¿Qué paz?, por Marta de la Vega
Las elecciones presidenciales, cuya fecha fue adelantada en casi seis meses con respecto a lo que había sido costumbre, sin el consenso del país ni de los partidos políticos de la Plataforma Unitaria Democrática, con condiciones impuestas por Maduro y su entorno, con las reglas y transgresiones de la dictadura, superadas arbitrariedades y discrecionalidad, fueron realizadas el 28 de julio de 2024. Pese a todas las dificultades y obstáculos contra la oposición y su candidato unitario, el resultado ha sido una formidable victoria, contundente y muy claramente comprobada, con más de quince estudios de expertos independientes que certifican la autenticidad y veracidad, imposible de adulterar, de las actas de votación impresas por las máquinas del consejo nacional electoral al final de la jornada comicial.
Estas fueron recogidas de manera heroica y con admirable tenacidad por los voluntarios organizados para preservar el voto, que presionaron, se mantuvieron firmes y no se retiraron de los centros de votación hasta que no obtuvieron las copias que por ley tienen que ser entregadas a los testigos después del escrutinio; se recogió la mayoría de las actas, correspondientes a veinticinco mil setenta y tres mesas de las treinta mil veintiséis instaladas por el CNE. O sea, se contó con casi el 84% del total de la voluntad popular expresada en el sufragio. Estas se hallan expuestas en internet a la vista del mundo entero en la página https://resultadosconvzla.com/.
Fue una avalancha entusiasta y serena de civilidad, voluntariado, comportamiento cívico y pacífico de la ciudadanía. Fue un excepcional trabajo de los “comanditos” mediante los cuales la sociedad civil se organizó y se preparó con callada laboriosidad y eficiencia durante muchos meses para proteger el proceso electoral. Fue una extraordinaria estrategia tecnológica y política del equipo de María Corina Machado y Edmundo González para adelantarse ante la sospecha de fraude que, aparte del ventajismo, ya había ocurrido en el pasado sin posibilidad de ponerlo a la luz.
Esta vez mostrar las actas de las máquinas de votación desmontó la maniobra que pretendía el régimen y que ahora busca afianzar con una sala electoral del tribunal supremo de justicia que usurpa funciones que no tiene porque es competencia del consejo nacional electoral la publicación y certificación de las actas. Este poder aún no las ha hecho públicas y no las va a mostrar porque quedaría al descubierto la gravísima trampa.
Una aplicación muy avanzada permitió contabilizar durante toda la noche del mismo 28 de julio la totalidad de las actas recogidas, en condiciones muy difíciles y bajo amenazas. Pero se logró y el resultado es técnicamente imposible de rebatir. La reacción de la cúpula chavista y las autoridades de las fuerzas del orden bajo su mando ha sido sembrar el miedo, la persecución y las detenciones arbitrarias mediante una política sistemática de terrorismo de Estado. Ha habido por lo menos veinticinco asesinados en las dos semanas posteriores a las elecciones. Ha habido más de dos mil cuatrocientas personas detenidas o sacadas de sus casas, de las cuales ciento quince son adolescentes y menores de edad, acusados de terrorismo y traición a la patria.
El problema que hoy enfrenta el país, martirizado por los abusos de poder, el abandono y colapso de los servicios públicos básicos por falta de mantenimiento y latrocinio, la demagogia, manipulación y medidas efectistas hacia una población que ha presenciado indefensa el saqueo de las arcas públicas, la discrecionalidad y negligencia de quienes desgobiernan e incumplen las obligaciones que compete al Estado hacia sus ciudadanos, es que la camarilla que domina las instituciones se aferra al poder a un precio trágico para la gente.
Todos los altos funcionarios en la cadena de mando han cometido un gravísimo delito contra la Constitución y contra la ley de procesos electorales. Al negarse a aceptar los resultados y pretender, con cifras sin ningún sustento, violentando las leyes, engañando a la comunidad internacional y a los venezolanos, inventando un boletín, el único, al amanecer del 29 de julio, mintiendo sin pestañear, proclamar al candidato oficialista presidente reelecto de la República, han dado un golpe contra el sufragio, que es la principal fuente de la legitimidad democrática; contra las bases de la República, al desconocer la independencia y autonomía de los poderes del Estado y contra los fundamentos del Estado de Derecho, al burlarse de las instituciones, en especial la de la voluntad popular soberana expresada en votos.
Los actores políticos y la sociedad civil han hablado de paz. Los ciudadanos han expresado su reclamo por la paz, como en la voz y el canto de los artistas Laura Guevara, en junio de 2017, con su poderosa canción y video Queremos vivir en paz y Franco de Vita, en julio de 2024, antes de que finalizara la campaña, y la inspiradora lideresa María Corina Machado, con su canción y video Tú tienes la llave; tu voto es la llave para «que podamos vivir en paz».
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También Maduro habla de paz. Paz impuesta a punta de miedo y represión. Edmundo González, en mensaje a los venezolanos del 23 de agosto, sostiene que está en juego la paz de nuestro país. “Solo en democracia tendremos la oportunidad de transitar un cambio en paz donde podamos reencontrarnos, progresar y vivir con bienestar”.
Lo que queremos los ciudadanos de bien, la gran mayoría de los venezolanos, es una paz democrática, amable, de convivencia pacífica, de prosperidad y de reencuentro, sin odio, ni resentimiento, ni venganzas rabiosas ni retaliación, como a los que nos ha querido acostumbrar y buscado imponer el proyecto neopopulista y militarista del chavismo depredador.
Marta de la Vega es investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB.
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