¿Quién dio lacrimógenas a los tomistas?, por Teodoro Petkoff
La respuesta a esta pregunta es clave para entender la naturaleza de esa grotesca y enfermiza pa-yasada. ¿Puede aquí cualquier particular poseer bombas lacrimógenas? ¿Se compran las lacrimógenas en las ferreterías? El Gobierno ha venido insistiendo, y los tomadores también, en que no existen vínculos entre uno y otros. Ese asalto fascistoide ha querido ser presentado, entre otros por el propio Chávez, como una expresión autónoma del espíritu revolucionario juvenil. «Hay que oír a los estudiantes», decía, socarronamente, el Presidente, con aire de yo-no-fui. Muy bien. Explíquenos entonces, Presidente, esta noche, en la charla con que nos encadena, de dónde sacaron los tomadores las bombas lacrimógenas.
Porque ese tipo de artefactos sólo es utilizado por las policías y la Guardia Nacional. Si hubiera sido una bombita aislada podría admitirse que ella fue recuerdo recuperado en alguna escaramuza con la policía. Pero fueron más de una docena. ¿Quién las proporcionó? ¿La Alcaldía de Caracas? ¿La Disip? ¿La Guardia Nacional? Miquilena dice que él no tiene nada que investigar. Bonita manera de cumplir con sus obligaciones. El Fiscal General de la República está aquí ante un hecho punible, cometido tanto por quienes utilizaron las bombas como por quienes las «donaron». La Fiscalía tiene que investigar cuál de los cuerpos de seguridad pública cometió el delito de entregar instrumentos que les confía la República a sectores no autorizados para manipularlos. Cualquier organismo policial que haya efectuado este traspaso de bienes nacionales a los tomadores violentó la legalidad de sus actos. La Fiscalía debe averiguar y sancionar ese acto de corrupción política y administrativa. ¿O es que esas bombas lacrimógenas fueron regaladas al cuerpo que las malversó? ¿El íntegro Clodosbaldo no tiene nada que decir sobre la materia? Estaremos pendientes.
Por otra parte, el saldo político de este desaguisado es fatal para la «revolución». Al que se le ocurrió esta idea de-berían expulsarlo del movimiento. Por bruto. Ya Chávez debería estar escarmentado, después del fracaso del tumbarranchos contra la CTV. Las instituciones sociales son mucho más difíciles de tomar que las del Estado. Estas estaban muertas. Chávez las recogió del piso. Pero los sindicatos, las escuelas, las universidades, por muy viciadas que estén, por muy urgidas de reformas que estén, son cuerpos vivos a los cuales sólo un régimen autocrático podría sofocar.
La derrota de esta tentativa fascistoide de ocupar la Univer-sidad no debe, sin embargo, conducir al mantenimiento del status quo. Las universidades, con todo y ser los principales centros de saber e investigación del país, están llenas de vicios e insuficiencias y su relación con el conjunto del sistema educativo es realmente perversa. Llegó la hora de que asuman con toda seriedad la revisión autocrítica de su quehacer y propongan la terapia apropiada. Esa debe ser la respuesta adecuada al empeño fascistizante de someterlas al control del poder político