¿Por qué perdió Kamala Harris?, por Alexander Cambero
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En primera instancia, ser coautora de una gestión administrativa que fracasó estrepitosamente en materia económica. El gobierno de Joe Biden contribuyó con sus políticas al crecimiento del desempleo de tal magnitud que densas capas de la población sintieron el cimbronazo. Tuvo la desgracia de la crisis originada por la pandemia que se tradujo en una recesión que no ocurría desde la gran depresión de 1929.
Si bien comenzó una buena recuperación en los últimos tiempos, la sensación de vivir en la pobreza es algo que no pudieron superar. El manejo presidencial de la coyuntura histórica no logró revertir la opinión general.
El liderazgo de los Estados Unidos en el planeta perdió terreno ante el crecimiento de China. Sus posiciones no tuvieron la fortaleza tradicional norteamericana. Toda esta carga tuvo que llevarla sobre sus espaldas Kamala Harris durante un corto periodo de tres meses como abanderada demócrata.
La crisis migratoria acentuada a diario con esa larga caravana de seres que huyendo de sus países llega para buscar el sueño americano. Una gravosa carga para una nación sin respuestas en este ámbito. La administración de Joe Biden se transformó en una réplica inocua. Para el ávido elector norteamericano, Kamala Harris también es responsable del resultado político. Ella funciona en ala este de la Casablanca, a poca distancia del área presidencial. Son en definitiva un camino que cobra las verdes y las maduras. La aspirante demócrata tuvo que probar las verdes con sabor a la amargura.
Existen errores estratégicos que configuraron el cuadro final. Ante la crisis interna por la abrupta salida de la carrera presidencial de Joe Biden han debido brindarse. Fue un costoso error no haber escogido como candidato a vicepresidente al gobernador de Pensilvania Josh Shapiro. Es un funcionario con una proyección extraordinaria que le hubiese permitido ganar la entidad, un estado clave para lograr el objetivo. Ella se decantó por el gobernador de Minnesota, Tim Walz, en la búsqueda de atraer el voto de los trabajadores y pequeños y medianos empresarios. La estrategia no funcionó porque la falta de punch del abanderado se hizo notoria.
Kamala Harris no supo sostener su gran momento de campaña y no es otro que el debate presidencial. Allí la demócrata vapuleó a Donald Trump. Una felpa que observó todo el mundo. Fueron sus instantes de gloria. ¿Qué le faltó? Darle mayor contenido a su propuesta. Explotar sus debilidades e incoherencias hasta el punto de marcar una diferencia. El error estuvo en creer que con solo haber ganado el debate bastaba.
En la política los escenarios se transforman a diario. Saber leerlos hace la diferencia entre aquel que gana o pierde. Donald Trump, aturdido por la tunda, se refugió en sus afluentes. El magnate comenzó a manejar un discurso dirigido a las raíces norteamericanas, supo explotar esas verdades que subyacen en la genética emocional de los seres de la unión. Planteó temas que el estadounidense cree. Alentó el miedo al totalitarismo hasta calentar el caldero con los viejos ingredientes de saber aplastar a quien se le imponga.
Hizo una campaña de comediante al estilo norteamericano. Se mofó de todos y terminó liquidando a una Kamala Harris que se cocinó en la propia salsa de la nulidad. En esos leños ardientes hizo brotar el conservadurismo. Subrepticiamente, deslizó la idea que una mujer no puede dirigir los destinos de Estados Unidos, y menos una fémina de color con raíces africano—jamaiquinas. Qué ella no estaba preparada para enfrentar a China y Rusia en cualquier terreno ¿Quién mejor para hablar con Vladímir Putin y Xi Jinping en igualdad de condiciones que aquel que manejó negocios con ambas naciones? Que la crisis del medio oriente con la presencia de Israel enfrentando a los santuarios del terrorismo era para asumirla con los testículos articulados y no con los ovarios.
Ni hablar del conflicto con Ucrania. Un tema hecho para la experiencia en la diplomacia presidencial. La crisis migratoria es un tema donde se tienen que tomar decisiones sin que tiemble el pulso. Tampoco la economía norteamericana en tiempos tan complejos. En definitiva que una mujer no tendría la fortaleza a la hora de tener que asumir una política. Esos conceptos puritanos se mantienen ocultos en el subconsciente de esa sociedad. Paradójicamente, es libertina en muchos aspectos y extremadamente conservadora cuando se trata del gobierno y sus intereses como nación. Siempre en la búsqueda de un enemigo que Trump supo dimensionar acusando a su contrincante de todos los demonios en existentes en el infierno.
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Kamala Harris comienza a desplomarse en el último mes. No pudo contrarrestar la estrategia republicana. Los demócratas perdieron su centro político acercándose más a la adhesión de figuras del espectáculo que volver a sus raíces ideológicas que no son para nada comunistas.
Fallaron en presentar una propuesta que resaltara los principios de la nación desde una perspectiva moderna. Hoy han cedido un gran terreno. Perdieron la presidencia, las dos cámaras y una buena cantidad de gobernaciones. Solo que en la democracia no existen reinados eternos. Tiempos de Donald Trump veremos cómo actúa, siempre será una moneda al aire.
Alexander Cambero es periodista, locutor, presentador, poeta y escritor.
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