Que nadie decida por ti, por Stalin González

Venezuela atraviesa una etapa crítica. El país no solo sufre el colapso de los servicios, el deterioro del salario o el cierre de oportunidades. Lo que vivimos va más allá: es la pérdida de todo atisbo de institucionalidad cívica y republicana. Millones se han ido y otros seguimos aquí, luchando todos los días contra un modelo que se agotó hace mucho tiempo y que insiste en prolongarse mediante el control, la represión y la criminalización de quienes piensan distinto.
Frente a eso, hay quienes optan por rendirse. Por resignarse. Por dejar que el poder siga en manos de una minoría que solo busca mantenerse a costa del sufrimiento colectivo. Pero también hay otra opción: mantenerse de pie, organizado, convencido de que la lucha democrática tiene sentido y de que el voto sigue siendo nuestra herramienta más poderosa. Votar no es ingenuidad. Tampoco es sumisión. Es una decisión firme de no dejar el terreno libre. Es decirle al régimen que no le tenemos miedo, que no nos hemos rendido y que, aunque intenten cerrar todos los caminos, hay un país que se resiste a desaparecer.
Cada vez que decidimos no votar, no estamos castigando al régimen, de lo contrario, le estamos dejando la cancha libre. Le estamos regalando el poder. Así ocurrió en 2005, cuando la oposición se retiró de las elecciones parlamentarias. Como resultado, el chavismo obtuvo el control absoluto de la Asamblea Nacional y desde allí consolidó su dominio sobre el resto de los poderes. Nos salimos del juego y ellos lo aprovecharon para cambiar las reglas a su favor. No participar es como apagar la luz en una habitación que ya está en penumbras.
Cada elección es una oportunidad. No para hacer milagros, sino para mostrar que la mayoría sigue activa, que hay ciudadanos dispuestos a seguir insistiendo, participando, construyendo una alternativa. Las veces que no votamos, los resultados han sido devastadores. Basta mirar atrás: el vacío se llena siempre, y lo llena el autoritarismo. Elegir no es un lujo, es un acto de defensa propia. No se trata de defender cargos, sino principios. No se trata de creer que votar arregla todo, sino de saber que no votar no arregla nada. Cuando renunciamos al voto, dejamos que otros decidan por nosotros. Y esos otros ya sabemos quiénes son.
Hay que dejar atrás las falsas promesas de soluciones mágicas, de salvadores externos o de golpes de suerte. El cambio empieza desde adentro, con nosotros, los que estamos aquí y no nos resignamos. Es duro, sí. Es largo, también. Pero es el único camino realista y legítimo que nos queda. La lucha por una Venezuela diferente exige presencia, constancia y acción. Abstenerse es silencio, y el silencio solo beneficia a quienes quieren apagar todas las voces.
Este 25 de mayo es una nueva oportunidad para marcar distancia con quienes destruyeron el país. Es una ocasión para decir, sin gritos ni violencia, que seguimos aquí y no nos han vencido. El poder del voto es real cuando se usa con responsabilidad y valentía.
Quienes creemos en la democracia tenemos el deber de mantenernos activos. Venezuela no necesita héroes solitarios, sino ciudadanos comprometidos que se organizan, participan y no abandonan la lucha por sus derechos. Eso es lo que está en juego: el derecho a elegir, a disentir, a construir, a vivir con dignidad. Que nadie decida por ti. La única derrota segura es no intentarlo.
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*Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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