Política de engaño, por Enrique R. Díaz
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A propósito de las frecuentes cadenas por WhatsApp, particularmente las de intención política que buscan quebrar la Unidad Democrática, es bueno recordar la racionalidad frente a la opinión mediática; pues, la palabra la tenemos todos pero el buen juicio, no siempre. Siendo aquí donde ciertas falacias, adornadas con medias verdades, se replican con facilidad por redes sociales.
De este modo, para un régimen militarista que busca tergiversar la realidad, es muy útil aquel replicador impulsivo que no distingue –en un mensaje– lo que razona de aquello que emociona y que, en el caso Venezuela, busca debilitar la moral y la fe en la libertad del país. Así que, repetir o reenviar sin pensar puede hacernos parte de una manipulación o propósito encubierto; como en aquella estrategia política «velo y engaño» que, devenida del mundo militar, distrae, distorsiona, confunde y conduce a conclusiones erróneas, o inculca cierta decepción, hacia dirigentes de la oposición legítima pues la llamada «alacránica» no se menciona.
Así se acusa, inventa y magnifica casos; verbigracia, se resaltan desacuerdos que serían naturales entre dirigentes democráticos. Y en estos últimos días son señalados, como antes con las empresas «Citgo» y «Monómeros», de haberse beneficiado de los recursos de la Usaid de lo cual se debe esperar algo sustentable y no simple especulación.
Al respecto, quien «guasapea» activamente ha de saber de propagandistas que cobran por posicionar o desprestigiar de modo conveniente alguna opinión o realidad, usando para sus fines la replicación emocional; la cual tendría ahora como cometido: remover la atención sobre el 28 de julio y poner en duda la honestidad de quienes encabezan la esperanza del país.
Para ello el régimen venezolano, como sabemos, usa la mentira, pero no directamente por cuanto expresar totalmente una falsedad trae consigo un alto coste político de ser descubierta; lo que hoy paga Elvis Amoroso por «proclamar» a Maduro sin mostrar las actas que –a la vista– dan como ganador a González Urrutia. Y por realidades así, que quedan en la memoria histórica, es por lo que resulta ventajoso el uso del engaño –acciones disfrazadas– para que se crea en algo o se omita, por ejemplo, que el principio rector de la democracia es la elección y no la proclamación «inválida» (a Nico) que ratificó el TSJ, lo cual no es de extrañar entre compinches.
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Sin embargo, la tenacidad del 228 constitucional es firme e indeclinable: «Se proclamará electo o electa el candidato o la candidata que hubiere obtenido la mayoría de votos válidos»; lo que obliga a una unidad más consciente por la verdad que distingue, entre el bien y el mal en nuestro país.
Enrique R. Díaz es doctor en Educación y autor del libro, “Bio-Eco-docencia: Dialógica, Pedagogía y Política”.
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