Qué sigue, por Bernardino Herrera León
Twitter: @herreraleonber
Los venezolanos lo hemos intentado casi todo para liberarnos de la plaga del chavismo. Nos apegamos a las normas constitucionales, marchamos pacíficamente, votamos masivamente, hicimos uso de nuestro derecho a la libertad de expresión, acudimos a los tribunales cuando las autoridades a cargo del Estado no cumplían con sus obligaciones. Y cuando la justicia en el país tampoco atendía las demandas, pues, acudimos a la justicia internacional.
Lo hemos intentado todo, excepto la vía violenta. Hemos agotado todas las opciones civilizadas y pacíficas. La dirigencia opositora venezolana, a cargo de los principales partidos que lograron todas las mayorías en el parlamento, han acudido, prestos, a cuanta iniciativa de negociación se han presentado y ofrecido.
Ni siquiera con la alternativa rebelde, muy particular de Oscar Alberto Pérez, se aplicó violencia criminal contra el chavismo. Pues, en todas sus acciones, se negaron a matar personas. Sin embargo y a pesar de declarar su rendición y entrega, fue acribillado sin misericordia junto con sus seguidores en el momento en que se encontraba rodeado y sin escapatoria. El chavismo tiene ya una larga y tétrica trayectoria de ejecuciones extrajudiciales.
Pero tampoco su acta de nacimiento, la del chavismo, muestra un mínimo gramo de decoro. Nació de una conspiración. De un golpe de Estado en el que se asesinaron e hirieron inocentes. Su símbolo es un puño golpeador. Han mentido descaradamente. Fingieron ser demócratas. Desde el mismo momento de su llegada al poder pactaron con los terroristas colombianos y se dedicaron al tráfico de drogas. Robaron sin recato al tesoro público y a los particulares. Corrompieron a opositores. Engatusaron al país con dólares baratos de Cadivi. Despilfarraron todo hasta la ruina. Y ahora, con el país en quiebra y exhausto, les estorban las personas. Lo que explica el dejar morir de hambre y enfermedades a la mayor cantidad posible de compatriotas. O dejar que se ahoguen en el mar intentando huir del horror de la muerte lenta de la hambruna y la tristeza. Quieren un país sin gente. Sin pedigüeños ni quejosos que no comprenden nada del “bloqueo”. Cuánta razón contiene el crudo documental de Gustavo Tovar Arroyo, el chavismo es una peste que lo arrasa todo.
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Y contra el chavismo los venezolanos hemos intentado todas las opciones legales, pacíficas y no violentas. Las barricadas defensivas, los escudos de madera, las “piedras contra balas”, siempre fueron más la excepción que la norma. Reacción digna de una juventud reprimida.
El chavismo, en cambio, ha violado todas las leyes y los procedimientos. Ha usado todas las formas barbáricas de represión, terror y amenaza. Nos ha insultado, amedrentado, expropiado, reprimido, perseguido, acribillado, discriminado y apuntado en listas negras. Se han burlado de todos, suspendiendo un revocatorio con un tribunal de poco monta, después de obligarnos a firmar una y otra vez.
Hartos ya de tantas pruebas. De tantas atrocidades criminales, por fin, un inefable tribunal internacional, llamado Corte Penal Internacional (CPI), acaba de considerar que hay “indicios” para proceder a formalizar un expediente. Imposible saber con certeza cuántos años demorará el caso, con tan complacientes funcionarios.
Vale detenerse en este punto. Porque a este modesto autor le han cuestionado proponer que, ahora más que nunca, debe aumentarse de la presión de la opinión pública, en contra del clarísimo comportamiento cómplice de la fiscal Fatou Bensouda. La abogada gambiana asumió el cargo en junio de 2012, de modo que lleva ya ocho años largos en sus funciones. Recibió la primera denuncia contra Nicolás Maduro en abril de 2014, gestionada por 198 diputados de América Latina por crímenes de contra la humanidad. Siguieron muchas denuncias más, formalizadas y sustentadas hasta con videos y todo tipo de pruebas. En particular por la tenaz iniciativa de Tamara Sujú, verdadera heroína venezolana.
Pero en todos estos fatales años de víctimas tras víctimas, a la increíble fiscal Fatou jamás le conmovieron tan larga lista de atrocidades. Tuvo que ocurrir el también tardío “informe Bachelet” para que, al fin, la CPI admitiera la “causa”. Es que ni eso hemos tenido de nuestro lado los venezolanos de bien. La justicia internacional se ha hecho, descaradamente, de la vista gorda. Demasiado gentilicio para tan perversa especie criminal que es el chavismo.
Pero todavía hay dirigentes opositores que les conceden la condición de ente político al chavismo. Y con quién se puede pactar algo de misericordia de su parte. Unas puñaladas menos. Liberar unos cuántos presos. Permitir que lleguen algunas medicinas. Dejar entrar remesas sin pecharlas con sus abusivos impuestos.
Todavía hay quienes consideran que lo correcto, lo viable, es negociar una rendición. La nuestra. La de los venezolanos demócratas. Dicen que no queda otra cosa más qué hacer. Hay políticos opositores que nos piden cohabitar con los barbáricos funcionarios del chavismo. Aprender a soportar el hedor de sus crímenes, la fetidez inmoral de su corrupción. Quieren convencernos de que el precio de la paz con el chavismo sea la impunidad. Nos quieren convertir a todos en cómplices en vez de víctimas.
El último gesto digno de más de siete millones de venezolanos fue participar en una consulta para pedir, más bien, rogar al mundo que nos ayude. Ya casi en el límite de la desesperanza, la gran pregunta es: ¿qué sigue?
Ya hay quienes piden ánimo para una nueva gesta de protesta “pacífica” unilateral, porque siempre lo de pacífico viene de parte de la ciudadanía. Hay quienes ya animan para un siguiente revocatorio, sin fecha formalizada. Hay quienes entusiasman con las próximas elecciones regionales.
Pero los venezolanos, la gran mayoría, ya pasamos por todo eso. Miramos con pena ajena a quienes insisten con más de lo mismo y seguimos con la pregunta sin respuesta todavía: ¿qué sigue?
Bernardino Herrera es Docente-Investigador universitario (UCV). Historiador y especialista en comunicación.
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