Rafael Cadenas, una semblanza; por Victoria De Stefano
Este 8 de abril de 2020 el poeta venezolano Rafael Cadenas (Lara, 1930) cumple 90 años. Para celebrarlo les dejamos este texto de la escritora Victoria De Stefano, publicado el 17 de marzo de 2012, en el suplemento cultural Literales
La vocación de Rafael Cadenas es temprana. A los 16 años, apenas adolescente, casi un niño, publica en Barquisimeto, su primer libro, Cantos iniciales (1946), título whitmaniano que ya es la declaración programática de una voz en sus comienzos.
Su abuelo, hombre ilustrado para la época, lector de Shakespeare, que le contaba de las guerras en que había participado, sus contemporáneos Salvador Garmendia y Manuel Caballero, el primer círculo de amigos de su ciudad natal, y Hermann Garmendia, el proverbial hermano mayor de Salvador, cronista, escritor, periodista, gran lector de los clásicos y de los modernistas, jugarán un papel importante en la vocación de Rafael Cadenas. En sus entrevistas (hay publicado un libro que las recoge casi todas) rememora ese entorno unido en el amor por la lectura.
Cadenas y el exilio
Más tarde, por motivos políticos, se trasladará a Caracas a seguir su bachillerato, en el 52 la dictadura de Pérez Jiménez lo envía a esa isla de exilios que es Trinidad, donde se ganará la vida dictando clases en un colegio. Serán cuatro años capitales para su formación con el aprendizaje del inglés y lectura de los poetas en esa lengua: Whitman, D. H. Lawrence. En ella vive la experiencia del confinamiento, del destierro, por la cual contrasta su Barquisimeto rural y provinciano, sometido a las asperezas de la dictadura, con otras costumbres más sistematizadas, otra cultura, otros horizontes.
En una enjundiosa entrevista de la periodista cultural y poeta Claudia Posada, a raíz del otorgamiento del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2009, nos dice con fino humor que allí vivió como «súbdito involuntario, pero gustoso, de la reina Isabel», que a la isla le debe un idioma que lee mucho y también traduce. Así, gracias a eso, tenemos el conjunto de sus traducciones recogido en (2005).
Pero también Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro, el vasto y fundacional poema en prosa escrito en Trinidad, con el que irrumpirá en el 60, ya de vuelta en Caracas. Fundacional porque en él se echan los cimientos, sin exceptuar los desvíos y las correcciones, de sus sucesivos poemarios. Y si digo irrumpe, es porque, dentro del patrón nostálgico y memorioso de la representación del paisaje nativo, propio de nuestra tradición poética, en la medida en que el poema surge de la interiorización del yo y de los movimientos de la conciencia del poeta en conflicto con la sociedad, constituye una suerte de desafío, tanto como un pasaje de entrada a la modernidad.
Entre sus rasgos distintivos están la suntuosidad del lenguaje, las transgresiones verbales, los esplendores imaginativos de los haberes que el poeta de vuelta a la patria trae consigo.
*Lea: Rafael Cadenas, del exilio interior al silencio del exilio
Cadenas y los Cuadernos del destierro
En 1966, después de varios años signados, como lo confiesa el mismo Cadenas, por las desgarraduras de una crisis existencial, publica Falsas Maniobras, un poemario desprovisto de la «verbosidad abundosa» de Cuadernos del destierro, con un lenguaje más preciso, más sobrio y en el que predomina la voz del desencanto. El primer verso del poema «Fracaso»: «Cuanto he tomado por victoria es sólo humo» da la tónica del poemario.
No hay que olvidar que, entremedio, en el año 63, en El Clarín del viernes, que dirigía Adriano González, se publica «Derrota», poema emblemático por las resonantes implicaciones, incluidas las premonitorias que tuvo con el desenlace del conflicto entre la recién instaurada democracia y el modelo insurreccional representado por la Revolución cubana. Así lo describe Cadenas: «poema muy ligado a la historia, con referencias concretas al momento político y social que se vivía y a un malestar existencial que se apoderó de quienes empezaban a perder las ilusiones en las soluciones mesiánicas para los álgidos problemas del continente».
