Podredumbre, por Teodoro Petkoff
Este gobierno nunca tiene la culpa de nada. Siempre son otros los culpables. Ahora ha lanzado una campaña que procura convencer al país de que la escasez de algunos productos de primera necesidad y el alza de sus precios son fruto de unos inefables «acaparadores». Allana los depósitos de Polar en Barquisimeto y confisca unas dos mil toneladas de alimentos antes de que pudieran ser distribuidas.
Sin embargo, al día siguiente se descubren 20 mil toneladas de alimentos importados por Pdval, pudriéndose en los almacenes de Puerto Cabello. Activistas de franela roja manifiestan frente a Fedecámaras y frente a Polar en Caracas, lanzando los consabidos ataques contra «especuladores» y «acaparadores» pero simultáneamente, en Tinaquillo, en depósitos de Pdval, se descubren 800 contenedores que están allí desde agosto y por el olor que despiden parece evidente que su contenido ya está podrido. ¿Quiénes son los acaparadores? ¿Quiénes los «hambreadores del pueblo»? ¿Para qué allanar Polar si tienen diez veces más alimentos en los depósitos de Pdval? El gobierno está lanzando cortinas de humo para tratar de tapar su descomunal incompetencia. Su absurda política cambiaria lo obligó a una maxidevaluación de 60 y pico por ciento. Tenemos suficiente experiencia como para saber que toda devaluación encarece los dólares y con ellos los precios de todos los productos. La devaluación produce inflación.
La devaluación es un acto de gobierno, es una responsabilidad del gobierno, pero este intenta convencernos de que el alza veloz de los precios no tiene nada que ver con él sino que proviene de los «especuladores» y lanza actos efectistas, para fabricar chivos expiatorios.
Expropia hipermercados, lanza una ofensiva contra las casas de bolsa, ataca inmisericordemente a Polar. Todo el mundo tiene la culpa menos el incompetente Presidente y la banda de chiflados dirigida por Giordani.
Pero, no hay que engañarse. Esos actos, que parecieran contradecir la lógica electoral, no apuntan al país en general sino hacia la propia base chavista, en un intento desesperado por detener el deshilachamiento del respaldo a Chacumbele. Este no habla para el país. Lo que menos le interesa es explicar las causas de la crisis y las medidas a tomar. Habla para su base, a la cual sabe hoy más escéptica, más crítica, menos incondicional y quiere detener la hemorragia con el torniquete de la unidad en torno suyo. Su propósito es darle nueva fuerza a la polarización. El dilema que plantea es «Él» o «los otros». Trata de reavivar el reflejo solidario de sus partidarios con el sempiterno argumento de una conspiración de la «burguesía» y el «imperio» que «va por él». Como siempre, divide al país en «amigos» y «enemigos». Al votante que hoy duda, que siente que esto va de mal en peor, que ya no quisiera votar por los candidatos del PSUV, quiere recordarle que hay un «enemigo» al acecho y, cualquiera que sean sus quejas y sus dudas, no le acepta que flaquee en el respaldo incondicional al Líder Máximo.
Que se le pudra la comida en Puerto Cabello y Tinaquillo no le importa. Lo que pretende es culpar a otros de los males que produce su infinita incapacidad.