Raspado en la ONU, por Teodoro Petkoff
Que el gobierno venezolano se iba a defender en Ginebra era obvio. Que lo iba a hacer mezclando algunas verdades con medias verdades-mediamentiras y mentiras de plano (falsificando cifras, por ejemplo), también era de cajón. Suponer lo contrario habría sido una ilusión. Que iba a cantar victoria podía darse por descontado, así como no podían menos que esperarse una serie de variaciones sobre el tema de los imperios atacando a países pobres. Sería no conocer a Chávez imaginar algo distinto o siquiera suponer que el gobierno nacional iba a aceptar tranquilamente la catarata de observaciones de que fue objeto. Por otro lado, ese examen de la ONU no tiene consecuencias prácticas. No es que nos van mandar cascos azules para vigilar el cumplimiento de las recomendaciones hechas.
Pero, tampoco se trató de algo baladí. La significación política del examen al que fue sometido el gobierno no puede desestimarse. Para el gobierno de Chávez fue una tragedia. Lo que quedó claro es que la indulgencia universal que rodeó su mandato durante los primeros años ya no existe. Al contrario, para la inmensa mayoría de los países de la ONU las credenciales democráticas del chavismo son harto dudosas.
No se le conceptúa como una dictadura pero son severamente cuestionados sus procederes en materia de derechos humanos. En este punto se puede decir que este régimen fue raspado, es decir, reprobado. Según la óptica mundial, el gobierno venezolano no se acerca a los standards generalmente aceptados como compatibles con el respeto a los derechos humanos. Se juzgaba a Venezuela en términos absolutos. Se comparaba lo que aquí ocurre con el desideratum universal en ese particular y no con lo que sucede en otros lugares.
El gobierno aceptó algo más de 70 recomendaciones del tipo de “qué color era el caballo blanco de Bolívar”, es decir, aquellas que son indiscutibles por sí mismas y no son políticamente exigentes, por ejemplo, comprometerse a mejorar las cárceles o hacer algo para disminuir las tasas de homicidios. Negar eso ya habría sido el colmo. Pero a lo sustantivo, los derechos humanos vinculados a la democracia, no le van a parar bola.
En este asunto, el chavismo mostró su cara más dura e intransigente. Manifestó que no se atiene a criterios generalmente aceptados sobre derechos humanos y, lo que es peor, que continuará violentándolos. Rehusó reformar nuestro salvaje y anacrónico Código Penal así como el Código de Justicia Militar, para suprimir los delitos de vilipendio o desacato (ya inexistentes prácticamente en toda América latina); el Poder Judicial continuará sometido a Hugo Chávez; rehusó reformar la Ley de Partidos Políticos, para poder mantener amarrados a los parlamentarios a los partidos y no a sus conciencias; mantendrá su decisión de controlar las ONG de Derechos Humanos; desatendió las recomendaciones de acatar las decisiones de organismos internacionales de los cuales forma parte, como por ejemplo la Corte Interamericana de Derechos Humanos (con lo cual queda claro que no acatará la decisión sobre Leopoldo López).
Tampoco se comprometió a sancionar a los agresores contra periodistas o activistas de Derechos Humanos ni a respetar el derecho del ciudadano a la información sobre la gestión pública. Dejó en veremos otras quince recomendaciones, como por ejemplo asegurar el derecho de visita al país de los organismos internacionales que velan por los derechos humanos. Por supuesto, los compromisos que adquirieron tampoco son relevantes porque se quedarán, la mayoría, en el papel. Fue un saludo a la bandera.Total, que salvo los pocos países que nos exprimen económicamente o los “tírame algo”, a Hugo Chávez se le acabó su cuarto de hora de fama universal.
Deja un comentario