Por los caminos verdes…, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Recuerdo cuando era niña y escuchaba en la radio aquella canción de Rubén Blades y los Seis del Solar, «Caminos verdes», con su ritmo pegajoso:
«Voy llegando a la frontera… eeeh… eeeh… eaaeeh
Pa′ salvarme en Venezuela… eeeh… eeeh… eaeeh».
No la entendía hasta que ya, un poco más adulta, comprendí su letra. Y supe que Venezuela fue durante décadas la tierra de gracia para millones de inmigrantes que, huyendo de conflictos armados en sus países de origen, llegaron con apenas una maleta a cuesta, para hacer del nuestro su terruño amado.
Décadas más tarde, ver a cada venezolano partir por esos caminos verdes, buscando oportunidades de trabajo y progreso en otros países, dejando el pellejo y la vida en carreteras, selvas y aguas abiertas, me genera una profunda tristeza y una desazón que pega en el estómago.
Casi seis millones de venezolanos tomaron la drástica decisión de emigrar, empujados por un gobierno que lo único que ha sabido hacer es igualar en la pobreza y no en la prosperidad. Y que con sus acciones diarias demuestra que no tiene interés real ni voluntad política para resolver la crisis.
*Lea también: Vienen acompañados todos los miedos de la humanidad, por Luis Ernesto Aparicio
Muchos pudieron salir costeando boletos aéreos o terrestres, pero la mayoría no corrió con igual suerte. Hubo quienes, en un impulso frenético, se fueron con lo que tenían puesto y algunos dólares que, lamentablemente, tuvieron que ir dejando en las alcabalas venezolanas.
Más de un centenar de connacionales han muerto o desaparecido en las aguas del Caribe, tras el naufragio de las débiles embarcaciones en las que surcaban la mar. ¿Quién responde por ellos?
Otros tantos han caído en las carreteras internacionales, vencidos por el frío, el hambre, el agotamiento causado por extenuantes caminatas y precarias condiciones de salud. ¿Quién responde por ellos?
Unos más han perdido la vida ahogados en el río Bravo o han muerto o desaparecido en la espesura del Tapón de Darién, tratando de alcanzar el «sueño americano». Casi todos víctimas de «coyotes» o traficantes de seres humanos que, tras cobrar importantes cantidades de dólares, los abandonan en el trayecto como si se tratara de objetos inservibles, de basura, de desechos. ¿Quién responde por ellos?
Migrar es una de las decisiones más difíciles para cualquier persona e implica una responsabilidad enorme. Siempre recomiendo pensarlo muy bien antes de atravesar la frontera: definir a dónde ir, saber a dónde llegar, tener alguna oferta laboral segura, llevar el dinero suficiente para sufragar gastos de estadía y alimentación por lo menos durante uno o dos meses, no llevarse a los niños hasta tanto tengan estabilidad laboral.
Me pongo en los zapatos de quienes han tomado esa decisión tan drástica y me obligo a seguir trabajando cada día por lograr un cambio en Venezuela.
Este país tiene un enorme potencial de desarrollo, para el cual se necesita el recurso más valioso de todo: su gente.
Venezuela puede convertirse en «el milagro de América del Sur». Tal como Corea del Sur lo hizo a partir de la década de los 60, cuando protagonizó uno de los procesos de crecimiento más exitosos y sostenibles en el tiempo de toda la historia, apalancado en una gran inversión en educación de su capital humano; dando lugar a lo que muchos denominan como «el milagro económico coreano».
El país asiático, entre 1960 y 1990, tuvo una de las economías de más rápido crecimiento del mundo, que logró a través de la fabricación orientada a la exportación y a su fuerza de trabajo altamente calificada.
¿Es posible en Venezuela? Sí. Siempre y cuando haya un cambio de gobierno, y modelo que priorice la inversión social en educación, investigación, ciencia, salud y seguridad social; y que diversifique la economía, porque Venezuela no solo es petróleo.
Y sí. Cada día sueño con ver a miles de venezolanos atravesando de nuevo esos caminos verdes, pero para retornar a su patria, para formarse en profesiones y oficios que demande la reconstrucción del país; para tener oportunidades de desarrollo y progreso que se traduzcan en calidad de vida; para que puedan heredar a sus hijos y nietos esa tierra que ayudaron a levantar con sus propias manos.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo