Problemas cercanos, por Sergio Arancibia
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Aun cuando la política – en su significación más clara de lucha por el poder – está en el centro de las preocupaciones de la ciudadanía venezolana, la economía – entendida como las cuestiones relacionadas con la producción, la distribución y el consumo de bienes dentro de un país- sigue su marcha, desgraciadamente descendente.
Hay dos cuestiones económicas en las cuales es importante centrar la atención, pues tienen incidencia no solo en la situación de Venezuela en el presente y en el futuro cercano, sino que condicionarán en alguna medida la Venezuela que recibirá un futuro gobierno de transición que asuma las riendas del país.
La primera de ellas es la dolarización de la economía nacional. Se ha discutido mucho en los últimos meses sobre si sería bueno o no dolarizar la economía venezolana para efectos de parar la hiperinflación.
Mientas economistas y políticos discuten al respecto, hasta los perrocalienteros en cada esquina de Caracas, están ya totalmente dolarizados: cobran en dólares y/o en bolívares, a gusto del consumidor, y están al tanto de la última cotización de dólar en los portales correspondientes
Ello es consecuencia, por un lado, de la ausencia de billetes y monedas nominadas en bolívares, pues los bolívares soberanos, que tanto se demoraron en ver la luz, quedaron rápidamente escasos. También, porque la hiperinflación ya dejó casi sin valor las unidades monetarias que se imprimieron y porque el bolívar dejó de ser una unidad de cuenta que conservara su valor como para poder funcionar como tal.
Eso implica que el BCV va poco a poco perdiendo poder sobre el mercado monetario y cambiario y que las mercancías que se transan en el mercado interno van paulatinamente ubicándose en los precios en dólares que imperan en el mercado internacional.
Implica también que en manos de los ciudadanos venezolanos existía una gran cantidad de dólares –ilegales y clandestinos hasta hace poco– pues en los años recientes nadie en su sano juicio iba a cometer la locura de ahorrar en bolívares.
Una segunda cuestión en la cual es necesario poner atención es que la deuda externa del país, –que asume la forma de bonos del gobierno y/o de Pdvsa– se transa en los mercados internacionales correspondientes a precios sumamente bajos, pues la desconfianza con respecto a ellos es muy alta. No se ve segura ni cercana la posibilidad de cobrar los intereses y/o el principal de dichos papeles. Pero ante la baratura de los mismos en el mercado, muchos de esos documentos caen en manos de los llamados fondos buitres, que compran bonos sumamente depreciados para poder algún día cobrar el valor nominal de los mismos.
Se trata, indudablemente de una apuesta a largo plazo, pero que entorpece cualquier eventual negociación de su deuda externa que el país quiera hacer el día de mañana, pues esos fondos buitres serán parte de los interlocutores que estarán sentados en la mesa, y serán duros en exigir el pago completo de las acreencias.
El hecho de que el gobierno que emitió esos papeles sea radicalmente diferente al gobierno que debe pagarlos, es una cuestión que les tiene sin cuidado a dichos acreedores