¿Por quién doblan las campañas?, por Teodoro Petkoff
Tratando de maquillar lo ocurrido, Elías Jaua soltó una frase que no pasa de ser una maroma, un melancólico consuelo: «Este no es un problema cuantitativo sino cualitativo». O sea, los votantes en las elecciones primarias del PSUV fueron poquitos, admite el canciller, pero puros, patria o muerte con el legado del comandante. Sin embargo, es de suponer que los dirigentes de ese partido sí examinarán descarnadamente lo ocurrido. Es lo menos que pueden hacer, ante los cataclísmicos resultados de las primarias. Jactándose de poseer siete millones y pico de inscritos, los que votaron son un ínfimo porcentaje de esa cifra.
Es una bofetada brutal. Esta posee un inocultable sentido político. El malestar ciudadano que recorre al país también afecta al partido chavista. No se puede tener la inflación más alta del mundo, no se puede padecer el semicolapso del aparato productivo, sin que eso no se refleje en la opinión pública, la cual incluye a la gente que porta carnet del PSUV. La gente está brava y los del PSUV también. Porque ocurre que para millones de venezolanos, la crisis tiene responsables y esos responsables están en el gobierno.
En efecto, aunque los misterios de la relación bolívar/dólar no son de dominio general, la gente intuye que algo no anda bien en un país que tiene tres tasas de cambio distintas y también intuye, por experiencia propia, que cada vez que se habla de «unificación cambiaria» lo que viene es un trancazo devaluacionista que empujará aún más hacia arriba los precios de todo cuanto se consume, importado o no; en otras palabras, que a la inflación palabra que ya nos es familiar el gobierno le va a pisar la chancleta; así mismo, cuando oye, nuestro venezolano del común, que el PIB literalmente no crece, sabe que eso le augura pérdida del empleo, sin hablar de lo que significa el concepto para los propios empresarios; del mismo modo, aunque no viaje nunca en avión, comprende Juan Bimba que algo tiene que estar andando muy mal si las líneas aéreas reducen sus vuelos o sencillamente están haciendo maletas para dejar el país; además, el humilde ciudadano no tiene que ser Keynes para entender que el país está en bancarrota porque cada vez que va a comprar no hay lo que quiere o necesita y tiene que hacer una ronda de mercado en mercado o de bodega en bodega para ver qué se consigue; en fin, al cabo de un tiempo sufriendo estos contratiempos, el venezolano promedio a quien tienen inscrito en el PSUV ya no tiene dudas de que la culpa de lo que le acontece la tienen los «camaradas» que cortan el bacalao en el partido. Si al principio no le importaba, después de experimentar en carne propia «el gobierno de la eficiencia socialista», cambia la perspectiva con que mira a sus dirigentes. Ahora piensa que no parecen saber mucho de lo que tienen entre manos.
En fin, lo de las elecciones primarias del PSUV debería llevar a sus dirigentes a preguntarse por quién doblan las campanas.