Primarias, nuevo CNE y elecciones presidenciales, por Damian Alifa
Twitter: @AlifaDamian
El gobierno viene enfrentando un año preelectoral verdaderamente catastrófico. Hace tan solo meses que la propaganda oficial anunciaba con bombos y platillos las «señales de la recuperación económica«: el «fin de la hiperinflación», el aumento del consumo y la inauguración de locales de lujo llenaron titulares y tuit de medios y periodistas asociados al PSUV. En efecto, muchos economistas, incluso opositores, reconocían un cierto «alivio» de la crisis y los signos de reanimación eran evidentes en algunas ciudades. No obstante, hoy la situación es diametralmente opuesta, hay un fuerte reflujo de la actividad económica, se agudiza la crisis de los servicios y el malestar se dispara.
Desde la crisis de las protestas salariales provocadas por las medidas de la Onapre a finales del año pasado y el aumento del tipo de cambio, viene ocurriendo un descalabro del consumo, agravado por la crisis de servicios y la voracidad fiscal de las últimas medidas tributarias. Estas medidas resultaban incomprensibles en el marco de un gobierno que hablaba con orgullo de sus nuevos logros económicos.
Sin embargo, el reciente escándalo de Pdvsa, en los que se habla de la «desaparición» de varios miles de millones de dólares y que involucra a importantes grupos de poder dentro del gobierno, le da sentido y explica el revés económico y pone en el centro del debate el modelo depredador de los recursos públicos que se ha instalado impunemente en el país.
Entre crisis, colapso de servicios, escándalos de corrupción y fisuras cada vez más evidentes dentro del chavismo la popularidad de Maduro se encuentra en mínimos históricos y las posibilidades de reelección se complican. En este sentido, en las siguientes líneas intentaré despejar la interrogante de ¿Cómo planea Nicolás Maduro conservar el poder en el 2024?
Es la polarización…
Desde hace tiempo el gobierno sabe que es improbable ganar unas elecciones polarizadas y con alta participación. Cuando las encuestadoras realizan preguntas polarizadas entre Maduro y otros candidatos de la oposición, los encuestados votan mayoritariamente en contra de Maduro. El gobierno es consciente de esto y sabe que son muchos los candidatos opositores que representan una potencial amenaza electoral para la reelección de Maduro… siempre que la elección se polarice.
Mucho se ha hablado de que Maduro podría intentar llevar a cabo unas elecciones al estilo Nicaragua. No obstante, eso afectaría los esfuerzos diplomáticos del gobierno para reintegrarse a los escenarios internacionales de la mano de sus nuevos aliados regionales y sus amigos históricos.
Asimismo, pondría en peligro algunas medidas de relajamiento de las sanciones emprendidas por la Administración Biden. Por ello, Maduro necesita unas elecciones lo suficientemente presentables como para que Lula pueda impulsar su «nueva narrativa» sobre Venezuela y a la vez, lo suficientemente controladas como para conservar el poder.
Maduro necesita un escenario similar al de las elecciones presidenciales del 2018: oposición dividida, sectores llamando a la abstención, candidaturas opositoras poco creíbles, apatía general por el voto y desconfianza hacia el Poder electoral, pero al mismo tiempo, unas elecciones que transcurran con relativa normalidad, en la que puedan acudir observadores internacionales y verificar los resultados.
Ahora bien, despolarizar unas elecciones en un país presidencialista como Venezuela no es tarea fácil. Repetir un escenario similar al del 2018, intentando guardar algunas formas, tiene sus complicaciones. Obviamente, el gobierno cuenta con un importante margen de acción dentro y fuera de la Constitución para llevar a cabo sus objetivos: inhabilitaciones de candidaturas fuertes, cooptación de liderazgos opositores, amenazas, abusos, judicialización de partidos y, naturalmente, la imposición de un nuevo CNE. Despolarizar la elección presidencial requiere de una oposición implosionada, sin candidaturas fuertes y sin capacidad de coordinar esfuerzos mínimos.
Un poco más sobre la maniobra del nuevo CNE
El 14 de mayo Diosdado afirmaba en su habitual programa de los miércoles que las primarias opositoras no podrían llevarse a cabo sin el CNE. Para ese momento, el gobierno probablemente consideraba que la participación del CNE en las primarias iba a generar una implosión en la oposición debido a que había un sector renuente a participar si las Primarias eran organizadas por el CNE. No obstante, luego de que la comisión electoral de las primarias ratificara que el proceso se realizaría con el CNE, los sectores opositores más renuentes a esto guardaron silencio y la campaña continuó como si nada. Esto forzó a un cambio de enfoque en el gobierno.
