Caída de 50% de la producción ganadera desata una crisis en el sector
La posibilidad de que el Gobierno regule los precios de la carne, intención que parece tener tras la intervención de los mercados municipales, así como la reactivación del ‘Plan 50’, alerta a los ganaderos
La crisis económica en Venezuela repercute en todos los sectores productivos incluido el ganadero, que se ve perjudicado por un contexto que cada vez disminuye más la producción de carne y lácteos.
La fuerte sequía que arropó varios estados tradicionalmente ganaderos, produjo una mortandad importante para el rebaño del país: unas 54.000 reses, según el presidente de Fedenaga, y aunque las lluvias iniciaron en todo el territorio nacional, los animales no dejan de morir por diversos motivos: enfermedades, invasiones, escasez de materias primas y robos, son algunos de los más comunes.
Entre las principales causas está la imposibilidad para obtener vacunas debido a sus elevados precios -en algunos casos en dólares-, contribuye a la proliferación de las enfermedades y epidemias, con la consecuente muerte de animales. Además, se presenta una situación recurrente con delitos de abigeato bajo un modus operandi nuevo: la muerte de las reses en el sitio para robar la carne.
El presidente de la Federación de Ganaderos del Lago de Maracaibo (Fegalago), Gerardo Ávila, denunció que hay reportes de ataques a fincas todas las semanas, especialmente en zonas como la Sierra de Perijá.
Por otra parte, las invasiones también son parte del día a día. El ganadero y expresidente de la Federación Nacional de Ganado, Manuel Cipriano Heredia, advirtió que en Barinas hay 10 fincas invadidas. Pese a que el gobernador de la entidad ha reiterado que es una acción ilegal, aún no se han tomado acciones para expulsar a los invasores.
Esta serie de hechos ha provocado una baja importante en el rebaño de reses del país. Las cifras oficiales del Gobierno apuntan a que existen 16 millones de vacas en Venezuela; sin embargo, Ávila advierte que esta cantidad se acerca más bien a los 9 millones.
«En los últimos años, las cifras que aportan siempre van por el orden de los 15 o 16 millones, pero no estiman el ganado perdido por muerte o contrabando de extracción, ni tampoco el consumo per cápita del venezolano”, explica Gerardo Ávila
En este sentido, también ha caído en picada la producción de carne y leche en el país. Según los datos que maneja Fegalago, ambos rubros han disminuido 50% en lo que va de 2018. “Y lo más preocupante es que la caída es progresiva y continua”, añade.
Los altos precios de la industria
Una de las principales dificultades de la ganadería en Venezuela son los costos de la materia prima y todos los gastos relacionados con esta actividad.
“Todo está dolarizado menos los productos que vendemos”, resalta Ávila, quien explica que la estructura de costos no soporta los precios en dólares ni la hiperinflación. Asegura que el aceite para el mantenimiento de las máquinas tiene un precio de 60 dólares, y una situación similar ocurre con todos los repuestos.
Por otra parte, Heredia complementa que las vacunas tienen un valor actual de 1 millón de bolívares por cabeza de ganado, y debe implementarse cada seis meses, lo que en números redondos habla de que el sector requiere, por lo menos, unos 10 millones de dosis que no se sabe cuándo podrán conseguirse y a qué precio.
La escasez de insumos afecta, a su vez, la producción de las vacas. Si no están saludables y bien alimentadas, reducen sustancialmente la capacidad para generar leche y de engordar. Ganaderos de algunas zonas del país aseveran que tenían capacidad para extraer hasta 15 litros de leche diarios de cada vaca, cantidad que disminuido a siete.
Las ganancias obtenidas por la venta de productos tampoco refleja demasiados beneficios. De entre las proteínas animales, la carne vacuna es la más accesible en el mercado. Además, el consumo per cápita del venezolano ha reducido gracias a la disminución del poder adquisitivo.
Según la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), el consumo de carne promedia actualmente 4 kilogramos por persona al año. Hace una década, esta cifra se acercaba a los 23 kilogramos por persona al año.
La posibilidad de que el Gobierno regule los precios de la carne, intención que parece tener tras la intervención de los mercados municipales y la reactivación del ‘Plan 50’, alerta a los ganaderos.
“No va a llegar a ningún lado. Es imposible controlar los precios en una hiperinflación. En caso de que lo hagan, desaparecerán productos, y el producto más caro es el que no se encuentra”, alega Heredia.
Mientras tanto, Ávila sostiene que los productos a precios accesibles desaparecen. Y en caso de que se vendan al precio real, según un margen de ganancia acorde a la estructura de costos, nadie los compraría.
Pese a que los voceros del Gobierno dicen querer “acordar” los precios con los productores y se ponen a disposición para reactivar la producción nacional, la realidad es que los ganaderos no reciben ningún tipo de ayuda. Sin embargo, su principal exigencia es poseer un contexto ideal para trabajar, más allá de cualquier colaboración que pueda ofrecer el Ejecutivo.
«No necesitamos dólares preferenciales ni dádivas del gobierno, lo que realmente necesitamos son condiciones para poder trabajar y producir”, destaca
Por otra parte, los ganaderos demandan el cumplimiento de la Ley Penal de Protección a la Actividad Ganadera, un documento con seis artículos que contempla hasta 16 años de cárcel para quienes cometan crímenes de abigeato.
Pero los tribunales no consideran esta ley y consideran el abigeato como hurtos comunes. “Es necesario designar fiscales especiales con conocimientos en el área agrícola. Actualmente los crímenes de este tipo se tratan como delitos comunes. No se les da la contundencia necesaria a quienes atentan contra el alimento del venezolano”, criticó Ávila.
Mientras el cúmulo de frenos a la actividad va en aumento, la realidad es que la producción de carne y leche va en franco declive, lo que a su vez se traduce en una caída del consumo en un país que hasta principios del siglo pasado consumía más proteína animal que verduras.