¿Por qué diablos se dividió la FEV?, por Américo Martín
Twitter: @AmericoMartin
Veinte años después de la clamorosa ruptura de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) en 1938, los del movimiento estudiantil perseguido por la dictadura perezjimenista procederemos a organizar, a legalizar el clandestino Frente Universitario. Fue así como concebimos la Federación de Centros Universitarios (FCU), heredera lejana de la FEV y cercana de la FCU destruida en los primeros años del régimen militar.
¿Influyó la crisis de la FEV y UNE de 1938, en el carácter unitario asumido por las flamantes FCU de 1951 y 1958?
En estos dos casos no se organizaron estructuras estudiantiles paralelas. Se volvió a diferenciar la dimensión gremial de la política y por lo tanto se dio cabida a todos los estudiantes sin separaciones banderizas. Se impuso esa importante orientación por la necesidad de enfrentar juntos en 1951 a los autócratas militares y luego, en 1958, para proyectar al esfuerzo de reconstrucción universitaria el espíritu de unidad nacional del 23 de enero.
Debido a eso, la juventud copeyana, heredera directa de la UNE volvió a la unidad con las juventudes de AD y comunista, herederas de la FEV. De 1958 a 1969 funcionó la unidad, se mantuvo la FCU pluralista, se preservó la armonía, se manejaron con ejemplar destreza las relaciones de convivencia. La dirección estudiantil trabajó unida, armónica y con mucho sentido de los altos fines comunes. Éramos rivales en las campañas estudiantiles y socios respetuosos del mandato expresado en los votos.
Sin embargo no hay felicidad eterna. Todo funcionó de manera tan plausible solo hasta la irrupción del radicalismo fundamentalista y la costosa desviación guerrillera. No obstante, la juventud copeyana, sin duda valorando críticamente la experiencia de la UNE, se limitó a separarse de la FCU sin anunciarlo en una proclama formal y sin diseñar, como en el pasado, una organización estudiantil paralela.
Mucho más tarde fue cuando vine a reflexionar con más profundidad sobre esos temas. Entendí mejor el desenlace rupturista de 1938 y el de 1961 cuando leí en 1975 (catorce años después) un ensayo de José Rodríguez Iturbe publicado en la revista socialcristiana Nueva Política, destinado a analizar ese acontecimiento. Por lo menos esos y varios otros momentos de la historia, hasta donde alcanzaba a saber, no habían sido analizados con similar densidad por nosotros, los sectores de izquierda de entonces.
Los hechos fueron muy singulares. La crisis no la protagonizaron Caldera y Betancourt, sino Caldera y Jóvito, quien curiosamente, aunque ya había renunciado a la presidencia de la FEV, conservaba intacta su enorme influencia en ella. Claro que Rodríguez Iturbe, un hombre afectuoso y muy bien formado hala, por así decir, la brasa para su sardina, pero en conjunto sus opiniones me esclarecieron no poco un incidente importante del cual, como digo antes, jamás me había ocupado con la debida seriedad.
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Jóvito y Rómulo competían por el liderazgo, a pesar de su fuerte amistad personal. Caldera estaba aún en la FEV, pero Betancourt no. Se había salido de la órbita estudiantil para fundar un partido, ARDI, mientras Jóvito se disponía a hacer de la FEV algo como una plataforma propia para solidificar su participación en la política. Al personalizar de tal manera la FEV, ésta perdió amplitud y restringió el margen de su pluralismo. Rodríguez Iturbe atribuye a semejante viraje, la separación de los socialcristianos.
No tenían razones para acompañar a Jóvito en sus decisiones político-ideológicas. Con base en semejante premisa –concluye también Rodríguez Iturbe– la FEV de 1936 no podía ser igual a la de 1928. Nacida ésta última de y para los estudiantes sin distingos ideológicos, no podía desintegrarse por causas políticas, alejadas de la realidad. De la organización presidida por el bachiller Raúl Leoni, a la presidida por el bachiller Jóvito Villalba habría una importante diferencia a favor de la primera.
El momento más y mejor recordado de la FEV del 28 fue la celebración de la supuestamente floral Semana del Estudiante y la elección de Beatriz I. Ese programa de actividades fue directamente respaldado por la totalidad de los estudiantes democráticos.
La tesis de Rodríguez Iturbe, según pienso, pasa por alto algo fundamental: el drástico cambio político ocurrido a la muerte del general Gómez. Los estudiantes dirigidos por Leoni reaccionaban sin diferencias entre ellos contra una negra dictadura. No tenía sentido profundizar diferencias cuando solo había una opción.
En cambio Jóvito actuaba en tiempos de vida democrática, cuando el pluralismo necesitaba expresarse a través de corrientes universales envueltas en legítima y necesaria competencia. Eso obligaba a la búsqueda de cauces diferentes y muchas veces enfrentados. Para darle más cuerpo a su peculiar FEV y asociarla más férreamente a su persona, Jóvito fundó un semanario entre cuyos colaboradores estaban Juan Liscano, Carlos Augusto León, Héctor Guillermo Villalobos y otros futuros ilustres intelectuales y políticos. Seguía siendo un movimiento amplio y representativo, pero ya no tan plural como el anterior.
Si la primera consecuencia de esa especie de reducción sectaria de la FEV fue la salida del grupo dirigido por Caldera quien como he dicho se desplazará hacia la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), la segunda tuvo relación con Jóvito mismo. Su base orgánica entró en proceso de agotamiento. Porque con todo, cualquier tipo de estructura diseñada sobre una base estrictamente estudiantil nunca podrá evitar la proliferación de criterios en pugna. En esa eventualidad su cohesión estará en duda y por consiguiente lo estará su eficacia, salvo si se convierte en una secta, en cuyo caso no hubiera guardado ni sombra de representatividad.
Como en cambio ARDI logró consolidarse, Betancourt comenzó a predominar sobre Villalba en el liderazgo democrático. La organización superaba a la emoción. Pocos como Betancourt habían percibido la entrada de los partidos en el escenario. Era su hora.
Américo Martín es abogado y escritor.
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