¡Que viva la estupidez!, por Richard Casanova
Justo cuando el régimen cubano-militar lanza su crítica insolente contra la Academia y parece apropiarse de la triste frase del Gral. Millán Astray: «Muera la inteligencia», encuentra uno razones para sentir que la sensatez agoniza en una parte de la oposición.
Lamentable, provoca decirles «Viva la estupidez». En efecto, vemos como se desata una campaña sucia contra Henrique Capriles y Primero Justicia (PJ), precisamente cuando el país espera rectificaciones por parte del liderazgo fundamental opositor,
El país se cae a pedazos y estamos al borde del colapso, quizás de una crisis humanitaria de inimaginables proporciones, mientras algunos deciden dar rienda suelta a sus miserias, mostrar su insólita inmadurez. Si esa campaña es una respuesta al comunicado que PJ ofreció al país, entonces es también resultado de una de las pocas cosas que ha hecho bien el régimen, además de robar y abusar del poder: me refiero a inocular el virus de la intolerancia en la sociedad democrática e imponer la descalificación y la mentira como arma política.
Por exponer mis opiniones –como siempre– con franqueza y respeto, en estos días me bloqueó en Twitter un respetado intelectual chileno, tal como lo hizo Diosdado Cabello y Tarek William Saab, lo cual me honra, por cierto. Sin embargo, este episodio demuestra que la intolerancia y la prepotencia no son un patrimonio exclusivo de la «revolución».
Y no es un caso aislado, por las mismas razones, también un conocido educador venezolano me acusó de ser «chaperón» del gobierno interino. Si, increíble, un educador. Da pena el nivel del debate y esa es la victoria del régimen que antes aludía.
Cuando salió el comunicado de PJ, podía intuirse que algunos grupos lo utilizarían para saciar pasiones subalternas, ponerlo al servicio de la mezquindad y alimentar sus intrigas, lo cual uno podía esperar de esa oposición cohabitante y proxeneta que se da la mano con el régimen «bajo la mesita» o en la periferia de ella. También de la oposición radical que sin liderazgo real, pretende desplazar a la Asamblea Nacional y al presidente Guaidó como centro de dirección política de la lucha democrática, objetivo que comparten con la oposición antes referida y por supuesto, con la dictadura.
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Por eso rápidamente advertí que ese comunicado no tenía la intención de dividir, sino al contrario, de darle institucionalidad, solidez y coherencia a la unidad. Que no era contra Guaidó sino que aspiraba despejar dudas, definir roles, reglas de juego transparentes y promover la rectificación que fuera necesaria. ¡Con madurez y sin complejos!
He adversado a los managers de tribuna, guerreros del teclado, cohabitantes y toda esa fauna política que poco aporta y nada arriesga, pero es implacable en su crítica contra Guaidó, la AN, el G4, etc. Y es que para criticar hay que tener moral y vale decir, Primero Justicia la tiene: no solo por el peso de su fracción parlamentaria que ha servido de soporte al gobierno interino, del cual forma parte con responsabilidades específicas y gente como José Guerra o Miguel Pizarro, entre otros; sino porque Julio Borges ha jugado un rol crucial, siendo uno de los arquitectos del entramado internacional que hoy respalda nuestra lucha democrática.
Además, la oposición sigue en pie por la perseverancia y el liderazgo de Henrique Capriles, quien ha sido dos veces candidato presidencial contra la dictadura, con todos los riesgos que eso implica.
Hemos llegado hasta aquí gracias a dirigentes como Fernando Albán que ofrendaron su vida por la causa o Juan Requesens, quien paga con cárcel su rebeldía. Pero también estamos aquí gracias al coraje de miles de dirigentes medios y de base que luchan incansablemente, no detrás de un teclado, sino en las calles de Venezuela.
Seguro estoy que otros partidos pueden decir lo mismo, nadie lo duda. Solo se trae a colación porque llamar a la reflexión y promover rectificaciones –en el caso de PJ– tiene el claro propósito de garantizar el éxito de una operación libertaria con la cual está indisolublemente vinculada y comprometida. Mal pudiera alguien entenderlo de otra manera. Además, muestras de solidaridad sobran…
Hablando del 30A, el historiador Elías Pino Iturrieta decía que «…caminaron sin red de protección en una cuerda floja por las cercanías de La Carlota, demostración de memez que la generosidad de su clientela fue capaz de disimular,…». Ciertamente, se disimuló, al menos ante la opinión pública. Cuando Henrique Capriles dice «ya llegará el momento de hablar del 30A», no es una amenaza sino una forma de decir que tenemos una opinión pero no es momento para expresarla, que la agenda de debate no pueden ser los errores y las culpas, sino las rectificaciones en el marco de la unidad. Hoy es hora de reivindicar la sensatez y el respeto por la diversidad que caracteriza al mundo democrático.
En lo personal, hago propia una opinión que le leí a Jorge Roig: «Entre Henrique Capriles y Juan Guaidó, me quedo con los dos. El primero por su larga batalla, ahora olvidada por unos cuantos y el segundo por devolvernos la esperanza ahora dinamitada por otros».
Mi solidaridad con todos los que luchan con honestidad, constancia y pasión por un cambio en democracia y un futuro mejor. ¡Venezuela no se rinde!
(*) Dirigente progresista / PJ / Vicepresidente de la ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla