Productos ilegales, por Ariadna García
El deterioro evidente en Venezuela está en las calles, en los servicios básicos, en los vehículos, en las escaleras, en los hospitales, en el interior. Está en Maracaibo; pero hay otro tipo que se oculta en cajas de cartón, en potes de plástico, en jugos, en el azúcar, el café, hasta en las harinas de maíz. El empeoramiento en la calidad de los alimentos también es palpable.
En julio compré dos cremas de dientes de marca Colgate, no tenían nada que me hicieran sospechar de su calidad. Ni nombres raros como Colcote, ni letras chinas o árabes. Era la misma Triple Acción de siempre hasta que las abrí. No hacían espuma, no limpiaban. No sé qué compré y no fue por tres lochas.
También hacía meses que desconocía lo que era comprar un shampoo «bueno». De alguna marca conocida. Llevaba tiempo eligiendo el más barato, un guachuguachu que cumpliera las funciones básicas, nada más. Un día en un abasto de unos portugueses conseguí Dove, me costó Bs. 15.000.000 en agosto antes de la reconversión, hoy serían 150 bolívares soberanos. Era un platero, pero al fin, quería estrujarme la cabeza con algo que oliera a algo, así que hice el esfuerzo y desembolsé mi platica. Llevé dos.
*Lea también: Salario integral alcanza para comprar 28 de los 33 productos de precios acordados
Estos decían Dove como la marca de Unilever, incluso tenían el logo de Unilever detrás. Pero… y, aquí viene lo bueno, en la parte de atrás, en las indicaciones, las letras eran árabes o bueno digo yo árabes. Lo más probable es que fueran turcas. La primera vez que usé mi shampoo salió del envase una mezcla que parecía una goma, debías exprimir el pote para que saliera el líquido espeso, que además se encogía. Inmediatamente entendí que eran una estafa.
Había botado las facturas así que no los cambié, tuve que terminarme los dos potes. Rezaba para que el tiempo pasara rápido o la goma de su consistencia terminaría por volarme el cabello.
En 2014 se contabilizaban 88 marcas de shampoo fidelizadas en Venezuela. En 2016 se reportaron únicamente dos marcas con presencia constante en el mercado, según un estudio de la Alianza Nacional de Usuarios y Consumidores (Anauco). Marcas como: Sedal, Herbal Essences, Ego, Pantene están casi extinguidas de los anaqueles.
La Cámara de Industria de Comercio de Cosméticos y afines (Caveinca) alertaba en 2016 que la ausencia de los productos de higiene y cuidado personal en el mercado, se debía a la dificultad para adquirir materias primas, el suministro de envases y el control de precios.
En el último año he notado más el deterioro de los productos. Los jugos o tienen demasiada azúcar o les falta. Los golfeados ya no llevan la misma cantidad de papelón. Hasta la malta de Polar sabe diferente. Las hortalizas traen más gusanos, las papas, por ejemplo y aquí la razón es clara: la aguda crisis de agroquímicos que azota a los productores.
Nuestros paladares saben que en Venezuela o se acabaron los controles de calidad o la desfachatez es tal que «como vaya viniendo vamos viendo» y si falta azúcar se le pone refresco al pan como me dijo una vez una entrevistada en una panadería de La Urbina.
Los ciudadanos no tienen idea de lo que les venden, ni formas de controlar y de protegerse porque la ley no es más que un término que se enseña en las universidades, las autónomas. La hiperinflación ha vuelto mella los salarios así que adquirir cualquier cosa termina por ser un lujo. Un lujo que para ñapa sale malo, malísimo, reprobado.
Lo que compramos es un cuento chino que no acepta devoluciones. Mientras pasa el tiempo todo se deteriora y la inseguridad está presente hasta cuando te vas a acostar y la crema dental te dice: Im sorry, no hago espuma. Inserte aquí el audio favorito que le ponen a los videos