Posparlamentarias: del chavismo al madurismo, por Alexis Alzuru
Twitter: @aaalzuru
Se inicia propiamente el ciclo de N. Maduro. De hecho, el chavismo será desplazado por el “madurismo”, entre las cosas que vienen. Después de todo, sus diputados nombrarán desde los próximos rectores del CNE hasta los jueces del TSJ que abrirán la década del treinta. Este período abarcará varios años; incluso, si los venezolanos nos descuidamos duraría décadas. En este tiempo se registrarán cambios de todo tipo; muchos no serán menores. Por supuesto, algunos ocurrirán en el corto y mediano plazo; por ejemplo, un lote se registrará entre este diciembre y mayo y, otro, en el segundo semestre del año entrante. Mientras que muchos se producirán en el largo plazo, desde finales del 21 hacia delante. En lo inmediato, el cambio más evidente es que la influencia y poder de Maduro se ampliaron. Aun cuando es cierto que no ha conseguido estabilizar su Gobierno.
Un poder obeso no siempre es estable. De allí que lo predecible es que su presidencia siga desafiada por una población que no renuncia a sus convicciones democráticas. Por cierto, igual seguirá asediado por los enemigos que tiene en el chavismo.
En el mediano plazo lo predecible es que el PSUV se divida. Un sector apoyaría a N. Maduro, mientras que otro promovería la ruptura con el Gobierno. Esa fractura colocaría a Venezuela frente a dos escenarios: en el primero, el ala madurista del PSUV reduciría a los disidentes y se consolidaría como partido único. Se iniciaría, entonces, una etapa en la cual el poder sería monopolizado por la élite de un partido único, tal como ocurre en China y Cuba.
Ahora bien, una ruptura del PSUV motivaría la reunificación del “chavismo originario”. De allí que el reacomodo de las fuerzas oficialistas abriría otro escenario. En este caso, dos grandes partidos de raíz chavista se alternarían el poder por décadas. Lo cierto es que al menos, hasta la fecha, los datos y acontecimientos sugieren que el futuro de Venezuela será dominado por maduristas y chavistas, no por los sectores que forman la oposición. De modo que cualquier alteración del orden político sería activada y protagonizada por actores maduristas o chavistas; así sean por grupos o dirigentes que se identifican como moderados o por algunos que asalten el poder inesperadamente.
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Sin embargo, lo más probable es que una vez que se juramente la Asamblea se acelere la fusión entre Estado, Gobierno y partido; pues “el madurismo” se encuentra penetrado por sectores políticos, militares, guerrilleros, corporaciones delictivas, mafias comunales, empresariales y financieras que tienen intereses monopólicos y totalitarios.
Venezuela avanza hacia una dictadura con rasgos totalitarios. Por supuesto, ese modelo buscará concretarse a través de mecanismos específicos; entre los cuales están la Ley “Antibloqueo” y las comunas. Un par de alteraciones legales que anuncian una reforma constitucional. Más allá de cuándo y cómo se concrete esa reforma, su telón de fondo sería autorizar la transferencia de competencias de gobernaciones y municipios hacia las comunas, legalizar la mano visible del Estado represor y modificar la regla para elegir al Presidente. Se pasaría de la elección de primer grado a una de segundo grado. Con esa coartada, N. Maduro se garantizaría la reelección indefinida a través la votación de un parlamento cuyos representantes serían electos por diputados comunales.
En resumidas cuentas, maduristas y chavistas serán gobierno y oposición. Ellos serán los actores del nuevo ciclo. Por supuesto, una etapa que será atravesada por tensiones, convulsiones y muchas alteraciones. En este ciclo los partidos del G4 y sus aliados VV y ABP mantendrían alguna presencia y capacidad de presión contra N. Maduro dado que durante unos cuantos meses seguirán contando con algún reconocimiento por parte de la Comunidad Internacional.
Sin embargo, no tendrán fuerzas para detener la agenda de los cambios que tocarán la puerta. Entre los que destacará el hecho, por ejemplo, de que Irán se convertirá en el aliado más importante y estratégico de Venezuela. Incluso, no sería extraño que haya un especial programa migratorio. Una llave humana que Maduro usaría para radicalizar los cambios en las costumbres del venezolano. Él está consciente de que su continuidad únicamente es posible en una sociedad fanatizada; cerrada.
En todo caso, la tendencia del G-4 y sus aliados es hacia su desinstitucionalización y, por tanto, hacia su desaparición, no hacia su recuperación ni fortalecimiento. Lo cual no debería sorprender porque sus dirigentes siguen sin comprender que las palancas de las revoluciones políticas no son las conspiraciones sino las instituciones. De modo que a menos que haya un relevo de sus jefes, lo predecible es que ese club familiar finalmente resulte sustituido por los partidos y movimientos del chavismo disidente, así como por los opositores que consiguieron diputaciones en esta Asamblea bastarda.