¿Quién tiene miedo?, por Gisela Ortega
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Miedo es una perturbación caracterizada por un sentimiento de inquietud desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o imaginario, presente, futuro o incluso pasado. Uno de los primeros testimonios del uso de esta palabra en castellano, según el diccionario de autoridades, se encuentra en la obra legislativa conocida como las Siete Partidas: “…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dizen que pleito o postura que home face por miedo non debe valer”
Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir a la persona responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
Social y culturalmente, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la sociedad. Se puede, por tanto, aprender a temer a objetos o contextos, y también a no temerlos. Hay miedos de siempre y de todos: el miedo al dolor, a la muerte, a la guerra, a la destrucción, al vacío, a la nada, a los cambios, a sentirse viejo, a la soledad, al fracaso, miedo a envejecer, a la enfermedad.
Si somos honestos debemos confesar que alguna vez, o más de alguna vez, hemos sentido miedo.
Hay quienes tienen miedo de asumir sus responsabilidades, otros se hacen temer para darse a respetar, hay quienes inspiran miedo para ocultar su cobardía. Hay personas que a punto de fijar su posición sobre alguna situación, terminan diciendo otra cosa y cambian el tema, porque el miedo les impide comprometerse.
¿Qué hacer ante ese sufrimiento doloroso que es el miedo, esa zozobra ante la posibilidad de que suceda algo contrario a lo que deseamos?
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Ante los hechos y las circunstancias, lo recomendable (e incluso inevitable) es enfrentar la situación.
El derecho romano estableció en 79 a. C –mediante una innovación jurídica introducida por un pretor llamado Octavius– la acción “metus causa” (por causa del miedo) como eximente de responsabilidad. En las Siete Partidas, se establece en el derecho castellano la invalidez de pleitos o declaraciones realizadas bajo miedo, y el derecho actual determina que el miedo es causa de eximente responsabilidad criminal
El miedo es una característica inherente a la sociedad humana: está en la base del sistema educativo, como expuso de manera radical, el psicólogo norteamericano, Burrhus Skinner -1904-1990-, en buena medida se define por el esquema básico del premio y del castigo. Es un pilar del proceso socializador.
Desde el ámbito de la ciencia política y la filosofía, el miedo se ha identificado como una de las características de la sociedad postmoderna. Ulrich Beck, –1944-2015-, sociólogo alemán, lo denomina –sociedad del riesgo– en la medida en que, por primera vez, la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia destrucción y extinción.
La historiadora y académica, neozelandesa, Joanna Bourke, autora de “El miedo: una historia cultural”, revela que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los contextos históricos.
La investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo es el constituido por los medios de comunicación de masas, pero en todo caso se precisa de la credulidad de la sociedad para que el pánico estalle.
Bourke afirma que el miedo es también un arma de denominación política y de control social, cuando se hace hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
A lo largo de la historia ha habido todo tipo de movimientos sociales y culturales fundamentados en el miedo a algo.
Una de las angustias más temibles en el marco de las relaciones personales, es el llamado miedo escénico, estado inhibitorio que reduce la efectividad comunicacional e impide el desarrollo de las capacidades expresivas de los afectados.
Es habitual entre personas que tienen que actuar ante una audiencia aunque no pronuncien una palabra, músicos, bailarines, deportistas, entre otros. Esta respuesta incluye manifestaciones de estrés, timidez y ansiedad, como preocupación, tensión corporal, inhibición, y otras formas de alteración de la normalidad en lo fisiológico, lo cognitivo y lo conductual.
La novela de terror aparece en la segunda mitad del siglo XVIII. A partir del siglo XIX constituye un género narrativo ampliamente cultivado por autores como Edward Alan Poe, Howard Lovecraft e incluso Gustavo Adolfo Bécquer.
La pintura, especialmente la contemporánea, ha retratado las angustias del ser humano moderno. Un ejemplo, es la del pintor expresionista noruego, Edward Munch, en su emblemático cuadro El grito que se encuentra en Oslo, en la Galería Nacional de Noruega.
El miedo se encuentra inserto en los sistemas religiosos desde sus textos fundadores.
La religión cristiana hace mención al miedo en su primer libro. En concreto, el miedo se convierte en atributo humano por causa del pecado original.
“Y llamo Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás?
Y él le respondió: “Oí tú voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo”. (Génesis).
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso: el temor a Dios. Y cada una, el judaísmo, el cristianismo y el Islam, han desarrollado su particular teología al respecto.
¿Es paradójico en realidad que las creencias nazcan del miedo, o podría decirse que es natural?
¿No son las creencias una manera de “salvarnos” del temor, o de encontrar una tabla a la que podemos aferrarnos en busca de protección, aunque sea una protección “virtual”…?
¿No es la fe una manera de ponernos en manos de algo “superior” a nosotros mismos, al miedo y a aquello que nos lo produce?
Gisela Ortega es periodista.
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