Política, guerra y vida artificial, por Luis Ernesto Aparicio M.
Guerras, elecciones presidenciales, enfrentamientos a puñetazos, cuerpos desnudos, teatralidad, engaño, descubrimientos científicos, medicina y una forma falsa de llevar la vida, forman parte del escenario que la tecnología ha encontrado para probar hasta dónde se puede llegar para obtener resultados que favorezcan a unos y a otros.
En todo este embrollo, la Inteligencia Artificial está pasando a ocupar todo cuanto existe y se ve en la tela de araña digital, esa que desde su origen vez fue vista como el gran avance de la humanidad, después de haber viajado al espacio, con la luna incluida.
La manipulación de la verdad es el factor preferido de quienes la manejan a discreción para ganar adeptos, seguidores o fanáticos.
Los últimos encuentran una sospechosa fascinación por aquellos que creen que están siendo testigos de una supuesta verdad que ellos dudaban y sobre la cual alguien que tiene tantos seguidores en su red favorita, ahora les confirma con una sabiduría irresponsable.
No es que la mentira sea una novedad en la internet, ella incluso es tan vieja, o más, que el surgimiento de esa herramienta tecnológica. Lo que ha ocurrido es que se ha potenciado con el incremento y perfeccionamiento de todos sus instrumentos, incluyendo la incorporación de sistemas que son capaces de crear convincentes elementos, abarcando personas y voces para la confianza de todo aquel que se encuentra expuesto.
En el primer cuatrimestre del año, en Venezuela surgieron varias polémicas en cuanto al uso de la Inteligencia Artificial (IA) para mentir. Fue el caso de los noticieros con corte norteamericano desde donde se hablaba, a los ojos de sus propios habitantes, de un país que no era el de ellos. Es decir, donde todo funcionaba muy bien para propios y extraños.
En ese caso, más allá del desarrollo de programas manipulados y engañosos, lo que puede pretender el régimen venezolano es tratar de lanzar un cilindro de oxígeno a su muy despreciada y desgastada gestión. En eso se ha enfocado, por ejemplo, el sistema que el mismo autócrata – Nicolás Maduro- ha presentado como «Sira«, quizás como parodia de la inteligencia utilizada por los dispositivos Apple.
Además del cambio forzado de imagen, Maduro pretende ganar audiencia, además de atraer a muchos de sus sorprendidos incautos al ver a un sistema artificial creando una imagen atractiva con todo y voz. Sin embargo, lo más polémico tiene que ver con la manipulación de la verdad, tan de moda actualmente.
La intención real de fondo, sobre todo para muchos autócratas y populistas, es la propagación y consolidación de la desinformación como verdad absoluta. Y no se trata de que «una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad», se trata de que la primera pase como la segunda a la mayor cantidad de personas posible. Bajarle el volumen a la verdad para que el engaño y la falsedad se conviertan en la opción de la realidad para todo aquel que está expuesto, es el propósito real.
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Ahora bien, es solo el uso de la IA lo que garantiza el éxito o el fracaso en la propagación de mentiras por parte de autócratas o personajes sin escrúpulos del mundo de la política, el deporte, incluso la salud que intentan crear toda una narrativa adaptada a sus propósitos. La respuesta es, simplemente, ¡no! Se necesitan agentes multiplicadores, esos que también son desarrollados a través de adaptados programas computarizados.
El caso de las guerras e invasiones en Ucrania y luego los hechos violentos que también se desarrollan en Palestina e Israel, son también una muestra del uso de redes como plataforma para llevar otro tipo de guerra: la de la mentira y el engaño. El uso de imágenes editadas, fuera de contexto y hasta de video juegos, forman parte del astuto pero peligroso juego de la desinformación.
Igual ha ocurrido, y continuará así, con las elecciones presidenciales en grandes y pequeños países, incluyendo a los nuestros en Latinoamérica, la oprobiosa mentira sin pruebas y luego el excesivo uso de sistemas digitalizados que fingen ser personas, forman parte de las campañas de muchos, sobre todo de quienes pretenden alcanzar el poder con propósitos no tan verdaderos.
Puede que el tema sea una historia trillada entre medios de comunicación, analistas y periodistas, pero el asunto es que, con el pasar del tiempo, lejos de disminuir, la desinformación va cobrando auge cada vez que uno de nosotros se concentra en la pantalla de nuestros dispositivos para más tarde, sino compartir, al menos comentar y hasta sostener una mentira sembrada por alguien que finge una verdad.
A pesar de lo antes comentado, hoy están disponibles una serie de alternativas para la verificación la información que nos llega.
Por lo que, antes de compartir deberíamos hacernos varias preguntas, siendo la principal la confianza de la fuente, constatar que la información ha sido divulgada en medios de comunicación confiables y sin son independientes y especializados, el resultado es más ajustado a lo real.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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