Propósitos de Año Nuevo, por Aglaya Kinzbruner
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Es totalmente importante, diríamos imprescindible, empezar el año con propósitos nuevos. Con los viejos no nos ha ido demasiado bien. Así que año nuevo, propósitos nuevos y que nadie nos tome por –, como dice el comisario Montalbano, quién en cuanto a no dejarse fregar sabe más que nadie.
Por ejemplo, ¿Qué tal si en los colegios se enseñaran unas cuantas técnicas mnemónicas? ¿De cuántos conocimientos valiosísimos nos hemos olvidado? ¿De buenas lecturas? Hay una que utilizaba Cicerón hace dos mil años, la técnica de los palacios o de los loci. Dicen que él escribía un discurso y luego con ese método se lo aprendía de memoria y, a la hora de hablar, lo hacía por más de una hora y en el Senado hasta las moscas guardaban respetuoso silencio. Debemos confesar que cuando presenciamos un orador que, por inteligente y erudito que sea, vemos que se detiene, se pone los lentes, busca el papelito donde tiene todo anotado, lee, se quita los lentes y sigue hablando, esto nos deja algo desconcentrados. Y ¡menos mal que por lo general no es en una servilleta! ¡Esta última está reservada por los golpes de neuronas que hemos observado últimamente!
Nos dirán que la técnica de los loci es un poco anticuada, es verdad, pero las hay mucho más nuevas y más efectivas y son particularmente importantes para quienes estudian carreras como el derecho, la historia y la geografía.
Es cierto que en la historia se destacaron grandes hombres con memorias prodigiosas. Uno de los más famosos es Giordano Bruno quien creó un método infalible que le permitió aprenderse de memoria la Biblia completa. Él desarrolló su propia versión del Palacio de las Ideas en el libro De Umbris Idearum, De las Sombras de las Ideas. Escribió y publicó toda su obra entre 1582 y 1591. Él aseveraba que cuando recibimos información del mundo exterior ésta llega a un soporte fantástico preexistente guardado en la imaginación.
El conocimiento inteligible es la traducción del lenguaje fantástico de las realidades impresas en el alma que la razón discursiva capta para apoderarse de ella. Ahí nace el arte de la memoria.
La Inquisición o algunos miembros del Santo Oficio no creyeron que éste filósofo fuese genuino sino pensaban que era un mago y no un mago en el buen sentido sino un hechicero. Fue torturado, amenazado y sus libros quemados en plaza San Pedro. Menos mal que había sido recibido en la Corte de Francia por Enrique III, en Londres por Isabel I, quién quedó profundamente impresionada por sus ideas y sus libros fueron publicados, se agotaban y se volvían a editar.
Hay una iglesia en Roma, la iglesia de San Bellarmino donde una amiga nos dijo que ahí experimentó algo muy singular. Unos extraños quejidos, como un murmullo hecho llanto pidiendo perdón. Nunca más volvió a esa iglesia. Lo extraño es que fue justamente el Cardenal Roberto Bellarmino quién fue más agresivo contra Giordano Bruno pidiendo que se retractara de todas sus ideas y aseveraciones. Bruno fue muy frontal, dijo que no había hecho nada malo y no tenía nada de qué arrepentirse. Contra él se pidió la pena máxima, ser quemado vivo con una especie de torniquete en la boca para que no hablara más. El mismo Bellarmino pidió también se citara a Galileo, pero éste se lo vaciló, hizo la comedia de la sumisión, que la tierra, ¡horror! no giraba alrededor de nada, solo daba traspiés de vez en cuando. Y la cosa quedó así: Galileo tuvo mucho más cuidado de ahí en adelante, el Santo Oficio estaba lleno de espías, al Cardenal Bellarmino lo canonizaron y luego lo hicieron Santo.
La iglesia que le dedicaron queda en uno de los barrios más elegantes de Roma, Parioli. Es una iglesia muy lujosa con hermosos vitrales. Sería un buen propósito revisar la vida e historia de algunos santos de vez en cuando. El Vaticano esperó hasta el año 2000 para «arrepentirse» de la brutal ejecución de Giordano Bruno.
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Un buen propósito sería también perder unos kilitos debidos a los excesos navideños. Aquí contribuimos con una excelente dieta. Desayuno normal. A las once más o menos, calentar una taza de leche con una cucharada de maicena y otra de cacao, batir hasta que hierva y luego tomar con un poco de su edulcorante preferido. Al mediodía almorzar de normal para poquito. A la tarde una taza de té oolong con unas galletas de soda o unas tostaditas integrales. Cenar temprano. ¡Feliz año!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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