Más adelante le declara a la entrevistadora: «Hoy no me encuentro en ‘Derrota’, pero no porque crea tener éxito, esta palabra no forma parte de mi vocabulario, lo que ocurre es que ese poema lo escribió un joven con quien ya casi no hablo, es decir, yo hace 40 años». En cierto modo, también nosotros, sus lectores, pasados cuarenta años, y con su obra entera publicada en el Fondo de Cultura Económica y en Pre-textos, o recogida en muchas antologías, podríamos aventurarnos a afirmar que «Derrota» es el eslabón de tránsito, existencial y estético, que va de Cuadernos del destierro a Falsas Maniobras y de Falsas Maniobras a los diez años de «fecundo y tenaz silencio», como escribe Guillermo Sucre en La máscara, la transparencia, uno de los ensayos más esclarecedores acerca de la poesía latinoamericana de ese momento. Silencio en el que Cadenas se afianza en la búsqueda de un lenguaje más preciso y desembarazado de adornos, más cercano a la realidad.
En el año 77, con meses de diferencia, aparecen La máscara, la transparencia e Intemperie, en el 83 Amante, desde los setenta una cantidad significativa de ensayos (Realidad y literatura, Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística, La barbarie civilizada, Anotaciones, En torno al lenguaje), en el 92 Dichos y en 1993 Gestiones, con el que se hará acreedor de Premio Internacional de poesía Pérez Bonalde. Se trató, sin duda, de un silencio fecundo y renovador.
Algunos críticos consideran que Falsas Maniobras responde a una ruptura radical en relación con Cuadernos del destierro, otros ubican la ruptura a partir de Memorial. Otros encuentran, con todo y las diferencias entre libro y libro, una línea de continuidad trazada por su postura ética y existencial frente al mundo, por su poética implícita en la búsqueda de la autenticidad del yo, de un yo libre de ataduras pero no ajeno a la realidad y al tiempo en que le ha tocado vivir. Cadenas tiene muchos poemas que tematizan, lleven o no ese título, su ars poetica. Poemas que nos dicen de los estadios de conciencia trabajosamente recorridos por el poeta para, desprendido de lastres, ir de uno a otro poemario, por alcanzar el lenguaje austero y desasido, las formas sobrias y depuradas de la reflexión en función de la verdad: todos sabemos del interés de Cadenas por la meditación y la filosofía.
Quisiera recordar a varios entre los muchos críticos que se han ocupado de la poesía de Cadenas. Porque Rafael, seguido de Eugenio Montejo, ha sido el poeta más estudiado, reseñado, observado, escrutado por la crítica literaria en artículos, reseñas, ensayos, tesis de doctorado: Ida Gramcko, Guillermo Sucre, Guillent Pérez, Rafael José Muñoz, Adriano González León, Ludovico Silva, Ángel Rama, Manuel Caballero, José Balza, Alejandro Oliveros, Armando Rojas Guardia, Ana Nuño, María Fernanda Palacios y Luis Miguel Isava, devoto estudioso de su obra.
Quisiera terminar citando un texto de Guillermo Sucre de La máscara, la transparencia: «También la obra de Rafael Cadenas se inicia con el deslumbramiento ante los poderes verbales y de la imaginación. Pero su ruptura con todo eso se va haciendo más radical. ¿El radicalismo de Cadenas? Quizá no haya nada más sencillo y a un tiempo más complejo. Cadenas no es un naïf ni un místico, mucho menos un esteta. Lo que busca es regresar a una relación directa con el mundo y que la palabra sirva a esa relación. Me parece que así lo sugiere en un poema de uno de sus últimos libros: «Voz antigua,/ ocultabas la ruta./ Ahora ocupas tu puesto./ Ya no hay conjuro». Ya no la palabra encantatoria, ni siquiera le mot juste, sino la palabra que ocupa su puesto; ya no es el mero despojamiento, sino el despeje que abre la verdadera ‘ruta hacia lo real’».