Por qué dejé de creer en mantras, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Siempre fui un maleta como pronosticador. Mis panas me preguntaban a quién le iba, para apostar por el contrario. De adolescente me gustaba ir al hipódromo y casi siempre me tocaba regresarme a pie hasta mi casa por haber perdido todo. Por eso tuve que trabajar toda mi vida.
En los carnavales me las ingeniaba para convertirme en el jefe de campaña de alguna de las candidatas a reina del liceo. Debo confesar que eso perjudicó mi vida sentimental. No porque las demás compañeras se pusieran celosas sino porque mis asesoradas —que eran las que más me gustaban—, al llegar detrás de la ambulancia, me quitaban el habla hasta el día de la graduación
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En política me sucedió lo mismo. Desde que cumplí la edad para votar nunca di pie con bola. Tan es así, que mientras la gente bebía y celebraba esperando los resultados, yo me acostaba temprano con la seguridad de que no me tocaría celebrar absolutamente nada.
No es que haya sido «pavoso». No fue un asunto de mabita o de haber nacido a rin pelado y no enmantillado. Esa mala racha tenía que ver con mi pésimo olfato y creer en mantras que en nada me ayudaban a ganar. Por ejemplo, eso de «apostar siempre por el más débil» me fregó la vida. Lo del bendito «hay que obedecer al pálpito» también me llevó por la senda de la derrota.
Después de tanto palo, aprendí que hay que ser más racional. Eso que los marxistas llaman «el análisis de las condiciones objetivas» y que mi compadre Chuíto, sin haber leído a Lenin ni a Zun Tzu, tradujo como «mano segura no se tranca» o «si te da papaya, no lo peles». A la larga se convirtió en la brújula de mis futuras decisiones y mira cómo han cambiado las cosas.
Si bien no se debe subestimar al contrario, tampoco hay que sobrestimarlo en exceso porque te inhabilitas y te paralizas. Siempre encontrarás alguna fortaleza en el contrincante, nadie es mocho, pero evalúa tus propias fortalezas, a lo mejor con maña puedes vencerlo.
Recuerda que, de acuerdo a la situación, la estrategia cambia. Por ello hay que apartarse de los mantras que te entuban a repetir, en todos los casos, la misma manera de actuar.
Hemos tenido ejemplos de mantras que fueron inspiradores en un momento dado, pero también se convirtieron en obstáculos por asumirlos sin ver para los lados. No quiero causar urticaria, pero me atreveré a hablar de dos de ellos.
Uno es el conocido como el de los tres pasos. Según esta fórmula, aun teniendo la mayoría para ir a votar, teníamos que cumplir los dos pasos previos. El resultado fue que llegaron las elecciones parlamentarias y, fieles al mantra, no votamos y perdimos la AN.
Hay otro mantra que igual nos está inmovilizando. Ese mantra dice: «Nuevas elecciones-Somos mayoría-Votaremos solo si hay condiciones-No hay condiciones-No votaremos-Ellos ganan todo- Nuevas elecciones-Somos mayoría- Votaremos solo si hay condiciones-No hay condiciones-No votaremos-Ellos ganan todo-Nuevas elecciones…», y así, hasta el infinito y más allá.
Las condiciones no se construyen solas, ni tampoco se lograrán estando fuera de la contienda. Repetir el mantra de la abstención porque «esas elecciones están arregladas y por tanto perdidas», es subestimar nuestras fortalezas e inteligencia.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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