¡Qué Arrechedera!, por Eduardo López Sandoval
Julián es un sembrador de arroz que no tuvo en sus mocedades preparación escolar para distinguir que entre los roedores hay ratones y ratas, que son diferentes especies, –que no tienen diferentes grosores porque las ratas están en el Gobierno y los ratones en la Oposición–, que tienen distinto comportamiento como plaga, por lo que deben tener diferentes controles en la siembra, pero algo ha aprendido con los golpes de 40 años de experiencia en el cultivar arroz…
Para Julián Tirso este día lunes amaneció como si fuera domingo pero hay que regar el cebo y montar las trampas para los ratones que se comen el paño de arroz de treinta y cinco días de germinado porque para las ratas no hay feriados.
Terminó de preparar las trampas, y las bolsas con el cebo en donde se coloca el alimento envenenado con anticoagulante preparado durante los dos días anteriores, ahora en esta mañana del lunes después del embolsado las metería por cientos en grandes sacos algodoneros…
– Para ser llevados a la parcela de arroz cuando jalle gasolina, -se comenta don Julián.
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Cuando el roedor ataca a la siembra en cardúmenes no da tiempo al agricultor, aún presente, si no para hacer una menos que mediana defensa en esta partida de ajedrez, cuando mucho el productor lo que logra es un maltrecho empate; cuando no está por falta de gasolina como parece ser este el caso la derrota es total, no cosecha un grano.
Por culpa de la gasolina Julián llegó a la siembra con un día de retraso, cargando las trampas y las bolsitas con el cebo para las ratas, que son sus peones en la defensa en el ventajista ajedrez que contra él juegan las ratas en complot con el Gobierno, valga la repetición.
Llega al corte de la siembra, está estacionando la vieja camioneta inglesa verde perico, gruesas gotas de sudor corren al bajar el tercer saco de cebo que suman por lo menos cien kilos de trabajo, varias de esas gotas ciegan sus ojos llaneros, se seca con la punta de su franela azul, y aprovecha este recreo para contemplar su siembra,… ¡Qué arrechedera! La siembra no está.
(Vale este paréntesis, no decimos groserías, menos las escribimos, pero si decimos que Julián se enojó, enfureció, o se indignó, pateó, se le agrió el alma, se molestó, exasperó, exacerbó, o se puso bravo, no decimos lo que ocurrió, pero no vamos a escribir la grosería con la que se expresa ese sentimiento en este expaís. Tomamos el apellido prestado de una Secretaria que trabajó con nosotros en el extinto Congreso Nacional, -que fue sustituido por esta Asamblea Nacional, también extinta. Pero no tomamos el apellido Arrechedera de tan eficiente funcionaria por algún símil con el sentimiento, no, es por lo parecido del sonar).
La arrechedera de Julián, que es la misma que sientes tú, mi pana lector, por las ausencias del gas, la gasolina y el agua, –para decir sólo tres rubros en los que somos ricos para en teoría repartir al continente–, la vamos a abreviar con sólo la letra A, así como se usan la siglas CDM.
La misma A que guarda Julián muy dentro de sí, cuando por cuarta vez, en el día que de acuerdo a la placa le corresponde echar gasolina, haciendo una kilométrica cola, que parece que esta vez sí va a poner el tanque lleno, porque está de número 26 en la cola y la gandola acaba de descargar, esta vez sí la gasolina va a alcanzar aunque la Guardia meta a los coleados de siempre…
Pero se para el avance de la cola. Uno de los menos viejos regresa con la noticia del por qué: ¡Se fue la luz!
¡Qué A!
La observación menos acuciosa –la tuya o la mía, mi pana lector–, es más precisa que cualquiera de las encuestas más rimbombantes que se publican en este expaís. Precisamos, desde esta orilla izquierda del río Guárico, que el 90% de la población votante del país se opone al Gobierno, ojo, dentro de estos que nos oponemos no está la dirigencia que se ha abrogado ese título de Oposición, esos que se agrupan en sectas llamadas Mesa y Mesita son, por lo menos la dirigencia, parte de ese otro 10% que de seguidas discriminaremos. Esta “Oposición” es parte del Gobierno bien porque los compraron o porque se vendieron, tetas de la vaca Pedevesa mediante.
Del 10% que apoya al Poseso sólo un uno por ciento es enchufado, dentro de este selecto grupo está la dirigencia de la llamada “Oposición”…
La A es generalizada, ese selecto grupo nos somete porque dominan las armas y los medios, –y los miedos–, y tienen la experiencia de 60 años de dictadura cubana…
Toda esta perorata es sólo introducción al otorgamiento de un instrumento de medición científico que al terminar tendrás en tus manos, que computará nada más y nada menos lo tan eficiente que puede ser el Gobierno en el tratamiento a la pandemia llamada Virus Chino. Veamos.
Digamos que Julián, además, no tiene dónde comprar comida, gas, ni gasolina, no halla el lugar de venta, y si lo encontrara no tiene los dólares con que se cotizan. Tiene una gran A.
Y cuando llega a su casa con esta gran A, sin esperanzas, cansado, sin nada en las manos, y sus hijos y sobrinos le esperan…
Al entrar a la sala de su casa siente en el ambiente una novedad, se quita los lentes de sol para ver mejor. Distingue a un barrigón pero no gordo que se acerca a los cuarenta años y a la abuela que está a su lado; él, de franela roja, bien pudiera ser uno de los hijos mayores de la abuela, y se lo presentan:
-Julián, querido yerno, este señor es Juan, mi novio…
Sin mayores palabras Julián entiende que este es un vividor que pertenece al 9% de infelices…
(Vale este otro paréntesis, hasta acá todo lo escrito es la pura realidad, a partir de ahora requerimos de tu imaginación, métete en las alpargatas de Julián, e imagina…).
Julián –que eres tú– cierra los ojos, quizás para no ver los problemas, pero es una solución que busca en este mar de revolucionarios inconvenientes. Abre los ojos. Ahora el franela roja es un gordo presuntuoso que a primera vista se ve que duerme como un bebé y “baila muy bien la salsa”, y tiene bigotes: es el Interfecto. Que sin recato pone la mano izquierda sobre la incipiente barriga de la sexagenaria embarazada, y la mano derecha sobre el hombro opuesto de la abuela denota el completo dominio del papá de la situación, por inmanejable que a los ojos de los estudiosos sociales del mundo pueda parecer, es el orgulloso padre.
El interfecto sin empacho muestra sus dientes como para una fotografía de primera plana, y dice:
-¡Estamos esperando un bebé!
Tú osas y ves al personaje de arriba abajo, y de abajo arriba, ¡y qué extraño!, miras que el afamado personaje heredero del inmenso poder político lleva el pantalón de marca bien arremangado hasta la rodilla de uno de sus miembros inferiores, la espinilla ha quedado completa al descubierto, a dos pasos de ti.
Y tú mi pana lector, como buscando explicación a esta por demás extraña situación te ves a ti mismo y observas en tu pie derecho –bien puesta– una bota de la que usan los obreros de la construcción con la punta reforzada del más puro hierro…
Continuará…