Por todos los medios, por Mercedes Malavé González
Un país dispuesto a luchar, que no escatima los medios para rebelarse y mostrar al mundo y al poder su descontento, hasta el punto de desafiar una pandemia en medio del colapso sanitario que vive Venezuela, desprotegidos pero saliendo a protestar, constituye un potencial de cambio inmenso. El reto es que esa sed de cambio sea para bien y no para mal; que sea constructiva y útil para encaminar al país hacia soluciones viables y sustentables. Son veinte años de atraso y desolación, de odio y destrucción.
La confluencia de todos los medios posibles: presión internacional, protesta, negociación, exigencia de mejores condiciones y voto masivo, podría producir esa transmutación insospechada e increíble de factores que configuren una fuerza indetenible e irreversible. Debemos sustituir la lógica del mantra repetitivo y obsoleto por una especie de alquimia basada en un conjunto de experiencias propias y ajenas -de las que podemos aprender mucho- de efectos maravillosos. Porque la buena voluntad de un pueblo decidido a cambiar, a superar una etapa oprobiosa y desesperante, debería constituir el objeto de nuestra esperanza.
Volvamos a creer en nosotros mismos. A toda hora hay venezolanos en las calles, en la cola, en la protesta, en el lugar de trabajo, luchando por la vida y por sus familias, partiéndose el lomo para subsistir demostrando una resistencia envidiable. Confiar en la movilización ciudadana que se expresa de muchos modos, también defendiendo su derecho a votar, es una forma de luchar y protestar hasta vencer.
Un liderazgo político cansado de luchar, traumatizado quizás por experiencias pasadas, pretende ponernos un techo. El efecto termina siendo contraproducente: ya no es sólo el techo de los rojos, de los militares, de la represión, del hambre, del miedo, sino también el poderoso freno del “solos no podemos”, “necesitamos un ejército que nos venga a liberar”, “no podemos ganar elecciones en dictadura”, y pare de contar. Metidos en semejante socavón es difícil que alguien nos vea. Debemos elevar nuestras banderas, erguir nuestra nacionalidad, organizarnos, demostrar que queremos luchar, protestar, votar y salvar a Venezuela. Que estamos dispuestos a emplear todos los medios, y que no desistiremos hasta lograrlo.
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Sólo así, queriéndonos y valorándonos mucho, podremos conquistar la admiración del mundo. Dando lástima con denuncias de lo que ya no se puede ni narrar porque las palabras se quedan cortas, no vamos a conseguir nada más que un placebo cada día menos alentador.
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