Qué difícil es hablar con un joven adoctrinado, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Una de las características más resaltantes de los movimientos comunistas consiste en crear realidades paralelas a través de un muy bien aceitado y creativo aparato de propaganda. Cuando están en la oposición, usan el recurso propagandístico de manera tan eficiente que logran convertir a muchachos naturalmente díscolos y rebeldes en máquinas disciplinadas, incapaces de arreglar su cuarto, pero convencidos de la impostergable tarea de «lograr una sociedad justa y de iguales».
La propaganda comunista no solo distorsiona la realidad existente para mantener encendida la llama de la necesaria «gesta libertaria en beneficio de los pobres y necesitados», también crea realidades imaginarias que sustituyen a las realmente existentes en los países comunistas.
La idea es reconceptualizar todo para ajustar la realidad real a la pensada. Por ejemplo, las reglas democráticas que garantizan la alternancia en el poder, las califican como «mecanismos burgueses de pan y circo para hacer creer al pueblo que tiene el poder de elegir». De igual manera, las políticas públicas distributivas que aseguran la inversión social para crear igualdad de oportunidades, son tildadas de «migajas lanzadas al pueblo para mantenerlo sumiso ante los poderosos».
Van creando la imagen maniquea de una sociedad dividida entre «buenos» y «malos», donde los «buenos» (o sea, ellos) tienen la supremacía moral y el deber histórico de «destruir a los malos», hasta por el bien de «los malos».
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Peor sucede cuando se trata de defender a los países comunistas. En esos casos recrean paraísos donde todos son felices como lombrices, nadie se enferma, impera la igualdad y se sienten orgullosos de la vida en pobreza «porque lo importante es la dignidad revolucionaria». Rematan diciendo que tanta felicidad hay que defenderla a través de la solidaridad internacional para evitar que «sucumban ante las agresiones imperialistas».
Desde esta filosofía simplista y plana, que reduce enormemente la capacidad de pensamiento autónomo, se construyen canciones, consignas, afiches, proclamas y manifiestos dirigidos a crear una sensiblería colectiva y un resentimiento acumulado contra todo lo que representa el bienestar material, el éxito individual o la meritocracia.
Cuántos jóvenes soñadores he visto alabar el queso cubano a pesar de que la pudrición llega hasta el otro lado del mundo.
Es impresionante observar la capacidad de justificación de lo injustificable. Se convierten en maestros y doctos sobre el socialismo cubano, pero cuando indagas un poco más descubres que nunca han pisado la isla.
Para ellos, la realidad cubana es la realidad contada en afiches, canciones, documentales y la narrativa de sus camaradas. Lo otro, son inventos de «los imperialistas y sus lacayos la burguesía criolla».
Esta perorata viene al caso por haber tenido la oportunidad de conversar con un joven partidario de las políticas oficialistas. Durante las siete horas invertidas para echar gasolina, departí con un portugués dueño de abasto, una costurera sesentona y buenamoza y un joven estudiante revolucionario. Mencionó que hacía la carrera de Derecho en una universidad «democrática y popular» donde, por cierto, nunca ha habido elecciones ni de reina de carnaval.
La vehemencia con la que el joven defendía sus ideales, nos recordaba los discursos escuchados hace más de 40 años durante mi época de estudiante ucevista. Hablaba de Cuba como si se refiriera a Asgard y de Fidel como si de Odín se tratara.
Ante la solicitud de los contertulios de una explicación coherente que justificara la enorme fortuna que tenían Fidel y Chávez en sus manos al momento de morir, la respuesta, luego de un silencio desconcertante, fue automática. «Esas son otra sarta de mentiras inventadas por la CIA para desacreditar el legado histórico de ambos comandantes en jefe». No se diga más. Lo siguiente será defender al camarada Alex Saab, «héroe de la revolución bolivariana».
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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