¿Por qué fracasan las estrategias pedagógicas?, por Rafael A. Sanabria M.

El término estrategia tiene su origen en el aparato militar, pues esta institución fue pionera de su aplicación, para maximizar el éxito en la empresa a acometer. Posteriormente el rector educativo lo adopta para conseguir buenos resultados en la práctica docente.
Habría que preguntarles a los docentes si poseen una definición clara de la palabra estrategia. Es probable que al instante una legión de educadores dirá que sí, aunque otra cosa dirá el ejercicio real de la función docente, en el acto de planificar. Las aulas escolares están minadas de docentes confundidos que, aunque egresados de institutos pedagógicos y universidades prestigiosas, no tiene un concepto claro de lo que son estrategias y sólo construyen simples actividades.
Insisto, yo, maestro, debo hacer una autorreflexión sobre mi formación académica y reconocer cuales son mis limitaciones intelectuales. Puede considerarse una tarea de poca importancia, pero la revisión reviste gran relevancia, ayuda a reducir el alto porcentaje de mudas mutilaciones humanas. Una estrategia mal diseñada u orientada sería como el comején que lentamente se va comiendo la madera hasta acabar con su vida útil. Así sucede con los humanos. Las estrategias inadecuadas o inexistentes, dirigidas al estudiante hacen monótona el aula, generan deserción escolar, indisciplina y hasta un clima de convivencia divergente.
Es una gran verdad, pero también es cierto que hay descuido por auto formarse, por investigar y a su vez por practicar, para minimizar las debilidades que acarrea redactar, sin acierto, una estrategia de aprendizaje
Es común escuchar “he hecho hasta lo imposible y los muchachos no aprenden a multiplicar”, o a leer, acentuar, escribir correctamente o simplemente vemos con ojos de indiferencia que las estrategias aplicadas no permiten alcanzar el logro de las actividades y no nos detenemos mirar para revisar en que estamos fallando. Sin pensarlo se comete un asesinato sin arma, en almas inocentes.
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El proponer estrategias de aprendizajes implica estar claro en la metodología a quien va dirigida, sea al docente o al estudiante. En muchos casos no hay una visión clara de lo que se requiere, simplemente se escribe por escribir, tal vez por salir del paso. El docente que al redactar una estrategia no da respuesta al para qué la diseñó, solo se ha limitado a ejecutar una actividad.
No es lo mismo decir “los estudiantes usando materiales de rehúso construirán una máscara, para expresar las distintas formas del arte” a, por el contrario, decir “elaboración de máscaras”. En la primera se expresa el para qué, mientras que en la segunda se limita a una actividad. Este ejemplo nos revela un amplio panorama para entender qué es lo que estamos haciendo en el acto de planificar, si estamos desarrollando estrategias o simplemente actividades.
El llamamiento es a reflexionar, auto corregirnos y evaluarnos con objetividad, porque de nuestra práctica docente depende el progreso o retroceso de nuestra educación, base fundamental de la sociedad
La idea no es quejarnos sino aplicar una profunda reingeniería a la operatividad educativa, ejecutar los procesos con adecuación. Una estrategia mal implementada es un sueño mutilado.
Qué tu estrategia sea proactiva, no destructiva. Señala caminos. Sé parábola de luz, no de oscuridad y ceguera.