La renuncia de los rectores principales y suplentes del oficialismo y la destitución forzada de los rectores principales de la oposición (tristemente avalada sin objeciones, ni explicaciones, por la bancada «no oficialista» de la AN) apunta hacia otra dirección. Actualmente, el gobierno está convencido de que unas primarias sin CNE son mucho más contraproducentes para la oposición y que el apoyo del CNE reduciría las probabilidades de un fracaso en las Primarias.
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Aunado a esto, pone a correr rumores sobre un posible nombramiento de Ameliach como rector principal del CNE. Es decir, el arquitecto electoral del PSUV se convertiría en el principal árbitro de las elecciones del 2024. Pero además, Ameliach es una figura asociada al bloque que se percibe como más «intransigente» o «radical» dentro del gobierno. Si esto se consumara, se convertiría en uno de los argumentos fuertes de los sectores abstencionistas vinculados a la oposición.
En conclusión, la movida de imponer un cambio en el CNE no solo tuvo como efecto inmediato fortalecer las tendencias opositoras que presionaban para llevar a cabo unas Primarias «autogestionadas», también complica seriamente la organización del evento. Aunado a esto, alienta a las voces que llaman a permanecer al margen de la vía electoral.
Primarias sin CNE: retos y desafíos
Más allá de la retórica de «primarias autogestionadas» como acto «cívico de rebeldía», lo cierto es que actualmente ese mecanismo tiene una serie de retos que afrontar. La controvertida renuncia del profesor Arráiz Lucca, luego de que la comisión electoral de las primarias decidiera llevar a cabo las primarias sin CNE, debió abrir paso a un debate serio sobre las dificultades de este proceso.
En principio, logísticamente no queda claro cómo se puede realizar un proceso electoral «autogestionado» sin tener un registro electoral, con centros de votación improvisados y con recursos económicos tan limitados. En estas circunstancias no solo enfrentan la posibilidad de que una persona vote reiteradas veces, sino que la desigualdad social marque el proceso.
En otras palabras, que debido a los limitados centros electorales, sea mucho más fácil que un venezolano en Fort Lauderdale o en Madrid participe en las primarias, a que un venezolano de las zonas rurales y de difícil acceso de nuestro país pueda participar, siendo este último el que realmente podrá ejercer su derecho en el 2024.
Ahora bien, los retos logísticos e incluso las fallas graves del proceso podrían gestionarse siempre que prive el acuerdo político. El gran desafío de las primarias es político. Cómo lograr que una oposición, cada vez más diferente entre sí, con visiones que se van volviendo radicalmente opuestas, en el medio de una pugnacidad en la que no han faltado descalificaciones y acusaciones de todo tipo, pueda llegar a reconocer el resultado electoral y comenzar a trabajar en conjunto por una candidatura de coalición.
Esto último es lo que luce realmente difícil en estos momentos, requeriría mucha madurez de los perdedores y mucha amplitud de quien gane para evitar fracturas. El tiempo dirá si los argumentos expuestos por el profesor Arráiz Lucca estaban equivocados o no. Lo cierto es que el escenario ideal para Maduro es que las primarias autoimplosionen a la oposición, tocará ver si la oposición lo complace.
Últimos comentarios
Aunque las primarias fueran un éxito y un sector importante de la oposición lograra ponerse de acuerdo sobre una candidatura, al gobierno le queda mucho margen de maniobra. Por ejemplo, la inhabilitación del candidato ganador de las primarias y una serie de inhabilitaciones a posibles sucesores, podría ser el siguiente paso del gobierno para desbordar la frágil capacidad de la oposición para llegar a acuerdos. La oposición debe prepararse para los peores escenarios, incluso, para unas elecciones similares a las del 2018.
Son muchas las incógnitas que quedan por resolverse en torno a las presidenciales del 2024 y la capacidad de Maduro para sorprendernos con movidas como las del CNE parecen inagotables. Hoy, ni siquiera podemos afirmar con certeza que el gobierno estaría dispuesto a entregar el poder si pierde las elecciones. De hecho, es difícil imaginar un traspaso del poder en Venezuela luego de tanto tiempo y en las condiciones actuales.
Pero las elecciones no dejan de ser un espacio privilegiado de agitación política y organización de la sociedad en función de sus demandas y deseos de cambio e incluso, a veces, la historia demuestra que pueden ser desencadenante de insospechados procesos de cambio radical… hay que aprovecharlas.
Damian Alifa es Sociólogo.
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