Polarización y teorías conspirativas, por Félix Arellano
Las crisis exacerban temores, angustias, pasiones y, en alguna medida, irracionalidades. Con la pandemia del covid-19 estamos observando el fortalecimiento de una maniqueista polarización, que se acompaña del florecimiento de teorías conspirativas. Cada bando acusa al contrario de estar construyendo proyectos destructivos, incluso de alcance global, al extremo de incluir la fantasiosa visión de un gobierno mundial.
Los gobiernos autoritarios cultivan estas tendencias creando múltiples enemigos y constantes invasiones. A tales fines, las redes sociales están resultando un gran aliado, para difundir las versiones que generan desasosiego y frustración en la población.
Estas tendencias las encontramos a lo largo de la historia; empero, actualmente, presentan características muy particulares, entre otras, por el desarrollo de las tecnologías y las telecomunicaciones. Vivimos en un mundo interconectado, donde la información corre de forma instantánea. En los países libres el ciudadano es objeto de una tormenta informativa, en gran medida falsas noticias.
Sigue siendo tema de discusión el impacto de la llamada conexión rusa, la intoxicación de falsa información contra Hillary Clinton, en la campaña electoral. También se denuncian tales prácticas en el caso del Brexit en el Reino Unido y se alerta sobre una conexión china realizando las mismas actividades.
Los movimientos radicales de diferentes colores y tendencias están promoviendo diversidad de actividades y organizaciones con el objetivo de lograr una mayor expansión y hegemonía a escala global y, paralelamente, estimulan visiones conspirativas, para desacreditarse mutuamente. Cada uno busca el control y el poder, en ese camino, la democracia resulta favorable, aprovechan las libertades para manipular con sus teorías a la población, atraer votos, lograr electoralmente el poder y, luego, iniciar el proceso de destrucción de la institucionalidad democrática, para perpetuarse.
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Resulta evidente que los movimientos radicales tienen el germen de la internacionalización y la manipulación en sus orígenes; al respecto, cabe recordar que Karl Marx promovió la Asociación Internacional del Trabajo (1872) y V. Lenin la Tercera Internacional (1938); en ese contexto se inscribe la tesis de la revolución permanente de Trotsky. En tiempos recientes nos encontramos con el Foro Social de San Pablo promovido por Fidel Castro e Ignacio Lula Da Silva (1990); la Alianza Progresista (2013), el Grupo de Puebla (2019), y la Internacional Progresista (2020).
Desde la visión conservadora, los movimientos de ultra también están trabajando para conformar instituciones, redes y visiones de alcance global, es el caso de la Conferencia para la Acción Política Conservadora (2011); la Internacional Nacionalista, las redes nativistas nacionalistas y xenofóbicas. Un caso emblemático es el trabajo que está realizando Steve Bannon, particularmente en Europa, promoviendo la articulación de los movimientos nacionalistas y anti europeístas, tendencia que ha logrado un éxito importante con el Brexit del Reino Unido.
Estas dos tendencias se presentan como antagónicas, empero, presentan varias coincidencias, entre otras, con distintos argumentos satanizan la globalización y la apertura. Para unos, ya que beneficia al capitalismo salvaje; para otros, por permitir la libre circulación de personas y la llegada de crecientes migraciones. Ambas tendencias promueven una visión de la soberanía absoluta y el debilitamiento del multilateralismo, en particular de los sistemas de los derechos humanos, ya que pueden generar controles y limitaciones a sus arbitrariedades.
Las dos tendencias atacan la libertad de expresión y el pensamiento crítico. Con diferentes argumentos coinciden en propiciar la hegemonía comunicacional. Para las dos tendencias el militarismo, el control del poder judicial y el progresivo control de todas las instituciones y del conjunto social son fundamentales para lograr su permanencia en el poder.
Los dos aprovechan las libertades democráticas para promover la violencia y la destrucción, en ese contexto van surgiendo las teorías conspirativas radicales que se expanden por las redes sociales; donde, por ejemplo, califican el ecologismo una farsa para destruir el mercado; o el humanismo, una trampa para atraer ingenuos y se llega al extremo de incluir al Papa Francisco, quien ha publicado una encíclica a favor el ecologismo, como parte de la conspiración.
Un ejemplo representativo de la esquizofrenia conspirativa es el caso de George Soros, enemigo para ambos bandos. En su contra incluso se argumenta la fantasiosa tesis de promover el control global, con el proyecto del “Nuevo Orden Mundial”. Para unos, representa la destrucción de occidente y sus valores; para otros, el promotor del capitalismo salvaje. Sus poco éticas manipulaciones financieras y el respaldo de temas liberales y grupos políticos libertarios, le han ganado enemigos en todos los espacios. En este contexto, conviene retomar la sátira del Péndulo de Foucault de Humberto Eco, para desmontar la proliferación de tesis conspirativas que siembran desasosiego y confusión.
Ahora bien, no podemos menospreciar las habilidades perversas y violentas de ambos bandos; frente a ello, la defensa incluye el fortalecimiento de: la educación crítica y reflexiva, las libertades, la democracia y los derechos humanos, Debemos estar alertas ante la información que corre en las redes, enfrentar con argumentos las propuestas, promover tanto los espacios libres, democráticos; como el respeto de la dignidad humana, la convivencia y la tolerancia. Los retos para la democracia son enormes y debemos empezar a trabajar a nivel personal, para mantener una actitud firme frente a un contexto maniqueista, anacrónico e intolerante que nos acecha.
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