¿Por qué un cereal importado en Venezuela cuesta más del doble que en EEUU?
La diferencia entre el precio de un mismo producto en el país del norte y nuestra tierra se debe en parte a los costos del transporte desde que el artículo es comprado allá hasta que llega al anaquel, incluyendo sobornos que los distribuidores se ven obligados a pagar en los puertos
Con 37 dólares en Estados Unidos una persona puede comprar 18 kilos de arroz basmati en Walmart, una de las cadenas minoristas más grandes del país norteamericano. En Venezuela, ese dinero apenas alcanza para adquirir la mitad (9 kilos).
En los bodegones y tiendas online, negocios que han proliferado en medio de la peor crisis económica de la historia del país, la gran mayoría de los productos importados se expenden a precios que superan con creces los del país del norte. Incluso aquellas personas que pueden adquirir artículos en estas tiendas –solo 3% de los venezolanos, según la encuestadora Nielsen- pagan el doble o más de lo que desembolsa un consumidor en la tierra del Tío Sam.
“En el bodegón del Eurobuilding las gomitas nutritivas (colágeno y vitaminas) marca Nature’s Bounty (usadas para el cuidado del cabello, piel y uñas) estaban en 32 dólares, cuando afuera cuestan entre 6 y 8 dólares. Es una exageración”, dijo Mariana García, consumidora.
En Venezuela una caja de 1,2 kilos de Corn Flakes de Kellogg’s con dos bolsas cuesta 17,50 dólares, más del doble que en el país norteamericano donde ambos paquetes los venden por un total de 7,28 dólares, y con entrega al día siguiente.
Una tienda virtual venezolana de comestibles y productos de higiene vende un par de bolsas de Oreo O’s en 17 dólares. Con ese dinero, un estadounidense puede comprar seis bolsas del cereal, a razón de $6,94 cada una
La tienda online ofrece en 6 dólares un shampoo de 340 ml elaborado por la multinacional Procter & Gamble, casi 3 dólares más que el precio del producto en Walmart, donde cuesta 3,47 dólares. Una presentación de 500 ml de enjuague bucal antiséptico sale 2,53 dólares más caro que comprarlo en un establecimiento en Estados Unidos, donde un consumidor gastaría 5,47 dólares.
La diferencia entre el precio de un producto en Estados Unidos y en Venezuela responde a dos factores. Uno de ellos son los costos del transporte que surgen desde que el bien es comprado en ese país hasta que llega al anaquel o al almacén, incluyendo sobornos que los distribuidores se ven obligados a pagar en el puerto para agilizar el proceso e incluso algunas veces para eludir trámites y el pago de impuestos aduaneros.
«Nosotros pagamos el servicio puerta a puerta para traer los productos a Venezuela. Vienen en barco y tardan tres semanas en llegar. A veces pagamos más por el envío que por el producto. Los envíos se pagan por volumen, por eso los cereales salen tan costosos porque es más caja que cualquier cosa”, explica el vendedor de la tienda online, quien solicitó el anonimato.
El encargado de un bodegón ubicado en Santa Mónica, al sur de Caracas, afirmó que el envío puede salir hasta cinco veces más de lo que costó la mercancía, dependiendo del tamaño de los productos.
Solo 4% de los productos que venden son nacionales, el restante 96% viene de Miami y Colombia. Los empaques de los alimentos, medicinas, chucherías, productos de higiene personal y de limpieza del hogar tienen pegados papelitos fosforescentes con los precios expresados en dólares.
De Estados Unidos llega principalmente en contenedores, servicio que se cobra por metro cúbico utilizado. “Hay productos que son cajas grandes y el espacio que ocupan puede costar mucho más de lo que pagamos por ellos”, aseguró el vendedor.
Para muestra, un botón: la factura por un cargamento de helados comprados hace un mes en EEUU fue de 640 dólares y solo el envío costó $1.400, en parte por el sistema de frío requerido para el traslado
El economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, explica que hay factores ligados a la cadena de comercialización que inciden en el precio: “probablemente el dueño de un bodegón tiene una persona que compra el producto en Miami, otra que lo trae a Venezuela, otra que lo saca del puerto y otra que lo compra y después se lo vende al bodegón. Hay unas fases antes de que ese producto llegue al consumidor final y en todas esas fases se van imputando costos y margen de ganancia”.
