Rafael Cadenas es una cachetada contra la imperante vanidad, por Beltrán Vallejo
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La semana pasada el mundo literario venezolano recibió la buena noticia de que a uno de sus principales exponentes, con larga trayectoria creativa e intelectual, el poeta Rafael Cadenas; se le otorgó el Premio Cervantes.
Este premio es una gema internacional con la que se encumbra a las máximas figuras de la literatura hispanoamericana. Es el galardón más importante de la lengua castellana lo que ha recibido, en buena hora, nuestro poeta, premiando con eso toda su obra. Vean la magnitud de lo que ha ganado este hombre.
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Pero este viejo mago de la palabra, que encuentra la felicidad como «grande» para él, asumió ese galardón con la discreción y humildad que lo han caracterizado en años. Este «infeliz» venezolano, de prolongada y triste condición, llegó a citar en uno de sus poemarios al otro poeta polaco, Czeslaw Milosz, con estas palabras: «Infeliz bajo la tiranía / infeliz bajo la república / en una suspirábamos por la libertad / en otra por el fin de la corrupción».
Este tímido artista de las letras, en su aislamiento, en su silencio, en su sordera, de vez en cuando se asomaba a esa cotidianidad que aturde a la sociedad venezolana y daba valoraciones como ésta de que en su país se «reduce a diario el margen de libertad».
Por estos comentarios, obvio que este premiado no es del agrado del régimen madurista, que incluso debe recordar otra lapidaria frase del poeta cuando hace unos años también recibió otro premio internacional, el Reina Sofia, donde dijo sobre la situación de Venezuela: «Urge instaurar la normalidad, que solo puede ser democrática».
Por cierto, que estas palabras debieran servirle de aclaratoria a varios de esos «bien intencionados actores internacionales» que, en aras de sus intereses energéticos, fronterizos, políticos y económicos, plantean escenarios de diálogo dejando de lado profundizar en las condiciones de una Venezuela sometida a un régimen antidemocrático y felón.
Pero continuando con nuestro poeta –este sí es un poeta, no como el de marras que se hace llamar así y que usurpa un poder del Estado–, este premio es un galardón a un hombre de un alto simbolismo como existencia humilde, sencilla, y que contrasta con la feria de vanidades que impera en el liderazgo tóxico de este país. Lo recalco en este párrafo: el país está arrinconado con el bochinche de la vanidad hueca que no deja que la política real y a favor de las mayorías avance. Todos los días Maduro, Cabello y compañía, metiendo a gobernadores, alcaldes y militarzuelos, joden a este país motivados por su inmoralidad y, sobre todo, por su envanecimiento, su narcisismo, su egolatría, y por esa soberbia tan falta de sustancia y tan dañina.
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Pero este narcisismo maniático, y esos egos quemantes, también imperan en el liderazgo opositor, donde sus máximos exponentes no dan su brazo a torcer en eso de la soberbia, y es una soberbia sin aterrizar en realidades y con aires de megadivos y de megadivas. El liderazgo nacional opositor está enfermo en su narcisismo, y por eso terminan tirándose en el estanque en procura de su idolatrada imagen, y terminan ahogándose.
Por eso este galardón a nuestro poeta máximo, a nuestro Rafael Cadenas, mejor representa a la Venezuela de la humildad, a la Venezuela de tierra y barro, que huele a flor silvestre, no a perfume caro. Esa es la Venezuela real, la de Rafael Cadenas. En mi corazón, sus palabras: «Me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final».
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