Política y estrategia, por Gonzalo González
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El devenir político refleja que el régimen está al control de la situación y de que en el mediano plazo no se avizoran escenarios comprometedores a la gobernabilidad. El propio Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marcos Rubio, afirmó, en días pasados, que no se prevén cambios en Venezuela durante el 2025.
Lo anterior parece indicar que la lucha para generar un cambio político tomará un tiempo, lo cual no supone que el régimen se ha consolidado porque persiste la aguda y dilemática contradicción entre la agenda de la sociedad y la de quienes gobiernan, y la herida abierta en la ciudadanía por el fraude a la soberanía popular es muy reciente.
No obstante, el contexto político registrado la necesidad de un cambio político no solo persiste, sino que se ha acentuado porque la sociedad tiene la convicción de que quienes gobiernan no harán el viraje necesario en la gobernanza para sentar las bases hacia la superación de la crisis humanitaria compleja ni de los demás problemas que aquejan al país. De que sus intereses y convicciones políticas se benefician, aumentan y materializan con un Estado a la vez fallido y forajido.
La sociedad necesita de actores políticos y sociales que representen sus deseos de cambio y elaboren una política, estrategias y acciones para hacerlo viable y posible en el nuevo contexto político resultante del fraude. Sobre todo, en el de la conversión del régimen en una dictadura pura y dura.
Soy del criterio de que, ante las dictaduras, por razones de principio y por el retroceso civilizatorio que ellas representan no puede haber otro posicionamiento político que el de enfrentarlas con el discurso y en la acción. –Más aún cuando en el caso venezolano no es ni siquiera un autoritarismo modernizador-. Con el discurso cuestionándoles pertinencia, utilidad y no reconociéndoles legitimidad de origen alguno. En la acción con una política de resistencia sin ambages cuyo objetivo es crear las condiciones para desalojarlos del poder.
La política de resistencia no es sencilla de ejecutar y conlleva riesgos porque la disidencia es criminalizada. Para la dirigencia y militancia democrática de hoy es una circunstancia inédita porque se está acostumbrado a hacer política abiertamente en espacios que están cerrados o van a camino a serlo. Pero es la correcta y debe apalancarse en las debilidades y carencias del régimen en relación a los problemas de la sociedad y sus soluciones.
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En materia de estrategia lo mejor es no casarse a priori ni dogmáticamente con ninguna. La conveniencia de cualquier estrategia viene dictada por las circunstancias, su capacidad y utilidad para potenciar el objetivo perseguido. En esto lo recomendable es ser todo lo flexible y abierto que demanden e impongan las circunstancias.
La experiencia latinoamericana en la lucha contra las dictaduras con las diferencias del caso por las características propias de cada país y contextos particulares de cada proceso comparten: la intransigencia en lo referente a no reconocerle legitimidad a los regímenes de facto, a practicar una política de resistencia y a ser flexibles en cuanto a cuál estrategia llevar adelante para salir de las mismas. Esos posicionamientos han sido claves y decisivos en la mayoría de los casos.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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