Política con “P”, por Leandro Area
Sucede que en las universidades u otros conventos en los que se enseñan los misterios de la política se habla de ella en términos valorativos: la política es buena y los hombres la envilecen. A esta concepción “platónica” la entienden los adolescentes y pocos la practican a lo largo de su vida, convirtiéndose en ejecutores de cosas, polifacéticos mantenedores de cargos o buscadores de fama. ¡Qué más da! Pragmáticos, dirían algunos. Aunque aún no sepamos dónde separar lo peyorativo de lo que en verdad sugiere dicho término. Nunca pensaron también que la política pudiera envilecer a los hombres.
Pues la política, que no es juego, sino el difícil trayecto, dicen, de convertir los sueños en realidad, es camino tortuoso. Lo que ocurre es que a la gente se le olvidan los sueños, o a la inversa, y se convierten en sombra, hasta de las ideas. Que las hay
Hasta en los gobiernos sobran. Buenos y malos, están llenos de soñadores románticos, que lo que siempre buscaron fue un cargo público, un conuco de poder. Esos fatídicos manipuladores disfrazados de mansas ovejas. Frustrados, resentidos, felicitadores. Enseñados a eso. Siempre aparecen. Con voz de letargo a distancia o de implacable cercanía invasiva. O escribachentos de oficio, poetas, letrados riega tinta. Gaceta Oficial. Historiadores de lo que ocurre y nunca pasa.
En Venezuela la política ha sido labor de mineros, que en general han accedido a ella con el fin de lograr riqueza, gloria o prestigio. Pero quién ha dicho que la política pertenece al mundo de los ángeles. A las iglesias me remito. Abrimos un hueco y si las cosas van bien, seguimos. Y si van mal, dejamos el reguero y saltamos a otra empresa.
*Lea también: De vuelta a los 5 ceros, por Omar Ávila
Claro, toda simplificación explica una caricatura que es una deformación en la que se mira la realidad, pero que en Venezuela la política se ha escrito con “P” no resulta afirmación exagerada. Y a la gente le ha gustado así, como la lotería o los caballos o María Lionza o los caudillos, y se apuesta a ganador porque uno imagina que el líder no es de carne y hueso y no lo va a dejar a uno desamparado. Y se prende la vela. Porque somos geografía en busca de biógrafo.
Narrativistas. Los que estudiamos y enseñamos la política, hemos sido hasta ahora cronistas, acompañantes, facilitadores académicos de lo que ocurre para que siga ocurriendo. Ideólogos, claro, con un cierto espasmo libertario desdeñoso. Pero parte y comparte. Sin perfil, extremadamente cuidadosos, sin discurso, pues no hemos construido siquiera un alfabeto. Que si lo dijo tal en la edición del año cual. Sin afirmación, sin compromiso, sin interrogantes. Montados en el salvavidas baboso del lenguaje: de alguna manera, tal vez, más o menos, quizás, algo así como, en fin un poco, todo depende. La palabra que no busca.
¿Que qué propongo? La subjetividad militante. Imagino que repensar la política. También habría que reconstruir el bien, el nosotros. Sería un buen negocio para todos
Porque definitivamente creemos en la Política como instrumento para la construcción de la libertad y de la paz y en nuestra voluntad para inventar el país que nos merecemos, aglutinando la dispersa energía ciudadana que la política no ha sabido valorar. ¿Quién prende el polvorín de las ideas?