Pregúntenselo a Zapatero, por Douglas Zabala
Que ya estemos viviendo los últimos días del gobierno que arrancó con protestas y gritos de fraude electoral no es poca cosa. Les juro que la noche cuando aquel candidato «perdedor» se atrevió a cantar fraude me acosté pensado que había llegado la hora de la primera gran revuelta social y política del Siglo XXI, la cual en menos de 72 horas obligaría al CNE, a revisar, volver a contar, desproclamar al proclamado y proclamar al verdadero ganador de esas elecciones.
No fue así, porque ese gallo que extrañamente había cantado por la noche mandando a sus electores a pasar su arrechera protestando en las calles, amaneció empollando a sus seguidores para evitar que aquel gallo marote lo puyara con sus espuelas envenenadas.
A partir de ese momento comenzó la frustración de una parte del país, que no ha cesado de dar no sólo su alma sino sus muertos, ante unas vanguardias políticas, que a cambio le ha traído a este punto de la desesperanza y la nada abstencionista.
Vayan sacando cuenta porque a partir del 10 de noviembre a Nicolás tan sólo le quedan en su período presidencial 5 domingos y 1.440 horas. Es por ello que en la medida que transcurre ese inexorable tiempo, me es inevitable jurungarle la llaga de los errores cometidos, a esos líderes ultra radicales que se han empeñado en cumplir aquella máxima de que «el cementerio está lleno de políticos impacientes».
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Desde los días de la arrechera frustrada hasta las elecciones de gobernadores había suficiente tiempo para apartar cualquier atajo constitucional y guarimbero. También nos sobraban domingos y horas para haber logrado una buena representación de Alcaldes y Concejales, una vez que en su debido tiempo y sin revocatorios atravesados, hubiésemos ganado una suma importante de gobiernos regionales.
Y ahora quien podrá defendernos, es lo que sale preguntarse, cuando ya no vale la pena desgastar el tiempo en descifrar si Ramos Allup, quiso decir o no que a Maduro le quedaban 6 meses de mandato y por eso mandó a botar a Chávez del Capitolio.
A escasos lunes para que termine este interminable gobierno, no puedo dejar de machacar el tema de Santo Domingo, porque todavía el misterio de esas conversaciones sigue rondando las mentes de los electores oficialistas y opositores.
No estoy obligado a creerle a Jorge Rodríguez y tampoco a Julio Borges, las razones que dieron para no llegar a un acuerdo, pero era obvio que allí el tiro nos reventó en la cara, al no regresar con algo en las manos, pensando que los aliados internacionales nos darían más de lo que pudimos nosotros arrancarle al gobierno en esa mesa dominicana.
Faltan escasas 8 semanas para que Nicolás Maduro Moros, Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, termine su tiempo de trabajo en Miraflores. Hacia donde irá después del 10 de enero del 2019. Sólo Dios sabrá, porque hasta ahora nadie de esa cada vez más esmirriada oposición lo sabe.
No saben o no quieren decir si negocian de nuevo una salida distinta a la del 20 de Mayo con el ahora vetado mediador de Nicolás. Menos saben ni se atreven a garantizar, si el 11 de Enero el Comando Sur, aupado por el Grupo de Lima y con la anuencia de la Comunidad Económica Europea, entraran por aire, mar y tierra con su «ayuda humanitaria» a este angustiante país.
Tampoco saben si por sécula seculorum llamarán a la abstención, incluso no saben qué hacer, si a Diosdado se le ocurriese cometer el error de llamar a referéndum a su proyectada Constitución Comunal
En fin, estos 60 días que le restan al que le intentaron hasta magnidiciar, son los mismos que le quedan a esta díscola oposición. Ella no está obligada a decir cual camino será mejor transitar, así como tampoco una parte de la sociedad y su militancia opositora está obligada a seguirla. Después de los sesenta días finales de este gobierno, es probable que venga un nuevo gobierno y hasta una nueva oposición. Eso, en su tic tac lo sabe hasta Maduro, y sino pregúntenselo a Zapatero.