¿Qué pasa, Hugo?, por Teodoro Petkoff
La paradoja que se vive hoy en relación con la economía es que a pesar de que los números no son malos, la percepción generalizada es que la situación económica va cuesta abajo en la rodada. Es frecuente conversar con hombres de empresa que muestran un marcado pesimismo pero haciendo la extraña salvedad de que a ellos no les está yendo mal y que sus ventas han aumentado.
Un país con 13 mil millones de dólares en sus reservas internacionales, que en nuestro caso equivalen a 9 meses de importaciones, no es exactamente uno en el cual normalmente se estaría especulando sobre la posibilidad de un control de cambios. Sin embargo, en Venezuela ese tema se ha vuelto ya banal. Más extraño es que eso ocurra en un país que cuenta con cerca de 7 mil millones de dólares en un fondo de estabilización macroeconómica, que constituye un colchón grueso para protegerse de un bastante improbable derrumbe de los precios del petróleo. Sin embargo, ninguno de estos dos datos disuade la sospecha de que por ahí viene un control de cambios o una macrodevaluación. En sana lógica, no hay razón para pensar que alguna de estas cosas esté a punto de materializarse y, sin embargo, las personas -ya sean naturales o jurídicas- creen lo contrario y el Banco Central está haciendo frente a lo que podría considerarse un ataque de baja intensidad contra el bolívar.
Tomemos otro caso. Hay una queja muy difundida sobre los perniciosos efectos de una moneda sobrevaluada. Nadie discute que el bolívar tiene un alto grado de sobrevaluación, de modo que sería lógico pensar que hay una racionalidad en el Banco Central cuando deja deslizar el tipo de cambio con mayor velocidad a fin de corregir indoloramente la sobrevaluación y cuando toma algunas medidas que limitan la adquisición desaforada y nerviosa de la divisa. Pero, ¿cuál es la percepción? Que los dólares se están acabando, que se están poniendo carísimos y que hay que salir a comprarlos antes de que suban más y se pongan más escasos. Sin embargo, si se mira bien se verá que el tipo de cambio de hoy es el que corresponde a la fecha, a un ritmo de depreciación anual de 7%, habiendo arrancado el 1° de enero en 700 bolívares y marchando, dentro de las bandas, hacia unos 750 al 31 de diciembre. Eso estaba avisado, así que el nerviosismo es injustificado. Pero existe.
Probablemente el propio BCV tiene alguna responsabilidad, porque ha enviado mensajes contradictorios. Durante meses se ha venido hablando de cambio fijo y de hecho casi se le ancló, pero luego, cuando con toda razón lo afloja, sin explicar nada, no puede extrañarse de que la gente no entienda cuál es exactamente la política cambiaria. A pesar de que la paridad cambiaria no está nada alejada de la que corresponde a esta época del año, al ritmo de depreciación anunciado, la gente, sin embargo, está llena de alarma.
¿Qué es lo que pasa, pues? Hay reservas internacionales holgadas, la inflación baja, la economía crece, los precios del petróleo no van en picada y aun así el humor del país es más bien pesimista. ¿No será que hay demasiada e innecesaria tensión política? ¿No habrá llegado la hora de contener la primera lengua del país y transformar en política de fondo este inicio de diálogo entre el gobierno y los sectores de la economía? Te toca jugar, Hugo