Por los caminos del cambio, por Oscar Arnal
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El pueblo está triste y también siente rabia e impotencia. Sin embargo, en todos los rincones se respira un aire de que esto todavía no termina y que tenemos aún mucho por hacer: nuestra primera tarea íntima, individual pero también colectiva como sociedad es no dejarnos ganar por la tristeza o la inacción ante la feroz campaña desatada en contra de la voluntad popular, ejerciendo una represión sin precedentes. En algunas culturas milenarias la palabra crisis también significa oportunidad.
El tema de la infelicidad es complejo. Tiene que ver con las expectativas de realización de la persona y el pueblo: misión y objetivos alcanzados. Un joven venezolano contemporáneo de 25 años solo ha visto al régimen imperante; sin embargo han demostrado que llevan la libertad en el ADN, como la huella indeleble de nuestros derechos y nuestras conquistas civiles y militares a lo largo de la historia.
En estos días, semanas y quizá meses por venir, tenemos que alimentar el lobo bueno que tenemos dentro. Una antigua leyenda Cherokee narra que un nieto le pregunta a su abuelo: ¿quién gana en la lucha entre el bien y el mal? El viejo sabio le responde, dentro de cada uno de nosotros habitan dos lobos: el lobo bueno y el malo. El bueno es el lobo del amor, la paz, el perdón, la justicia, la solidaridad, la amistad…el lobo malo es el del rencor, la ira, el odio, el egoísmo, la codicia, el de los apetitos desordenados… El nieto lo increpa, ¿pero entonces quién gana abuelo? «ganará el que alimentes» y si alimentas al bueno ganará la felicidad y el orgullo de ser un venezolano comprometido por sobre la infelicidad, el cinismo, la mentira y la desesperanza aprendida.
De manera que en estos días tenemos que alimentar la lucha por la verdad. Para que se publiquen las verdaderas actas. Para que se abran las cajas o urnas que resguardaba el «Plan República» conducido por las FANB. Para que se cumpla nuestra Constitución y el camino de alternancia que marcó Bolívar en el Congreso de Angostura en 1819.
Los griegos asociaron el tema de la felicidad a las virtudes, la moral y la ética. El ser humano con la conciencia en paz era el hombre feliz. La biblia, la Torá y las santas escrituras hablan del hombre nuevo. Aquel ser humano que se lanza a la lucha como «el Quijote» para enderezar entuertos, sin medir las consecuencias y con una profunda conciencia del deber. Se diferencia de los que por necesidad se incorporan a los ejércitos mercenarios que se venden al mejor postor. Aquel que por ignorancia, miedo o resentimiento se prestan para hacerle daño a un vecino, a un conocido o a su propia patria y gente, traicionando el deber ser.
En los índices que miden la felicidad a nivel mundial, hay países que a pesar de gozar de una gran riqueza no aparecen entre los primeros de la lista. Eso no quiere decir que la riqueza no esté vinculada al tema del bienestar, pero definitivamente hay otros elementos esenciales. En estás más de dos décadas de desorden, autocracia y calamidad, se han dilapidado más recursos que nunca antes. Un ejemplo es el “Fondo Chino”. Hoy los niveles de pobreza, inflación, y salarios que no sirven para nada, alcanzan cifras récord.
No nos podemos quedar con los brazos cruzados. Recordemos la lección del horrible holocausto: «primero vinieron por los judíos y como yo no era judío no hice nada, después vinieron por los que no eran de raza aria y yo no hice nada, luego vinieron por los cristianos practicantes y como yo no iba a la Iglesia no hice nada, al final vinieron por mí y ya no quedaba nadie para defendernos»…Incluso hubo algunos que como Pilatos «se lavaron las manos» para que mataran a los judíos, a esos también los nazis los sometieron a todo tipo de vejámenes, torturas y exterminio.
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En esta hora aciaga y de mucha injusticia, recordemos el mensaje de Emaús, caminaban tristes y cabizbajos dos discípulos, Jesús había sido crucificado por las autoridades reinantes (no por el imperio español como lo señaló Maduro, sino por el romano), de repente se les acercó alguien, conversaron en el trayecto y se pararon para comer; entonces por la forma de partir el pan y consagrar el vino se dieron cuenta que era Jesús y que había resucitado.
La buena noticia nos tiene todavía aquí, de pie y ahora es cuando hay que dar el todo por el todo para saltar hacia la Venezuela de libertad que es un clamor nacional y un objetivo colectivo. Tengan seguridad que el cambio es una realidad…
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Oscar Arnal es profesor de Derecho Constitucional de la UCV
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