¿Por qué no hay un estallido social en Venezuela?, por Beltrán Vallejo
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A pesar del reguero de protestas casi que diarias, especialmente generadas por la crisis de los servicios públicos o por la escasez de gasolina o por la escasez de gas doméstico, en Venezuela no aparece el gigantesco rupturismo social que se viene anunciando desde hace años.
En verdad el régimen de Maduro parece invencible y satisfecho con su férreo control mediante el estómago o por el miedo o por la sinvergüenzura.
El fin de semana pasado se cumplió un aniversario del denominado “Caracazo” o “sacudón”; me refiero al estallido social del 27 y 28 de febrero de 1989 que incendió las principales ciudades del país y se saldó con miles de muertos y una marea de heridos, detenidos, torturados y desaparecidos.
Recalco que hoy la crisis económica es peor que peor, si la comparamos con la del año 89.
Hoy la crisis social es más calamitosa, el hambre es cuatro veces más, la escasez es ciclópea, la hiperinflación parece un castigo como los que están en la Biblia; y, sin embargo, Maduro y su régimen han capeado el temporal.
Pareciera que la masacre ejecutada por el gobierno de Carlos Andrés Pérez en aquellos días del año 89 dejó una huella terrible de miedo soterrado que bloquea el levantamiento de las pobladas en los cerros de Caracas.
Sí hay ira y hay frustración, como lluvia ácida sobre una Venezuela abusada; pero ha calado más un sentimiento de resignación, mansedumbre y amansamiento. Y más ha calado la desmoralización, que se expresa con simplemente esperar que caiga el bono del Carnet de la Patria; que se expresa así mismo con la paciencia de esperar la caja del Clap, y que se manifiesta también cuando vamos a una carretera como vecinos y le colocamos obstáculos para que el camión cisterna de agua aparezca y sacie nuestra sed y hasta allí llegó la lucha. Es la pasividad del que simplemente espera a que el muchacho que está en el Perú, trabajando de lunes a sábado, mande la remesa para hacer el mercado.
Maduro está gobernando y punto. Que lo hace mal, con abuso de autoridad y corruptamente, que lo hace jugando con las necesidades del pueblo y que desgobierna más que gobierna, que la incapacidad es la que reina, pues claro que hace todo eso y hasta ahora ha sorteado el estallido social.
Las últimas protestas masivas de calle en este país, las más cercanas, fueron en el 2017; igual que cuando tuvimos a un Carlos Andrés Pérez y a un Ítalo del Valle Alliegro de aquella época, se saldó con un mar de muertos, heridos, torturados y con cárceles atiborradas de estudiantes.
Las masacres han pasado en la cuarta y también en esta quinta república de caudillos matones, de feudalismo embrutecedor y de desalmada Doña Bárbara, pues vivimos como se vive en esa novela de Gallegos.
Si me preguntan, ¿cómo definiría al venezolano en su mayoría?, yo diría que es una víctima en potencia; llevamos algunos años con esa condición, y que además de ser víctimas parece que estamos de rodillas.
¿Cómo es posible que se viva en un país sin salario y eso no haya generado un estallido social?
¿Cómo es posible que Maduro se ufana de que va a vacunar primero con la Sputnik V a los miembros de su personalísimo partido político y no ha provocado la rabia colectiva? ¿Cómo es posible que ya van varios procesos electorales fraudulentos y ni un cauchito quemado por alguna calle?
La candela del 27F se congeló en el pasado.
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