Rarezas y curiosidades, por Gisela Ortega
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Raro, es el adjetivo calificativo que usamos cuando queremos caracterizar a alguien o algo en particular, distinto, diferente, extraño, refiriéndose a aquello que, por su poca frecuencia, resulta fuera de lo normal.
Así encontramos por ejemplo, que Arístides Bocicautt, el fundador de los universalmente conocidos almacenes Le Bon Marche, de París, fue el primero que estableció en Europa los “precios fijos”, en medio de la general protesta de las señoras -y de no pocos caballeros- que entendían se rompería así la libertad de comercio al destruir la ley de la oferta y la demanda. Casi toda la prensa aplaudió la iniciativa de Bocicautt; tal vez pudiera sospecharse que la guiasen miras interesadas, ya que la capacidad financiera de Bocicautt era muy grande, pero los argumentos aducidos en pro de la reforma fueron muy razonables.
La anunciada medida empezó a ponerse en práctica el 2 de enero de 1855. A poco, los demás grandes almacenes de París siguieron el ejemplo y antes de un año, el precio fijo estaba establecido en toda Europa.
-Aretino fue el primer escritor que –sin formación humanista, sin estudios serios, sin filosofías originales y sin profundidad de sentimientos poéticos- alcanzó un puesto eminente en la lingüística italiana. Es el primer autodidacta en la historia de la literatura de ese país. Antes de él, los escritores procedían de la nobleza o se habían elevado en la escala social, distinguiéndose en alguna actividad; eran sacerdotes, profesores o secretarios, vinculados a la Iglesia o al Gobierno, en tanto que Aretino era independiente. Por el engaño, la calumnia periodística, la murmuración mezclada con la lisonja, logró por primera vez en la historia italiana intimidar a los representantes de la autoridad, hasta tal punto que aún los más poderosos, temidos y respetados, se vieron obligados a pactar con él.
-¿Prolonga la vida el cultivo de las letras? Pero no deja de ser curioso que Cesar Cantú, el gran historiador y político italiano, falleció a los 91 años; Bernard Shaw a los 94; el poeta Federico Mistral a los 84; el filosofo ingles Herbert Spencer a los 83; el astrónomo y escritor francés, Camilo Flamarion, a los 82; el escritor ruso León Tolstoi, también a los 82; el escritor francés Francisco Renato Chateaubriand a los 80; el dramaturgo noruego Enrique Ibsen, a los 78 y los escritores: Gustavo Flaubert, Alfonso Lamartine y Julio Verne, a los 79. Lord Alfredo Tennyson, poeta ingles, escribió sus mejores obras a los 82 años de edad a la que murió. Los españoles: Jacinto Benavente a los 87, Santiago Ramón y Cajal a los 82 y Benito Pérez Galdó a los 80….
En una época en que los hombres no sabían aun escribir, existía la escritura de nudos. Así escribían los antiguos chinos, los persas, los aztecas. Los habitantes del Perú, los incas, alcanzaron una habilidad especial en este arte. Y todavía existen por allí pastores que dominan el lenguaje de nudos.
Se utilizaba para ello una cuerda fuerte a lo largo de la cual se anudaban, como si fuesen borlas, otros hilos más finos y de colores y longitudes diferentes. En estas cuerdas secundarias eran donde se hacían los nudos. Cuanto más próximo a la principal estaba el nudo, mas importante era la noticia que contenía. Un nudo negro significaba la muerte; uno blanco o plata, paz; el nudo encarnado anunciaba una guerra; el amarillo, oro; y el verde cereales. Si el cordón no era de color, el nudo representaba un número: un nudo simple, las decenas; uno doble, las centenas; el triple, los millares. No era, por cierto, nada fácil leer esta clase de carta. Había que tener en cuenta no solo el grueso del cordón atado, sino también la forma en que estaba hecho el nudo y la clase de los que lo rodean. Así los niños peruanos aprendían su alfabeto de nudos: el quippu.
-El signo más antiguo que representa una palabra es el &, que equivale a la conjunción -y-. Originalmente fue uno de los cinco mil signos del primer sistema taquígrafo inventado por Marcos Tiro, en Roma, el año 63 a. de JC, utilizándose durante más de diez siglos. No solamente es el único que ha sobrevivido, sino que hoy se emplea con la misma significación en muchos idiomas.
-Algunos eruditos señalan que los tenedores fueron utilizados por primera vez en público en el restaurante La Tour d”Argent de París, en 1582. Eran de considerables dimensiones, pues su principal misión consistían en permitir a los caballeros llevar los alimentos a la boca sin poner en grave riesgo la inmaculada blancura de las grandes golas que entonces usaban, siempre en peligro de mancharse con la grasa que escurrían de los dedos “instrumentos” usados hasta entonces en las mejores me4sas.
Este artefacto, que surgió en Francia en el Siglo XIV y en Italia a comienzos del XV, escandalizo en su tiempo a la gente; un antiguo cronista llamado Dándolo cuenta que la esposa de un duque que usaba tenedor de oro, despedía mucho tiempo antes de morir olor de cadáver. Un castigo por aquel acto de sexualidad.
-El escritor satírico alemán Juan Miguel Moscherosch, en su curiosa obra Wunderliche und wahrhaftige Gesichte Philanders von Sittewald, hacia 1640, asegura que “es una locura comer la ensalada con tenedor”, “una tontería insigne esa manera inconveniente de comer según el estilo extranjero”.
-Los grandes señores comían con los dedos en la Edad Media, lo mismo que los héroes de Homero. Como se sabe, las cucharas son casi tan antiguas como la sopa, pero, hace 6 o 7 siglos, los tenedores eran desconocidos. La primera alusión a este utensilio se remonta a 1297, se menciona en un inventario de plata de Eduardo I de Inglaterra, cuyo monarca, por otro lado no poseía más que un ejemplar. En 1328, la reina Clementina de Hungría tenia treinta cucharas y también un solo tenedor.
El conde Juan de Evreux, francés, fallecido en 1424, poseía otro ejemplar con sesenta y cuatro cucharas. Esta desproporción se explica al considerar que en aquellos tiempos, el tenedor era objeto de lujo y de un refinamiento muy especial, no tenía el mismo destino que hoy en día.
No se le utilizaba para las carnes, las aves, o el pescado, estando reservado para comer cierta clase de frutas. Así, en el inventario de Pedro Galveston, favorito de Eduardo II, se dice que poseía tres tenedores incrustados de oro para comer peras. El Duque de Borgoña era propietario de uno de oro y cristal para fresas. Al correr el tiempo, los tenedores, fueron haciéndose cada vez menos raros, pero hubo de transcurrir más de dos siglos antes de que participasen en los usos ordinarios de la mesa.