¿Por qué hace 80 años Venezuela recibió a tantos vascos?
Hace 80 años Venezuela recibió al primer grupo de exiliados vascos, quienes fueron recibidos con los brazos abiertos por el gobierno de Eleazar López Contreras
Autor: Koldo San Sebastián e Iñaki Anasagasti
Estamos recordando estos días el 80 aniversario de la llegada de la primera expedición vasca de exiliados a Venezuela. La guerra mundial estaba en ciernes y tuvo que haber gentes que movieran el asunto.
Veamos cómo fue esta historia.
Y es que Venezuela sigue siendo referencia imprescindible en la historia del exilio vasco. La petición venezolana de que fuesen militantes del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y con oficios y profesiones específicas la mayoría los que ingresasen en aquel país marcará durante casi cuatro décadas el carácter de la comunidad vasca.
Hablamos del PNV porque la embajada de Franco se había encargado de decir que los republicanos, perdedores de la guerra, eran todos comunistas y como los del PNV eran católicos, las autoridades venezolanas hacían esa salvedad. El Gobierno Vasco hizo lo posible para que en los contingentes a salir primaran otras características como el tipo de mano de obra que necesitaba en aquel momento Venezuela. Para que no hubiera discriminación alguna.
Hay que recordar que el Gobierno de Aguirre estaba compuesto por nacionalistas, socialistas, dos republicanos, un comunista y uno de Acción Nacionalista Vasca (ANV). Era pues obligado hacerlo así, pero sin dejar de tener en cuenta que la propaganda franquista había hecho mella en las autoridades venezolanas que venían de la dictadura de Juan Vicente Gómez, fallecido en 1936. Gobernaba su ministro de Defensa Eleazar López Contreras y a éste le sucedió asimismo su ministro de defensa Isaías Medina Angarita.
Pero, no solo la ideología nacionalista marcó el carácter en el verano de I939, los miembros nacionalistas del Gobierno Vasco y la dirección del PNV se reunieron durante tres días en París para decidir cómo debía ser aquella emigración y que uno de los asistentes, Jesús María de Leizaola, resumió en nueve puntos:
«Apoyo a la emigración para la colocación industrial y comercial.
Fundación de empresas económicas, que sean complemento de la economía de Euzkadi.
Solo se enviará gente con características de profesiones y oficios económicos. Resolver las dificultades que pueda haber es economía y comercio, no política.
Enviar gentes que puedan resolverse fácilmente la vida, para, si nos faltan medios para mantener las instituciones, tengamos donde acogernos. Se debe ir a la creación de una flota de comercio, pues tenemos
1.800 marinos, entre ellos, 108 capitanes y toda la plantilla de nuestra marina mercante.
No debe haber delegados ni representación oficial. La historia de la guerra de los vicuñas en América del Sur; demuestra que no se puede ir con afanes imperialistas. Soy partidario de que sepamos entrar allí como en casa ajena, y proceder de tal modo, que no demostremos ser un cuerpo especial y creyéndonos superiores a nadie. No ir con espíritu de superioridad. No vayamos a crear una verdadera xenofobia.
Las familias dispersas no crean ningún problema. Lo que crea los problemas es la Organización, y tengo mucho miedo de que vayamos a esto.
Que nadie lleve ninguna representación, para que no tengan el pretexto de meterse en los negocios particulares de los vascos.
La propaganda que se haga debe estar hecha desde Francia, y las relaciones con aquellos que se lleven desde Anglet”. (J.M. Leizaola: Conclusiones)
Los primeros contactos
La historia comenzó cuando, en 1938, Jesús María de Leizaola, consejero de Justicia y Cultura del Gobierno Vasco se reunió en París con el representante para Europa del Instituto de Emigración venezolano, Eduardo Monsanto. A finales de aquel año, se había formado en Venezuela un grupo de presión que inició una campaña favor de la inmigración vasca integrado por intelectuales como Miguel Otero Silva, Andrés Eloy Blanco, Jovito Villalba, Arraiz, Gonzalo Salas o Rafael Pizzani.
Dentro de esa campaña, el 14 de mayo de 1938, el doctor Simón Gonzalo Salas presentó un informe titulado Inmigración Vasca para Venezuela. Parte de este fue editado en forma de folleto del que se hizo una tirada de 2.000 ejemplares. El informe de Gonzalo Salas dio lugar a duras críticas de los periódicos falangistas, caso del Diario Hierro de Bilbao.
En 1938, se habían producido asimismo dos hechos de singular importancia. Por un lado, Venezuela reconocía al Gobierno de Burgos (franquista). Por otro, se aprobó el Plan Trienal que debía marcar la actividad del régimen de López Contreras en los próximos años. En el Punto 7 de ese Plan, se decía: «Nuestra demografía es estacionaria y por consiguiente necesita aportes de sangre nueva que promuevan su favorable crecimiento. Venezuela no será jamás un gran país sin un paralelismo armonioso entre su potencialidad económica y el factor humano». Con la puesta en marcha de este Plan, se creaba el Instituto Técnico de Inmigración y Colonización.
En este marco, se produjo el informe del doctor Gonzalo Salas. Este partía de la premisa de la necesidad que tenía Venezuela de una inmigración proclamada en todos los medios de comunicación y recogida en el Plan a que hacíamos alusión: «La inmigración es pues una necesidad que no admite discusión; y no la admite, porque no nos decidimos a afrontar el problema y a resolverlo de manera metódica y racionalizada, tal vez estemos condenados a desaparecer del concierto de los pueblos libres”.
Simón Gonzalo Salas defendía una emigración homogénea y políticamente moderada (que debía, por un lado, compensar el temprano reconocimiento del régimen franquista y, por otro, no avivar las iras de los influyentes sectores anticomunistas). Se daba cuenta que una inmigración incontrolada podría hipotecar el país y ponía, como ejemplos negativos, los de Argentina y Brasil. Por el contrario, era partidario de lo que calificaba como experimento australiano.
En un momento de su Informe, Simón Gonzalo Salas se preguntaba, ¿Dónde están esos emigrantes?: «Esos emigrantes son por ahora 80.000. Son vascos y están en la actualidad en Francia, deseosos de venir. Podría decirse que hoy están huérfanos de su gran Patria y acogerían a la nuestra con el músculo y con el corazón. Están exentos de tutelaje extranjero y, por tanto, con ellos está salvado el más grave inconveniente cuando se presente el problema de la inmigración».
De los vascos exiliados, Gonzalo Salas se centraba en concreto en los pertenecientes al Partido Nacionalistas Vasco: «La ideología político-social del PNV no se amolda ni con la concepción marxista de las sociedades humanas, ni con la mentalidad petrificada del elemento conservador, enemigo de toda innovación justa y ajeno a los principios de una justicia social bien entendida”.
No fueron éstas las únicas gestiones. El embajador de Venezuela en Cuba, Alberto Smith Zárraga, amigo personal de un exiliado vasco, el doctor Luis de Aranguren, realizó gestiones directas con el general López Contreras con los mismos fines señalados anteriormente.