¿Por qué ocurrió lo que ocurrió?, por Gonzalo González
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El 2024 es año de elecciones presidenciales, pero no de una cualquiera, se celebrarán en un contexto nacional demandador de definiciones claves sobre el futuro del país. Cambio o continuismo es la disyuntiva central por la situación del país y la influencia de su resultado en todos los aspectos de la vida nacional.
Ha comenzado el mismo, con actos y presagios preocupantes: una ola represiva desatada desde el oficialismo, intitulada «Furia Bolivariana», justificada en la existencia (once again) de una supuesta conspiración en marcha impulsada por el imperialismo y la oposición democrática para desestabilizar al gobierno revolucionario. El órdago tiene su culmen en la ratificación de parte del TSJ del veto (envuelto en el formato de inhabilitación) a María Corina Machado (MCM) para ser candidata presidencial. Lo último deja a la oposición democrática, por los momentos, en la situación de no poder inscribir su candidatura cuando corresponda.
Probablemente, en los próximos días, de manera ventajista en el manejo de los tiempos, el CNE convoque formalmente el proceso electoral en fecha cercana para complicarle a la oposición la resolución del inconveniente que significa el veto a MCM.
Esas decisiones y acciones antidemocráticas son esperables, congruentes con la condición no democrática del chavismo y su vocación dictatorial (que lo hace poco propenso a negociar en asuntos referidos a la conservación del poder). Están persuadidos de que las ganancias eventuales de las mismas superan los costos; además de servirles como test sobre las reacciones endógenas y exógenas a producirse.
Calzan con la estrategia chavista para crear condiciones propicias para un triunfo electoral a despecho del mayoritario deseo de cambio y a su condición de minoría política. Esas condiciones pasan por impedir la participación efectiva de una candidatura unitaria de la oposición democrática con la capacidad de representar el rechazo al régimen como lo es la de MCM. La existencia de candidaturas de sectores no chavistas (Ecarri, Rausseo, Martínez, Bertucci, Brito…) pero subordinadas y deudoras del oficialismo para tratar de dispersar el voto opositor.
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La acción parcializada del CNE. La concreción de las tres anteriores situaciones aunada a los efectos de la Furia Bolivariana induciría a un inmenso sector de la ciudadanía a la desesperanza, a la creencia de que no hay nada que hacer y por tanto a la abstención; otro de los escenarios buscados por la estrategia roja.
Las decisiones y actos referidos convierten en papel mojado los recientes acuerdos de Barbados. Es evidente que el oficialismo siente que lo acordado lo perjudica y que lo logrado es insuficiente para sus intereses. Maduro, a principios del año, exigió «el levantamiento de todas las sanciones sin contrapartes» esa y otras posturas y acciones fue el preludio de la infeliz decisión del TSJ. Prefirieron cortar por lo sano, rápido y temprano.
La Joya de la Corona en todo este tira y encoge es la candidatura de MCM. No la permitirán a menos de que los costos de insistir en el veto sean mayores que los beneficios y para eso deben ocurrir algunas cosas que no están presentes todavía o no en la magnitud necesaria.
¿Quiere decir lo anterior que todo está definido y resuelto? ¿Qué el chavismo se decantó por el formato nicaragüense y la Furia Bolivariana es el inicio de todo? Creo que hay juego todavía, a condición de que los tiempos se manejen realistamente y se haga lo pertinente.
El chavismo se juega mucho y la dureza de enero puede ser también una manera de elevar la apuesta para obtener mayores beneficios en un proceso de negociación, de nuevo en crisis, pero no clausurado definitivamente.
El desenlace del forcejeo político estará condicionado por la correlación de fuerzas resultante de la confrontación entre las estrategias enfrentadas. Situación en la cual es clave el respaldo activo de la ciudadania, pero él solo no alcanza.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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