Las protestas de 2017 no fracturaron al chavismo
La tesis de producir el quiebre en las filas del oficialismo a través de las protestas la abrazaron sobre todo los sectores radicales, pero sin tomar en cuenta la realidad del país y lo que realmente podían hacer
Autor: Ascensión Reyes R.
Hace un año Venezuela estuvo estremecida por una ola de protestas antigubernamentales que duraron cuatro meses y cuyo saldo fue de más de 150 personas asesinadas, más de un millar de heridos y detenidos, y daños materiales a la propiedad privada que no fueron cuantificados. Más allá, de estos indicadores las razones del fracaso se centran en la adopción de una estrategia que no estaba acorde con la realidad política de Venezuela. Pero sobre todo apostar a la fractura del chavismo, lo que nunca se logró, en aras de conseguir la transición para el cambio político en el país.
Una cosa positiva del ciclo de protestas fue la conjunción que se dio entre los intereses de la dirigencia política y de la sociedad civil. La apreciación la comparten Ysrrael Camero, director general de Investigación y Desarrollo Legislativo de la Asamblea Nacional, historiador y secretario nacional de Políticas Públicas de Un Nuevo Tiempo, y Ricardo Sucre, politólogo y sicólogo social.
Camero explica que en 2017 hubo articulación política y coincidencias con lo que estaba pidiendo la sociedad: mecanismos de cambio y estructuras políticas. “Los deseos de cambios se acoplaron con los intereses de ambas partes. Hubo una articulación de intereses y expectativas y eso llevó a la relevancia de que los diputados tomaran la vanguardia de las protestas generando una expectativa de adelantar el cambio. Fue un gran éxito la articulación de los políticos con la sociedad civil”.
Sucre destaca que no hubo manejo político en el sentido de manipulación, sino una confluencia de cosas. “Hubo una estrategia errada con las protestas porque no tuvieron resultado. No se dio lo que estaba en el ambiente: el cambio político”.
Sobre este punto de los errores, Camero señala que el origen estuvo en la disociación entre la negociación y la movilización. Desde su punto de vista hay que entender esta dicotomía.
“La movilización no va a derrocar al Gobierno, sino a mejorar las condiciones de negociación futura. Va a generar incentivos del posible quiebre del chavismo y que se cree el cambio político. Lo que nunca se generó fue un criterio asociado de movilización y negociación. Si eso se hubiera logrado se hubiera obligado al Gobierno a que cediera y entonces, ocurriría el cambio político. Pero eso no se dio”.
El director de Investigación de la AN abunda en detalles y señala que otro defecto fue que los movilizadores no reconocían la legitimidad de los negociadores y estos no reconocían el liderazgo de los movilizadores. A esto hay que sumarle el cansancio porque no se pueden mantener protestas por tan largo tiempo, además de que éstas fueron mermando por la violencia. También, se perdió la capacidad de convocatoria.
El liderazgo político no tuvo capacidad de dar respuesta ante ese vacío que se presentó cuando las manifestaciones disminuyeron. Camero opina que eso trajo consigo la frustración de la gente por la incapacidad de la dirigencia de responder a las expectativas.
¿Hubo dirección colegiada?
En un momento álgido de las protestas, las pugnas de los partidos de la MUD se intensificaban debido a que algunos tenían un juego adelantado y con agendas ocultas, mejor dicho, desconocidas por los otros actores. Lo que lleva a la interrogante ¿hubo una dirección colegiada de las manifestaciones?
Para Sucre sí la hubo. “Los que tenían reservas con las protestas no lo manifestaron, como Avanzada Progresistas y Un Nuevo Tiempo, entre otros. No opusieron resistencia. A los partidos más pro salida de Maduro le dieron un protagonismo como a Voluntad Popular y luego, a María Corina Machado que se incorporó al igual que otros no pro MUD. Lograron unir a todos el mundo Se mantuvo la cohesión hasta la Constituyente. Luego, se volvieron a separar”.
El politólogo insiste en que en la dirección de las protestas hubo división del trabajo. “Y bueno, se la otorgaron a ellos, a los radicales. No pienso que estos que se las hayan quitado a los moderados. La estrategia fue en parte no ir a las elecciones y ejercer presión para ver si logras quebrar al Gobierno. Se abrazó esa tesis desde 2014. Los radicales lograron eso y sacaron a Ramón Guillermo Aveledo de la secretaría ejecutiva de la MUD. En 2016 un grupo se opuso tibiamente, pero no plantaron una posición. No hubo quiebre hacia transición y en ese sentido la oposición se radicalizó”.