El experto aclara que no necesariamente el que tiene el bodegón es el que trae el producto. “El servicio puerta a puerta maneja grandes volúmenes. Un container mínimo puede costar entre 30.000 y 40.000 dólares, y probablemente el comerciante no tiene ese músculo y le termina comprando a un distribuidor”.
El 26 de agosto, llegaron de Miami al bodegón en Santa Mónica unas golosinas que costaron en total 1.060 dólares. El envío fue de 430 dólares, porque se las ingeniaron para no pagar más. Sacaron los productos de sus cajas y los colocaron en unas pocas para que fuese menor el espacio utilizado en el contenedor. “Se tuvo que jugar estratégicamente para no ocupar tanto espacio y no aumentara el costo del envío”, añadió el encargado del bodegón.
En el establecimiento venden la crema dental Colgate Cavity Protection en 5 dólares. En Estados Unidos un consumidor puede comprar tres cajas de esa misma presentación por 4 dólares. Y con los 8 dólares que cuesta en el bodegón el frasco de salsa de tomate Heinz de 1,25 kilos se podrían adquirir dos en el país norteamericano
“En Venezuela los productos son más caros que afuera. Todo me parece muy costoso, no vi nada económico en comparación con otros establecimientos de la zona”, dijo Marisol Aponte, una mujer de la tercera edad que salía del negocio. “Yo creo que todo esto ocurre por la hiperinflación”, agregó una joven que acompañaba a la mujer.
En efecto, hay otro factor que explica la diferencia entre los precios y es la situación de incertidumbre que se vive en Venezuela, país dolarizado de facto por el ciclo hiperinflacionario que atraviesa desde noviembre de 2017.
Oliveros recuerda que hay que entender la incidencia que la incertidumbre tiene en los precios. Señala que una persona que haga hoy una operación no tiene la certeza de que al día siguiente la pueda repetir. Para un vendedor es muy difícil proyectar a futuro los precios cuando el tipo de cambio tiene un comportamiento tan errático como el observado en los últimos meses.
Entre el 16 de julio y el 27 de agosto la tasa cambiaria en el mercado paralelo subió de 9.401 a 20.000 bolívares, un incremento de 112,7% en poco más de un mes.
Por ello, el director de Ecoanalítica señala que los comerciantes deciden ponerle una prima de riesgo muy elevada a los precios para tratar de protegerse, típico de economías hiperinflacionarias que tienen altos niveles de incertidumbre y mucha debilidad institucional.
El común de la gente lo confunde con especulación, cuando en realidad es un mecanismo de protección del vendedor pues si no el riesgo de quebrar, de descapitalizarse, es muy alto. Por supuesto, el que termina perjudicado es el consumidor”, dice
Por ello, resulta más económico que una persona compre por su cuenta el producto metiéndose en una página que comprándolo en un establecimiento en Venezuela. Así hizo Camila de Abreu, quien se ahorró 45 dólares al adquirir por Internet un saco de 26 kilos de alimentos concentrado para sus perros: en Estados Unidos le costó 25 dólares la misma presentación por la que en Quinta Crespo le pedían 70 dólares. “Con lo que me pedían acá podía comprar casi tres sacos en Estados Unidos, además no pagué el envío porque me lo mandó mi papá”, dijo la consumidora.
Los bodegones han proliferado en medio de la peor crisis de la economía venezolana, la cual se contrajo 52,3% entre el tercer trimestre del 2013 y septiembre de 2018, de acuerdo con el BCV, contracción que según la Asamblea Nacional (AN) aumentó a 63,4% en el primer trimestre de 2019.
Según economistas, una de las razones que explican el auge de este negocio es el precio «barato» del dólar que hace más rentable importar productos que comprar los fabricados en Venezuela. El rezago del tipo de cambio en comparación con el aumento de los precios es generado por la política de contracción del crédito que aplica el BCV a través del encaje bancario marginal.