Que crezca el montón, por Teodoro Petkoff

La derrota de la reforma demostró la viabilidad y la necesidad de la estrategia democrática para enfrentar al gobierno de Ego Chávez. La construcción de una nueva mayoría y la capitalización del gran triunfo exigen afincarse intransigentemente en la estrategia democrática, que incluye, entre otros, los escenarios electorales, marcando, además, un claro deslinde con políticas violentistas –cuya absoluta inviabilidad no sólo se debe al intrínseco error de sus diagnósticos sino también al alto componente de mitomanía que caracteriza a sus portavoces.
Una estrategia democrática es indispensable para construir una nueva mayoría, y esta no puede surgir sino del lento pero ya claramente perceptible proceso de desarrollo de una conciencia crítica y lúcida, con respecto al gobierno, en el seno de los millones de venezolanos que honestamente vieron en Chávez una alternativa válida, pero que hoy se sienten crecientemente frustrados. Fenómenos como el del 2D sólo se repetirán si entre quienes han acompañado hasta ahora al Presidente prende la idea clave de que la lucha contra el mal gobierno supone y conduce al reencuentro entre los venezolanos y de ninguna manera a la venganza y a la reproducción de conductas de discriminación y desconocimiento del adversario. Reencuentro no significa una sociedad idílica, ni la desaparición de la lucha política, sino la comprensión de que los problemas que existen, de pobreza, desigualdad, injusticias de distinta índole, que inevitablemente producen diferentes enfoques, controversias y hasta confrontaciones propias de la política (y más aún con un presidente como Chávez), deben desenvolverse, sin embargo, de un modo tal que todas las partes tengan la seguridad de que una divergencia no constituye una amenaza para la vida y la seguridad de los contendores. El camino hacia la construcción de una nueva mayoría es el de la recuperación de la política como ejercicio civilizado, a pesar de lo muy rudo y duro que ciertamente es.
¿Por qué una estrategia democrática? Porque el problema no es Ego Chávez sino su mito.
Quienes, entre sus votantes, lo ven cada vez más escépticamente, necesitan una alternativa, una opción creíble, que sea democrática tanto en los medios que utiliza como en los fines que persigue. Por eso el golpismo no es alternativa para millones de venezolanos que, aunque ya con mucho menos fervor y pasión, todavía creen en Chávez.
Una estrategia democrática tiene por delante los problemas concretos de la población. El gobierno ha creado terribles males sociales (la inflación más alta del continente y simultáneamente escasez). Allí está uno de los terrenos de las luchas que están planteadas, para todos.