¡Qué peladera!, por Teodoro Petkoff
De las mejores fuentes sabemos que en algunos círculos bolivarianos está ocupando la atención de sus integrantes la difícil situación económica que están padeciendo los sectores populares. No sin acidez se apunta que el Gobierno «no arrima una pa’l mingo» y que el desempleo está ablandando la fe militante de muchos «compatriotas». Esto es comprensible. Próxima ya la mitad del año, la economía no muestra signos de que en el segundo semestre vaya a salir del desfallecimiento que la agobia. De hecho, los pronósticos apuntan a un cierre de año con crecimiento negativo. En los círculos bolivarianos tendrán mayores razones para preocuparse, porque ese dato implica más gente sin trabajo. Pero, desde luego, la angustia va mucho más allá de los grupos populares afectos al Gobierno. Los actuales niveles de desempleo alcanzan también a la clase media profesional. Una de las razones que explican el alto grado de movilización y combatividad de los sectores medios de la población tiene que ver con la prolongada peladera de bola de legiones de jóvenes graduados que no ven futuro… ni presente.
La economía real, esto es, la que crea y sostiene el empleo, está entrampada. No hay negocio alguno que pueda ser financiado con los actuales niveles de tasas de interés. ¿Qué rentabilidad debería tener una empresa para pagar tasas que están más arriba de 60%? Por otro lado, sobre los bancos llueve una cascada de solicitudes de refinanciamiento; crece la morosidad y el sistema financiero se defiende a punta de maquillaje de los balances. ¿Durante cuánto tiempo puede la cosmética disimular la realidad? Para los círculos bolivarianos, que con frecuencia oyen al Presidente pedir a los bancos que bajen los intereses, seguramente sería una sorpresa enterarse de que esas tasas asesinas las impulsa el Gobierno mismo. Pero, así es. La política monetaria del Banco Central (para la gente sencilla todo eso es «el Gobierno»), dirigida a proteger las reservas internacionales, impulsa las tasas hacia arriba, para que los depositantes mantengan sus ahorros en bolívares y no en dólares. Cada vez que las tasas bajan un poquito, crecen las colas ante las casas de cambio. Pero hay momentos en los cuales ni siquiera intereses muy atractivos mantienen los bolívares en casa. En estos días el dólar ha subido bárbaramente porque la volatilidad política empuja a la gente hacia las taquillas de los bancos para comprarlo. El Banco Central, para no quemar demasiadas reservas, lo deja deslizarse hacia arriba. El cuero seco, pues. Lo pisan por un lado y se levanta por el otro. A la gente común le importa un pepino eso de que la subida del dólar corrige la sobrevaluación. Ese «barómetro» cambiario lo que le mide al venezolano de a pie es lo mala que está la cosa