¿Por qué no renuncian?, por Teodoro Petkoff
Si la «banda de los cuatro», que oficia desde el CNE, tuviera un mínimo de decoro renunciaría a los cargos que ejercen sus integrantes, como rectores del organismo comicial. Por supuesto, no lo van a hacer, pero deben saber que buena parte del país está muy insatisfecha con su comportamiento durante la campaña electoral. De renunciar seguramente serían sustituidos por gente aún más obsecuente que ellos –si esto fuera posible–, pero la renuncia es una opción de dignidad personal que tienen abierta.
Permitió la «banda» abusos incalificables, llegando a los extremos de justificar muchos de ellos, con argumentos especiosos, propios de activistas del oficialismo y no de árbitros a los que se supone imparciales.
Todavía ayer pudo verse a Tibisay Lucena tratando de excusar el delito electoral cometido por Tarek Williams Saab con la mentirota de que igual comportamiento habría tenido el gobernador del Táchira, César Pérez Vivas. Hasta estos extremos se ha llegado. Por supuesto, la señora Lucena muy probablemente nunca va a pedir excusas por la falsedad que divulgó y también es muy poco probable que tanto Tarek Williams como Aristóbulo, quienes votaron dos veces, sean sancionados, como sí lo fueron algunos ciudadanos que fueron víctimas del mismo percance pero a los cuales se les negó, por cierto, en estricto cumplimiento de la ley, el privilegio de votar de nuevo. Pero es que a la Ley del Sufragio la «banda de los cuatro» le ha dado la forma de un embudo.
Insistimos en que el problema en Venezuela no está en las máquinas de votación, que realmente componen un sistema moderno y eficiente, prácticamente invulnerable a las marrullerías que se adelantan en la campaña misma. Afortu nadamente, ese sistema está blindado incluso frente a la propia «banda de los cuatro», pero, desgraciadamente, el lapso de la campaña no lo está. De modo que esta se asemejó mucho más a una campaña electoral en Bielo rrusia y en Zimbabue (aunque sin los niveles de violencia de esta última) que a las de países democráticos.
Desde luego que no puede explicarse la victoria del Sí tan sólo por el ventajismo, pero tampoco se puede ignorar que un porcentaje no desdeñable de votos a favor de esa opción fue producto del miedo, del chantaje y de la avasallante utilización de todos los recursos del Estado para forzar a varios centenares de miles de votantes a sufragar contra lo que les dictaba su conciencia. Lo que nos falta es que la «banda de los cuatro» tome en serio la involuntaria mamadera de gallo de Jesse Chacón y Jorge Rodríguez y anuncie medidas para «equilibrar» las futuras campañas electorales, porque, según estos próceres de la ética, la que acaba de concluir estuvo sesgada a favor del No.