Qué hacer, por Gisela Ortega
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La vida es quehacer y da mucho que hacer: el mayor de todos, averiguar qué es lo que hay que hacer precisamente en momentos que se caracterizan por un aparente no saber lo que se hace, por un dejar de hacer lo que se puede hacer, por un dejar de hacer lo que no se debe hacer y por un no querer hacer lo que se debería hacer.
Cuando la aplicación del Derecho va cayendo y decayendo; cuando de nada sirve que sigan vigentes disposiciones legales que garantizan la propiedad porque nadie sabe hoy lo que mañana va a ser su propiedad ni de su propiedad; cuando resulta inoperante un Código Penal porque hay delitos tipificados que no se castigan y penas que no se imponen ni se cumplen; cuando nos enfrentamos al esquema de las ideas políticas imperantes; cuando se reconoce y acepta el pluralismo ideológico pero se quiere implantar la propia ideología; cuando se trata de justificar el intervencionismo como la búsqueda de una convivencia humana más armónica; cuando se exige el respeto a los derechos humanos en unos regímenes y se ignora el irrespeto a esos mismos derechos que existe en otros.
Cuando se agrede al más fuerte y se resienten, luego, las retaliaciones; cuando los miembros de un mismo partido difieren en los objetivos y procedimientos para alcanzarlos; cuando nos encontramos extraviados y desorientados en un conjunto de realidades que constituyen la más intrincada maleza de incoherencias y contradicciones; cuando nos sabemos convictos de antemano por querer algo distinto y por ambicionar algo mejor; por ser lo que somos y como somos; cuando sentimos la vida en torno como un terrible azar en que dependemos de voluntades caprichosas, cuando presenciamos el nuevo reparto de poder en el mundo; el cambio de preponderancias; la transformación en el rumbo de las instituciones políticas y, como consecuencia, la variación que ello trae en el programa de la vida humana, en su curso cotidiano, en el régimen de sus ocupaciones, al hombre no le queda otro recurso que hacer algo para seguir siendo..hombre.
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Sin embargo, la mayor parte de ellos elude y rehúye la responsabilidad y el compromiso de su quehacer al no querer ser ni hacer, lo que, necesariamente debiera hacer para ser. Y como, en definitiva se es lo que se hace y se hace de acuerdo a lo que se es, ante este desafío que nos plantea la vida actual, que es a la vez, reto, obstáculo, amenaza, peligro, hay quienes traicionando lo que son y lo que tienen que hacer, optan por la inercia, la indolencia, el desánimo, la resignación, eludiendo lo que deben hacer, defraudando al no hacer por no oponerse ni perjudicarse, sumiéndose en un sonambulismo dentro del cual caminan sin carga de responsabilidad, sin peso de humanidad, ignorando que quien renuncia a ser el que tiene que ser ya se ha castigado en vida y es un suicida en pie, olvidando que como hombres tendrán, al fin de cuentas, que justificarse por no haber sido ante su propio, íntimo tribunal y ante quienes en la sociedad esperan de ellos.
En medio de este reinado de la cobardía en que todos murmuramos pero nadie da la cara, donde los valores se convierten en una realidad insólita que solo algunos poseen, destacan quienes se atreven a expresar temas en que tienen autoridad y credenciales para comentar.
Y cuando callan los que no manifiestan su criterio, se llega a la conclusión de que son demasiados los que al no comprometerse, no hacen lo que deben hacer, ni son como deben ser.
Gisela Ortega es periodista.
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