¿Qué revolución es ésta?, por Teodoro Petkoff
Tenían que haberle puesto una Hummer bien grande por delante para que Yo-El-Supremo cayera en cuenta de qué es lo que está pasando en los bajos y altos fondos del chavismo. Si sus conmilitones no fueran tan vanidosos, si exhibieran su riqueza recién adquirida con moderación, si compraran escarabajos VW, incluso los de lujo, el Jefe no habría dicho nada —tal vez, incluso, no se habría dado cuenta, aunque esto último es poco probable—, pero lo de las Hummers le llenó el gorro.
Además, ¡qué atrevimiento el de la General Motors! Montar aquí una venta exclusiva de sus carísimos vehículos, para exhibirnos ante el mundo como país de nuevo ricos, a nosotros, emblemas de la revolución universal, creadores del socialismo del siglo XXI. ¡Faltaba más!
De modo que El Supremo se lanzó con su acostumbrada filípica moralizante. Nos bañó con chorros de moralina revolucionaria. Bramó contra el consumismo, contra la bebedera de whisky, contra las malas costumbres que nos ha dejado el capitalismo. Ya nos había advertido sobre los peligros del tinte de pelo, de las tangas, de la seducción que ejercen Barbie y Ken y otros accesorios demoníacos, con los cuales el capitalismo envenena las mentes de nuestras mujeres. (Olvidó aquel cumpleaños de su hija con los adornos de Winnie Pooh. ¡Qué tiempos aquellos cuando todavía su propia mente estaba llena de esa basura capitalista!) ¡Ni un dólar más para las camionetotas que encantan a nuestros boliburgueses y a nuestros altos funcionarios! ¡No más plata para whisky! ¿Qué pasará? Lo mismo que con su reclamo sobre los sueldotes: nada. Nadie le paró, nadie se lo rebajó y a Él se le olvidó el tema. Qué lejanos aquellos tiempos cuando Chávez decía que no quería ver ricos a los revolucionarios. Pues ahora los tiene bien cerquita.
A Chacumbele no le pasa por la cabeza que todo este derroche consumista va más allá de un problema ético o moral. Mucho menos imagina que en buena medida esto es el resultado de su propia política económica, que no es otra cosa que el aprovechamiento rentista del colosal ingreso petrolero que hoy se derrama sobre el país. ¿Ha pensado Chacumbele en la fuente de enriquecimiento ilícito que es la diferencia gigantesca entre el precio del dólar controlado y el paralelo, por poner un solo ejemplo? ¿Ha pensado en la facilidad con la cual se puede robar al fisco venezolano a partir de una política fiscal tan derrochadora como la suya? ¿Se da cuenta de los huecos que abre la ausencia de controles parlamentarios, la inexistencia de la Contraloría de la República? ¿Qué quiere Chacumbele que hagan con su plata los ladrones del fisco y sus cómplices de la boliburguesía? ¿Que no se den la gran vida? Ya decía alguien que hay dos cosas que no se pueden ocultar: la tos y la riqueza.
En el fondo, lo que Chacumbele le está diciendo a los compañeritos es que si van a robar, que lo hagan con disimulo, sin ponerse en evidencia. A eso se reduce todo. ¿Qué revolución es ésta?, preguntaba Chacumbele, indignado. Él mismo respondió: la de las Hummers y el whisky 18 años. ¡A su salud, comandante!