Promover valores en los consejos comunales, por Rafael A. Sanabria Martínez
Los consejos comunales vinieron con bombos y platillos a sustituir a las antiguas asociaciones de vecinos con el propósito de hacer latir el corazón del tejido social. Fue concebida como nueva estructura organizativa para ver la comunidad desde adentro. Es decir, esta organización vino a colocar el poder en manos de gente real, desde la perspectiva del derecho y el empoderamiento de las comunidades, desde un discurso positivo que ha puesto el tema de la inclusión social como prioridad.
A unos cuantos años de su instauración, en una retrospectiva de los espacios comunitarios pareciese que el corazón del tejido social ha quedado sin latir. Observamos comunidades que en vez de mejorar en su problemática la ha empeorado, habría que preguntarse ¿qué ha pasado con la explosión del poder comunal, que las comunidades siguen sumergidas en un rosario de calamidades y aún no se han aproximado a una transformación de la dinámica social?
Hay que revisar a los líderes que son las voces de esas comunidades, porque ellos no tienen claro sus funciones, no tienen formación socio-comunitaria, desconocen al trabajo como un valor. Estamos repitiendo las acciones que hemos criticado en otros gobiernos: la cultura del maltrato y el abandono.
Sólo cuando satisfacemos nuestras necesidades materiales y espirituales, nos sentimos plenos y podemos dar y nutrir nuestro entorno social. El ser se combina con el hacer y este último puede interpretarse como el trabajo a través del cual se cubrirán requerimientos y se obtendrá calidad de vida y bienestar. El trabajo debe asumirse como uno de los valores básicos de la humanidad, que también brinda realizaciones diversas para configurar la citada calidad de vida.
¿Cómo puede darse la transición del ser individual a la acción colectiva en el marco de una figura como los consejos comunales? Diversos estudios han tratado de dar respuesta a este asunto. McLellan, psicólogo social, estudió las motivaciones del venezolano y concluyó que nuestra primera motivación es el poder, la segunda la pertenencia a grupos y la tercera la autorrealización. Si tomamos la tercera motivación dirigida a lo social o colectivo eso podría explicar la poca generación de resultados en las políticas públicas y sociales por el egoísmo personal. Muchos líderes anteponen su yo antes el nosotros, mientras esta sea la conducta de los agentes comunitarios las comunidades estarán sembradas de un liderazgo erróneo y no asertivo, seguiremos conducidos por gente miope para identificar y promover lo mejor de cada ciudadano y construir, edificar y multiplicar los valores positivos.
La filosofía de los consejos comunales es muy buena en teoría, pero débil en la práctica. El Estado debe aplicar las tres R a esta organización para desarrollar valores en pro de una acción social colectiva, tiene que darle un cambio de 180 grados y establecer un sistema de control y seguimiento para impedir el actuar irresponsable, escueto y mediocre. Hay que enseñar a los líderes comunitarios a perder el miedo, a ser libres como planteaba Erick Fromm. Así podemos ser autogestionarios, constituyéndonos en nuestro propio soporte. La pérdida del miedo a la libertad nos permitirá renunciar a falsos líderes, y concentrarnos en el accionar colectivo, promover el espíritu emprendedor y la libre iniciativa para una mejor calidad de vida.
El reto es valorar tanto el esfuerzo individual como el colectivo, tan malversado por la renta petrolera. Deslastrarnos de la minusvalía del espíritu golillero, la viveza criolla y la regaladera sin exigencias de retorno. Desechemos la zancadilla traducida en quítate tú pa’poneme yo tan recurrente en la dinámica del país.
Restablezcamos el contrato para vivir en sociedad planteado por Juan Jacobo Rosseau, basado en: no agredir, comunicarse, interactuar, decidir en equipo, cuidarse, cuidar el entorno, el sentido comunitario, la gobernabilidad democrática, los derechos humanos, la tolerancia y la educación para la paz.
Hay que impulsar las potencialidades y recursos autóctonos. Lo importante es no quedarnos sin respuesta a la problemática, con tan sólo respuestas cosméticas. Se requiere una institución comunal que dé respuestas a una demanda comunitaria, por una mayor calidad de vida. El reto para el crecimiento de Venezuela como Estado-nación y el de sus habitantes debe ser un verdadero desarrollo endógeno, centrado en el ser humano para su desarrollo integral.