de leche, hemos ido hacia atrás: en 1998 producíamos 3,2 millones de litros de leche diarios; en este momento las vacas dan 2,8 millones de litros diarios. En 1998 el país contaba con un rebaño de 13 millones de cabezas de ganado; hoy son 11 millones. La diferencia pasta en Colombia.
Aunque el café no tenía la categoría de «rubro bandera» también ha padecido las consecuencias de la inefectividad oficial. En 1998 producíamos más de un millón de quintales de café; hoy estamos por debajo de los 800 mil quintales. En cambio, bueno es que se sepa que en caña de azúcar y maíz el año pasado fue muy bueno. Se produjo la cosecha de maíz más grande de nuestra historia (1 millón 400 mil toneladas) gracias a excepcionales condiciones climáticas, que infortunadamente se revirtieron este año, de modo que se espera ahora una caída muy grande de la producción de este cereal. A la caña le va bien.
Pero de los «fundos zamoranos» y los «saraos» nunca más se supo nada, como tampoco se supo qué pasó con la Ley de Tierras, cuya inaplicabilidad no tomó mucho tiempo en ponerse de manifiesto. Los campesinos que recibieron el cochinito y las gallinas, como el primer paso de su emancipación, ya se los comieron. Aquello no formó parte de ningún plan sino que fue un escándalo epiléptico, bueno tan sólo para la fotografía de Chávez regalando animales. Pero hasta ahí llegó todo. Igual ocurrió con los tractores chinos e iraníes. Como era pura publicidad y no un plan serio, esas máquinas han ido quedando fuera de uso por carencia de repuestos –no así por cierto, en el caso de los tractores brasileños–. Por supuesto, los cultivos organopónicos se han vuelto objeto de irrisión, lo mismo que los gallineros verticales. Puros delirios, vapores de la fantasía, para consumo de Le Monde Diplomatique.
Cinco años y pico de «revolución» miles de millones despilfarrados y el campo es el mismo de siempre. Nada que mostrar a los turistas revolucionarios.