Esta visión no es compartida por Camero, quien opina que en la MUD con las protestas hubo dispersión de la estrategia en los sectores más radicales.
“No hubo una estrategia unificada por la grave crisis de confianza interna. Faltaba la confianza entre los actores. Esa crisis interna de confianza mermó la capacidad de actuar estratégicamente”, explica.
Pero sí coincide con Sucre en que los radicales sacaron a Aveledo. “Los partidos empezaron a debilitar a la MUD. La veían como un competidor y se le desvaneció la estrategia unitaria. De Jesús ‘Chúo’ Torrealba en adelante se fue desactivando la MUD. Eso es parte de los errores. A partir de 2017, la MUD son los partidos, la secretaría ejecutiva son los partidos y la gente comenzó a identificarse con la unidad”.
Abrazar el fracaso
En medio de la convulsión se dan dos circunstancias: los radicales trataban de ir más allá sin saber cómo y los moderados no sabían como reconducir el proceso, pero lo querían hacer pronto, sentencia Camero, quien a su vez indica que otro elemento que constituyó una falla fue creer que con el voluntarismo del Parlamento se podía hacer todo.
“Pero si no hay la capacidad de hacer real las acciones para transformar la realidad se genera frustración. No basta con la voluntad, sino que tiene que haber la capacidad efectiva concreta. Eso nunca lo entendieron los radicales. No entendieron que no eran omnipotentes”.
Sucre entiende que el fracaso lo abrazaron con una estrategia que no estaba acorde con la realidad venezolana y del mundo. “Eso fue la fractura. Fueron muy académicos, se centraron en libros y en experiencias de transiciones, en teorías de los costos y aplicaron esos sin tomar en cuenta la política venezolana. Fracasaron así por aplicar recetas de libros de transición y no considerar un análisis a fondo de la política. La opinión es diversa. No hubo posibilidad de debatir y hubo un falso consenso. Todo el mundo se creyó sus mentiras y por eso erraron. Todo los centraste en una fractura y sigues en esa tesis”.
Camero ahonda en el análisis y explica que en dos años volvieron trizas el liderazgo que se había ganado. “En la medida que te sentías más cerca del triunfo te volvías más competitivo y menos cooperativo. Esa ruptura incapacitó. Cada uno de los actores actuó de manera racional, pero en conjunto terminó siendo irracional. Es un análisis trágico. La generación de 2017 llevó la batuta y la vanguardia, pero había el riesgo de que se quemaran. El proceso no estaba a la altura de las expectativas. Luego, se perdió el carácter estratégico de las protestas al igual de cuál era el objetivo. Cada quien fue cultivando sus propias fantasías”.
Agrega que se perseguía el quiebre del chavismo y no lo lograron. “La fisura que creó Luisa Ortega Díaz no se convirtió en fractura para llegar a la transición. Ahí se fracasó y fracasamos todos: la derrota la cargamos todos por la vida. El incentivo de 2015 cuando se ganó la AN se perdió por las ansías de competir. Eso perjudicó al cooperativismo. Se creía que el triunfo estaba cerca, hubo un proceso de ceguera en general”.
El tercer experimento
En marzo de 2018 comienza el tercer experimento, en palabras de Camero: el Frente Amplio Venezuela Libre. El primero fue la Coordinadora Democrática, expuso, que fracasó por la imposibilidad de compartir las percepciones de los políticos y la sociedad civil. Luego, se dio paso a la MUD que se critica por su carácter de cogollo y de haber secuestrado la iniciativa del ciudadano.
“Con el Frente Amplio se trata de superar a la MUD y articularse con la sociedad y que la MUD no sea tutelada”, añade.
Este historiador, pese a que lo considera como un paso positivo que va en el camino correcto, observa que la sociedad civil tiene múltiples agendas y velocidades y, además, sus visiones no son cuantificables frente a los partidos que si pueden contar.
“La interrogante es cómo a esta estrategia le damos una estructura. Positivamente hay un reconocimiento de trabajar juntos. Eso le dio base a la MUD. A esta estrategia hay que ponerle una estructura para que podamos seguir un cambio que queremos”.
Y, advierte que muchos ven al Frente Amplio con mentalidad estrecha y a la retaguardia. “Los radicales no aceptan a los chavistas disidentes y otros no quieren a María Corina Machado. Hay que definir estratégicamente qué está buscando el Frente, quiénes caben y quiénes no. En él deben coexistir todos los sectores de la sociedad que se enfrentan al gobierno para darle salida a esto y llegar a la democracia. No hay que pensar los temas en torno a la pureza”.