Primero yo, segundo yo y siempre yo, por Rafael A. Sanabria M.
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En estos días tan álgidos en la vida política del país a todos los niveles, el egocentrismo anda suelto por las calles, tanto de una tendencia como de la otra. Surgen candidaturas a granel, personajes a los que más nunca se les había visto la carátula entre el pueblo, ahora hacen su reaparición, pasean las calles como en una noche tan linda, sacan de sus tuétanos un arraigo prefabricado, demuestran querer a los pueblos, al menos eso dicen para alimentar la esperanza en quienes vivimos el viacrucis del día a día.
Como en juegos infantiles de pasadas épocas, en que los niños corrían a lugares seguros cuando sonaba la campana, algunos políticos de oficio corren desesperados a guarecerse con las siglas que creen más conveniente ante la proximidad electoral. También existen los que reaparecen, porque el ir y venir es su modus operandi. Su oficio es salir en cada proceso electoral a ver qué pescan a través de las «negociaciones», que no son por el bien del colectivo sino defendiendo intereses propios. Son simples transacciones en ambientes alcohólicos y a puerta cerrada para arreglar «qué es lo que me toca a mí» y «qué te toca a ti». ¿Y al colectivo municipal? Si te he visto no lo recuerdo.
Siempre primero yo, segundo yo y siempre yo. La dirección política nacional de los partidos políticos debería hacer una profunda revisión de quienes controlan a nivel de los estados y municipios. Aunque probablemente a nivel nacional se repite el infausto método.
Es hora de hacer una nueva teoría y práctica política. Es justo y necesario que la juventud reinvente la política, ¿hasta cuándo viejos dinosaurios deciden nuestros destinos? Seres envueltos en sus mezquindades, egoísmos tontos, ansias de poder y de sus consecuencias materiales han sido responsables de nuestros fracasos colectivos en el ámbito político.
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Venezuela, es hora de abrir los ojos, no podemos seguir permitiendo que nuestras autoridades sean ajenas a nuestros intereses. Es el momento preciso para darle un alto a la mediocridad, ineficiencia y cinismo. Estamos en la hora crucial para que el pueblo castigue a los personajes egocéntricos, que no les permiten a los nuevos valores de la política ingresar y proponer nuevas ideas, nuevos conceptos, nuevos horizontes. No seamos cómplices de un nuevo fracaso.
El llamado es urgente a los dirigentes políticos para que demuestren los valores democráticos de los cuales hacen alarde y que de esa pluralidad de candidatos surja una figura única, a través de elecciones primarias, donde el pueblo exprese su opinión, donde todos quedemos conformes por haber ejercido el sufragio. De lo contrario sería reproducir el mismo modelo que tanto se ha criticado, la imposición de candidatos.
Es primordial evaluar con claridad los rostros que nos van a dirigir en los venideros años, los cuales deben ser elegidos no por su belleza, físico ni por las dádivas que dan en días de campaña sino por la capacidad de generar estrategias viables que permitan iniciar la reingeniería en los estados y municipios.
Es importante el palíndromo reconocer al otro, de tal manera de demostrar el concepto de democracia. Meter en el bolsillo los apetitos de poder y colocar sobre la mesa el bien colectivo del pueblo.
El yo primero, el yo segundo y el yo siempre, en este momento de la historia no tiene cabida. Quienes aspiran a los cargos públicos deben reflexionar, entender que primero, segundo y siempre debe estar el pueblo, las necesidades del país.
Yo, soy pueblo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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